Argenther observaba con el ceño increíblemente fruncido a su hijo, su beta y la loba Zetwal entrar al patio del castillo, a su lado Myrander soltaba un suspiro de alivio y decía en voz baja:
— Al menos tuvieron la decencia de enviar únicamente a la loba y no más bocas que alimentar.
Argenther frunció con más fuerza el ceño al escuchar a su compañera, en cuanto Myrander se alejó rumbo al comedor, Pereth se acercó a su Alfa y le comunicó que los guardias de Mackya reclamaron la carreta y a los cachorros como su botín de guerra.
El ceño de Argenther no se suavizó, al contrario se profundizó todavía más, en ese momento el alfa ya no tenía ojos de lo fruncido que estaba.
Debió suponer que Mackya tramaba algo cuando fue al rescate de Lilia, gracias a los espías de Qyrens, Argenther estaba
