Capítulo 1 (Quiero ser yo misma)

1658 Words
Cansada por las clases del día hoy me dejo caer en mi acolchonada cama. La cabeza me está por explotar de aprenderme los versos de tantos poemas que nos otorgó el odioso profesor de literatura. Tantas letras me marearon, las muñecas de las manos se me entumecieron y ahora me duelen por escribir y escribir párrafos que nunca logré a comprender. Estoy echa un caos. Y aunque no me gusten las clases debo de ir y aprender todo lo que me enseñan en las clases particulares, papá siempre me dice: En ti depende el honor de nuestra familia. Esa frase la tengo muy grabada en mi mente que cuando padre me la dirá yo lo interrumpo terminándola por él. El ser hija única te da un papel importante. Desde pequeña te dan ese cargo de ser el orgullo de la familia, el ser inteligente para subir de clase social y así los demás alaben tus logros. Todo en ti depende el futuro de la familia, siempre me lo recuerdan. A pesar de que mi padre es un gran médico, y gracias a él tenemos una vida cómoda, él desea que siga sus pasos y continúe con el gran camino del éxito para poner en alto el apellido de la familia Petrov, así como mi padre siguió los pasos de su padre, el abuelo Arnold. Además, mi madre es una reconocible costurera; muchas damas vienen a comprar vestidos y zapatos por sus únicos, creativos y elegantes diseños. Mamá es una de las mejores de la cuidad. Desde pequeña mi madre me ha vestido de la mejor manera, con grandes vestidos colorados y ampones, ella dice que el verme bien habla bien de mí. Mamá se encarga de hacer la ropa de los tres, según ella, tener ropa única es digno de reconocimiento. Somos una familia de clase social media alta, pero mis padres quieren que yo me encargue de subir el estatus de la familia a la clase alta. De mí no puedo decir mucho, lo único que debo hacer es estudiar, ese el ejemplo que mis padres me dan todos los días; para ellos lo más importante es que yo estudie y sea exitosa, según ellos, es por mi bien. Muchas platicas y enseñanzas de los que debo hacer y lo que no debo hacer. Para mis padres, lo que han logrado en sus vidas debe permanecer y crecer y yo soy la siguiente generación en encargarse de crecer el estatus de la familia. Estoy cansada de hacer, escuchar y pensar en lo mismo. Necesito relajarme y borrarme esos miles de palabras que se repiten en mi mente una tras otras, el repetir constantemente se quedó pegado en mi cabeza que me comienza a doler la cabeza. Decido por levantarme y darme una ducha. Terminando me dirijo a mi guardarropa y me pongo a analizar cuál será el próximo color del vestido a utilizar. Elijo un vestido color azul cielo de manga corta, el corsé tiene pequeños detalles de flores blancas con perlas y el tul largo del vestido tiene pequeñas mariposas blancas, algo hermoso y sencillo que al verlo me trae paz. Justo lo que quiero, esto me ayudará a relajarme y olvidarme de la difícil vida que debo seguir. Termino de rizar lo pequeños castaños cabellos rebeldes que salen de mi cabeza, unto un poco de bálsamo color rojo en los labios y sin pensarlo, siendo cautelosa salgo corriendo de casa para adentrarme a caminar por las calles de Oxford Street. Caminar me ayuda a tener mi momento sola libre de reglas que seguir, justo lo que necesito. Mientras camino, observo los pequeños establecimientos del mercado recordando cada uno de ellos. Los diecisiete años que he vivido aquí he logrado grabarme las calles, así que, sin ningún problema camino hacia mi lugar favorito. La cabaña. Con precaución, me adentro a los grande y extensos terrenos deshabitados que nadie reclama. Nadie los reclama porque según la gente esta encantado o muchos cuentan historias sobrenaturales, cosas que yo no creo porque no me ha pasado, ni he visto nada anormal. A mis seis años comencé a leer, ese se convirtió en una costumbre que mi madre me obliga a hacer; desde entonces lo hago, pero me he aburrido de leer libros de medicina, literatura y matemática; según mi padre es para que sea inteligente y que comience a adentrarme a mi profesión. He leído muchos libros que no son de mi interés. Al cumplir los quince años comencé a leer otro tipo de tramas en los libros, tanto así, que llamo mi atención y me he dedicado a leer romanticismo, mi genero favorito. Me encanta leer historias románticas y me he creado una linda y hermosa historia con el hombre que sería mi futuro esposo. Una fantasía. Cuando mi madre me encontró un libro ajeno a las ciencias que debe leer, me castigo y lo quemo gritándome que esas lecturas no tendrían nada bueno para mi vida. Madre se lo dijo a mi padre y entre los dos me prohibieron leer otro tipo de libros y me obligaron a comenzar con las clases de medicina. Después de ese triste momento salí corriendo de casa, me dolía que mis padres me prohíban todo lo que me gusta hacer, no solo leer, hay muchas otras cosas que tengo prohibidas. Es por ello que logre llegar a esta casa de madera abandonada y desolada lejos de casa. Poco a poco comencé hacer mía la casa y comencé a llenarla de libros, mis libros favoritos. Mis ahorros me permiten comprarme las cosas que me gustan sin que mis padres me autoricen si me favorece o no. Este es el único lugar donde puedo ser yo, sin que mis padres me prohíban hacerlo. Logro sacar la pequeña llave de mi vestido y la inserto para entrar a la cabaña. Esta limpia como siempre; cada vez que terminan las clases y hago las tareas, vengo aquí a ser yo a pasar un tiempo conmigo. Lo primero que tengo que hacer es limpiar, agarro la escoba y comienzo a barrer el pequeño piso de madera, continuo en sacudir el polvo de los libros, continuo con las ventas y al terminar de limpiar agarro el libro que aún no termino de leer y me siento en el sofá, casi viejo, que encontré aquí. Me adentro a un nuevo mundo, aquel mundo que hace que mis emociones se revuelvan y disfrute de lo que estoy imaginando. Pasan dos horas y decido regresar a casa antes de que mis padres se den cuenta que he tardado más del tiempo otorgado por ellos. Dejo el libro en su lugar y con prisa pongo el candado, atravieso los terrenos y al encontrarme con la ciudad salgo corriendo a casa pasando por las frecuentes calles. Me detengo enfrente de la puerta blanca para controlar mi respiración y calmarse. Al recuperarme entro a casa en silencio, a pisadas largas y cautelosas logro llegar a mi habitación. Con una sonrisa dibujada en mi rostro me acuesto en la cama y me quedo ahí hasta que madre me llama para bajar a cenar. Reviso el reloj pegado en la pared, es la hora en que mamá cierra su establecimiento. Con flojera me levanto de la cama y bajo al comedor. —Hola mamá. La saludo al sentarme, tomo el cucharon y sirvo sopa en mi plato de cerámica. — ¿Cómo te fue en tus clases? —mamá pregunta al dejar la bandeja de fruta sobre la mesa y a continuación sentarse en su respectivo lugar. —Mmmm…Bien, el señor Michels me enseño literatura el día de hoy. Al instante recuerdo las aburridas clases. —Muy bien hija —dice con una sonrisa dibujada en su rostro —. Eres una excelente chica, sigue así y serás muy exitosa. —Si, madre —le sonrió con falsedad. Si tan solo supiera que no me gusta la medicina como a padre, ella se molestaría y sería capaz de correrme de casa. Continúo comiendo en silencio hasta terminar, seguido me lavo los dientes y me pongo el camisón para dormir. Mañana tendré otro fastidioso día de literatura y no debo faltar, sería un severo castigo. Tengo que ser la excelente hija que mis padres desean. Antes de que el sol salga por completo me levanto a bañarme, para después vestirme con otro hermoso vestido hecho por mi madre, elijo un morado pastel. El corsé es cómodo para mí y los detalles de hilo color dorado en forma de flores me encantan, la falda es de seda, muy brillante y suave. Al terminar de desayunar subo de nuevo a lavarme los dientes, agarro mis libros y salgo corriendo para mis clases. Camino rápido para no llegar tarde, si lo hago el profesor Michels les comentará a mis padres y me castigarán. No quiero eso. Al ver la puerta del salón me adentro y me percato que soy la tercera en llegar, «justo a tiempo.» Tomo mi respectivo lugar y comienzo a rallar mi libro lleno de páginas en blanca hasta que entre el profesor. Pasan tres minutos y un hombre diferente al profesor que conozco me desconcierta por su presencia, preguntándome en dónde está el viejo señor de literatura. —Buenos días damas, el día de hoy seré su profesor de literatura. Sustituiré al profesor Michels debido a que él día de hoy enfermo y no puede presentarse —habla el hombre. Mis cinco compañeras y yo asentimos antes las palabras del nuevo profesor. Sin protestar retomamos la clase y comenzamos con los estudios. Al menos este nuevo profesor no es enojón como el anterior, es menos aburrirle; aun así, me preocupo por el señor Michels, debe estar muy enfermo para faltar. El nunca falta, ama su profesión y el que falte me preocupo a mi y a mis compañeras. Espero que se recupere, aun así, mis compañeras y yo preferimos el nuevo profesor, el señor Adams.
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