WESTON
Una fuerte tormenta de nieve azota Nueva York esta mañana. Toda la ciudad está cubierta, blanca, peligrosa. Y no puede importarme menos, porque tengo todo lo que necesito en este pent-house: Amelia, Emma y mucho material de lectura.
Después de terminar de castigar a Amelia por darse placer sin mí, me dirijo directamente a la ducha, servida extra fría, casi como cubitos de hielo para calmar mis nervios y convencer a mi polla para que se calme. No verá ninguna action en Manhattan, y necesita recibir el mensaje.
Cuando salgo de la ducha, Amelia esta allí. Me sostiene la mirada como un desafío, con los brazos cruzados sobre su camiseta sin mangas.
—¿Solo viniste a verme secarme con la toalla, ¿eh? — agarro la toalla gris que cuelga junto a la ducha y la paso por mi cabeza y luego p
