Capítulo 3

1215 Words
—Entonces, la señorita Sáenz me dijo que con estudio se lograba todo, no con sueños —habla Maya mientras caminamos por el centro comercial en busca de una papelería. Maya me dio la lista que le habían enviado por correo a su tío y este dejo sobre la mesa cerca de la entrada. —Nunca se es muy grande para soñar —Asevero. Ella me mira un momento pensando mis palabras y asiente— Los sueños son los que nos hacen mejores—continuo— Sabes, yo pienso que podemos aplazar un sueño. Pero, jamás abandonarlo. Nos abrimos paso en medio de las personas y encontramos una papelería donde afortunadamente, compramos todo lo de la lista. Salimos y pasamos frente a una tienda. Los empleados están sacando cajas, donde claramente se ven las decoraciones en navidad. —¿Crees que podremos hacer algo así? —susurra Maya —¡Por supuesto! —digo sin pensarlo— Ya veras que pondremos un lindo árbol de navidad. —No creo que al tío le guste. ¡Niego! —No están gruñón como parece —digo, pero ni yo misma me lo creo. Sin embargo, es navidad. ¿Quién en su sano juicio podría no gustarle la navidad? —¿Mia? —Volteo hacia la voz para encontrar a Diego. Un chico con el que Sali hace varios meses, pero mi ritmo de trabajo no me permitió frecuentar. El se canso de pedirme salir después de que siempre estaba tomando turnos en la cafetería. —¡Hola! —digo a modo de saludo. Este se acerca y me da un abrazo rápido. —Hace mucho que no nos vemos —asiento. Mira Maya— ¿Todavía trabajas en el café? —Ahora soy niñera —respondo con una sonrisa. —Me encantaría llamarte ¿Se puede? —inquiere. Diego es guapo. Es alto y delgado, su cuerpo no es musculoso, pero está en forma. Su piel es oscura y sus ojos son claros. Más de una, no puede dejar de mirarle y su hermosa sonrisa siempre está presente. No como la de Caleb. Frunzo el ceño deteniendo mis pensamientos. No vaya por ahí Mia. —Por ahora, solo tengo libre los domingos— asiento. Eso es lo que el señor Ruiz me informo aparte de todo lo demás —¡Bien! —parece satisfecho— Al menos tienes un día libre— se ríe entre diente y me encuentro devolviendo la sonrisa. De repente siento un tirón de mi manga de la camisa. —¿Podemos irnos?—susurra Maya algo aprensiva   —Claro —respondo sin entender su comportamiento. Diego no se inmuta. Nos despedimos con la promesa de que me llamara. —Vamos por algunos suministros y de regreso a casa —anuncio. Maya solo asiente.   Dos horas después, estamos entrando por la puerta de la casa cargando algunas bolsas. —¿Se puede saber donde estaban? —el grito me asusta haciéndome soltar la bolsa de suministro que llevo. Las latas del fondo me golpean el pie haciendo aullar. —¡Mierda! —grito de dolor poniéndome de cuclillas con los ojos cerrados. —¿Estas bien? —escucho una voz cerca de mí. —En realidad, muy cerca. —¿¡Que le pasa!? —susurro cabreada. Abro los ojos para encontrarme de frente en cuclillas a mi jefe con cara de culpa. Debería sentirla por bestia. Me digo en silencio Trato de incorporarme mientras el dolor está comenzando a mitigarse. Las manos de este me rodean por la cintura mientras cojeo. Trato de alejarme, pero su misión está clara. —Estoy bien —digo tomando asiento en el sofá del salón—solo fueron unas latas. —De guisantes —secunda Maya que está de pie cerca de mí con expresión de susto. —Debería dejar de gritar como un loco —no me contengo— Asusta a Maya. —Esta es mi casa y grito si se me antoja. Lo miro irritada. —Maya. ¿Podrías por favor, traerme una toalla húmeda del baño? — pido en cambio. Esta sale corriendo dejándome sola con su tío —Usted no me lo está preguntando, pero me parece fatal lo que hace con su sobrina. Es su única familia—no dice nada—Debería quererla y protegerla, no gritar. Mucho menos gruñir como un oso que vive en la montaña. —Tú que sabrás lo que es educar a un niño. —Lo mismo que usted. Con la diferencia que yo tengo algo de lo que usted carece. —Según tú ¿De qué carezco? —Buenos sentimientos y empatía. Usted no se ha puesto a pensar lo que esa niña debe sentir al verse sin sus padres. Además, de lidiar con alguien tan nefasto como usted. —Le recuerdo que usted está aquí para cuidar de Maya. No para darme sermones— sisea —No sabes nada y no te despido porque me quedaría sin alguien que atienda a mi sobrina. ¡Idiota! Maya sale en ese preciso momento con una toalla de mano y me la tiende. —Gracias cielo—murmuro aclarándome la garganta— Si me disculpa, iré hacer una revisión del daño. No dice nada. Con algo de dificultad, subo las escaleras. Cuando cierro la puerta de mi habitación cojeo hasta la cama y me siento. Miro fijamente la puerta y retengo las lágrimas de rabia ante lo frio que puede ser Caleb Chapman. ⭐⭐⭐⭐ Después de un tiempo, me repongo y decido bajar. Mi prioridad es Maya. Evidentemente, tengo el pie un poco lastimado, pero nada que un poco de hielo no resuelva. En el salón solo esta Maya, esta sentada en el piso frente a la mesa ratona con un libro de dibujos que me tome la libertad de comprar junto a algunos lápices de colores. En silencio me siento en el sofá y observo como Maya pinta. Cuando se da cuenta de mi presencia, me da una sonrisa tímida que estoy empezando a apreciar. —Eres muy buena —murmuro —Que nadie te diga lo contrario. —¿Tú crees? —Por supuesto. Palabra de exploradora. —¿Fuiste niña exploradora? —No—me rio y ella hace lo mismo. Solo que esta, si es una risa verdadera. —Cuando terminemos podemos ir a tu habitación y ordenar todas las cosas para mañana —miro alrededor —Por cierto ¿Dónde está tu tío? —Se encerró en su estudio —señala un pequeño pasillo donde está la habitación de Maya y puedo ver otra puerta. Por fuera puede verse pequeño. Pero, en realidad tiene un buen espacio. Sin hacer mucho ruido Maya y yo nos vamos a su habitación. Miro su habitación y es igual de insípida que la mía. A la edad de Maya mi mamá había hecho de mi habitación mi lugar seguro. En el fondo hay un pequeño sillón donde descansa la maleta de Maya. No esta desecha así que, es lo primero que hago. —Vamos a ordenar tus cosas en el armario —anuncio caminando hasta el sillón. Al principio, Maya esta algo reacia pero después de unos minutos colocando la ropa sola, ella se une a mi y terminamos ordenado todas sus cosas y divirtiéndonos. 
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