—Estas muy concentrada—la voz ronca de Milo llamó su atención y miró un costado, sonriendo al sexy hombre que aún en bata mañanera lucía como un millón de dólares. —No hay que hacer esperar a la inspiración. Él se adelantó y observó sus bocetos, tomando varias de las hojas que yacían en desorden en la mesa. —¿Esto es lo que quieres hacer? De poder emprender algo, ¿esto es lo qué harías? Había curiosidad en su pregunta y ella asintió. —Un sueño simple el mío. Al lado de lo que eran sus empresas y sus edificios, lo suyo podía ser risible. Mas él la miró con seriedad. —No hay sueños simples, Regina. Es lo que nos impulsa a seguir. —Sí. Parece un poco lejano ahora—luego de decirlo se arrepintió. No podía permitir que la realidad se colara en lo que vivía ahora, que era una fantasía de

