AMELIA Emma se duerme temprano esta noche, lo cual quiero creer que no está relacionado con las agendas sexuales de los adultos que la cuidan. ¿Pero a quién engaño? Yo tengo una agenda. Una vez que dan las ocho y media y Emma ronca suavemente en su habitación, todo está perdido. Weston y yo nos reunimos de nuevo en la sala. No hay forma de confundir el fuego en sus ojos. El mismo que casi me había incinerado, a mi y a mi moral, en el acto de la ducha antes. Nuestras copas de vino son rellenadas, ambas colocadas en la misma mesa auxiliar cerca de la chimenea. Weston se ha puesto unos pantalones de chándal grises y una camiseta negra sencilla mientras yo acostaba a Emma. Mi estómago se revuelve, cada centímetro de mi piel cobra vida bajo su mirada. Su atención es a la vez un látigo y una c

