Dio un mordisco a su bocadillo mientras volvía a echar un vistazo al correo de Graham, el fisioterapeuta que tan amable había sido con ella. Su amabilidad no estuvo falta de flirteo, a decir verdad, a pesar de haberle negado tal cosa a Aidan. No había nada mejor para el ego que sentirse admirada; reforzaba la confianza cuando decaía. No es que le interesara el hombre, pero imaginar que esto podía haber encendido alguna chispa de celos en Aidan había sido agradable. Una más de sus fantasías, pero bonita. El tal Graham no podía competir con su paciente, este llenaba cada uno de sus cualidades de la lista mental de atributos que un hombre debía tener para fascinarle. ¿Músculos? En abundancia. ¿Gusto por los deportes? Obvios, era el epítome del deportista. ¿Voz y mirada sexy y depredadora?

