Myrander lo miró dolida, ella nunca quiso perder a la pequeña, ella lloró por años a su hija a quien creía muerta y luego tuvo que esperar con el corazón apretado a que ella pudiera sanar y la reconociera como su madre. ¡Plaf! Arenth agachó con la cabeza por el golpe, Myrander lo miraba con los ojos llenos de lágrimas y con su zapato en la mano, el lobo de Arenth gruñó por el golpe que le propinó su madre. — No la voy a soltar, madre... gruñó Arenth sin mirarla. — ... no me importa que ella use mi fuerza y mi vida incluso si es para salvar al inútil de Qamar, no voy a soltarla jamás. Myrander levantó el zapato para asestar otro golpe a su testarudo hijo, su mano se quedó suspendida en el aire, Arenth había levantado el rostro hacia ella, sus ojos brillaban con fuerza, el olor de

