CAPITULO 01

2175 Words
-    ¡Hoy será el mejor día de mi vida! Fue lo que dije ni bien desperté, me deshice de las sábanas que me abrigaban de la fría mañana; tomé impulso y me senté. Como siempre fue mi pie derecho el primero en tocar el piso. Abrí las ventanas para ver el claro e iluminado amanecer; el paisaje era el mejor, no había ningún carro ruidoso, ni perros hambrientos o ambulantes promocionando sus productos a través de un megáfono; era la hora perfecta para meditar en mi balcón. Después de respirar el fresco aire de mi ciudad y ver lo deslumbrante que era, me fui a preparar para mi viaje a Italia… (Dos días atrás) -    Serás el encargado de negociar con Alessandro Bianchi –me comunicó, mi jefe-; nadie mejor que tú, conoce a la perfección el Wild Cart 5000. Y en vista de que aquí nadie sabe italiano, y a mí el inglés no me gusta para nada -bromeó-, creo que eres el indicado. ¿Te sientes preparado para representar a Wild Irons? -    ¡Por supuesto! Señor, Smith –le contesté muy decidido de mí, la noticia me había sorprendido mucho, pero ese no era el lugar ni el momento para demostrarlo. -    ¡Perfecto! –se puso en pie– Señores –dijo alzando la voz para que todos los integrantes de consejo administrativo de su empresa lo escucharan–, démosle a Julián, un fuerte aplauso –todos sin excepción empezaron a aplaudir y a llenarme de halagos y buenas vibras. El duchazo no duró más de diez minutos, estaba tan emocionado y ansioso por el viaje que no quería perder ni un solo segundo de mí tiempo; así que, para desayunar, tan solo me preparé unas tostadas con jamón y una taza de café. Llegué al aeropuerto cerca de las siete de la mañana, aún faltaban dos horas para que despegara el avión así que fui a comprar un periódico, porque tenía unos minutos libres. Mientras leía el periódico muy placenteramente en uno de los tantos asientos del aeropuerto, me entró una llamada de mi madre. -    ¡Buenos días, mi bello príncipe! –a pesar de mis treinta años de edad, mi madre no dejaba de decirme “Mi bello príncipe”. -    ¡Buenos días, madre! ¿Cómo amaneciste el día de hoy? -    ¡Muy bien, hijo! –me respondió- ¿Y tú, ya estas listo para tu viaje? -    Ya estoy en el aeropuerto, mamá… -    ¡Qué responsable te has vuelto!      ¡No olvides traerme una nuera de Italia! –oí que gritaba mi padre desde el otro lado del teléfono. -    Era tu padre, no le hagas caso, sabes cómo es –comentó, mi madre. -    Dile que le traeré una bella nuera italiana, madre –ella rio. -    Está bien hijo, yo le digo –en eso me entró otra llamada. -    Madre, debo colgar, me están llamando… ¡Muchas gracias por llamarme! Hasta luego. -    Mucha suerte, cariño -se cortó la llamada y quien me estaba llamando era mi jefe. -    Buen día, Julián ¿Ya estás en el aeropuerto? -    Buen día, señor Smith. ¡Claro que sí! Hace un rato que he llegado, mi vuelo aun sale a las nueve de la mañana. -    ¡Perfecto! –respondió muy alegre al saber que ya estaba en el aeropuerto– Sabes cuánto necesitamos del trato con Bianchi, todos esperamos que vengas el miércoles con excelentes noticias de Italia. -    Así será, señor Smith, muchas gracias por confiar en mí… -    Confío plenamente en ti, Julián. ¡Mucha suerte, hijo! Cuando llegues a Italia me llamas. -    Está bien, señor, hasta luego. Después de la llamada del señor Smith, me fui a que el personal de la aerolínea revisara mis documentos, mientras que mi maleta estaba siendo pesada para luego ser llevada a los carritos de carga que la llevarían al avión de mi vuelo; yo pasé por los filtros de seguridad sin ningún problema y luego vi en una de las pantallas gigantes del aeropuerto, la puerta asignada a mi vuelo. Fui una de las primeras personas en abordar el avión y sin duda la más emocionada. En cuestión de minutos, la gente iba llegando al avión que, se llenó casi en su totalidad en menos de 20 minutos; y digo casi, porque el asiento de mi costado estaba vació. Era el que daba a la ventana y como nadie venía me senté en él, me puse mis lentes oscuros y me quedé dormido, hasta qué… -    Oye, oye –alguien intentaba despertarme-, ese es mi asiento. -    ¡Oh! Perdona –respondí un poco sonámbulo, me puse en pie y salí al pasillo para dejar pasar a la joven señorita. -    Bueno, ya no te preocupes -me respondió luego de que se sentó en su asiento. -    Yo me acomodé ahí porque nadie llegaba –traté de justificarme- y pues, tenía mucho sueño –me saqué los lentes–. Soy Julián, mucho gusto –le ofrecí mi mano, ella ni volteó a mirarme. Llevaba un sombrero y lentes oscuros que no me dejaban ver su rostro. -    ¿Julián Reich? –me preguntó un poco confundida. -    Si… -respondí. -    No puede ser –murmuró lo más bajo que pudo. -    Soy Elena –al oír su nombre, sentí como mi corazón empezaba a acelerarse. Elena era mi ex novia, tuvimos una relación de ocho años y hace cuatro años que no nos veíamos. -    ¡Por un demonio! –exclamé– Sólo esto me faltaba. -    Si por mi fuera, me bajaría ahora mismo del avión –me espetó– pero el viaje que haré, es muy importante –ya se había sacado los lentes y el sombrero. Seguía igual de hermosa. -    Yo tampoco puedo bajar del avión, estoy yendo a cerrar un negocio -le respondí. -    Pues espero que te vaya bien en tu viaje de negocios…  -    ¡Gracias! Después de eso no cruzamos palabras. A través de los parlantes una voz nos dijo que el avión ya iba a despegar. Entonces nos abrochamos los cinturones de seguridad y el avión despegó. Era mi quinto viaje en avión, así que ya no tenía el miedo, ni los nervios del primer vuelo. Todo lo contrario, le pasaba a Elena, se agarró fuertemente de mi brazo derecho y me dijo que quería vomitar y la cabeza le daba vueltas, que por favor la ayudara por todo el gran amor que en algún momento de nuestras vidas nos tuvimos. Yo saqué de mi maletín de mano unos caramelos de limón y se los di. -    Chúpalos y respira hondo -le dije-, trata de tranquilizarte, todo estará bien. Ella estaba un poco torpe con las manos, así que abrí los caramelos y se los puse en su boca. Una auxiliar de vuelo pasó por nuestros asientos y al ver a Elena, en un estado nervioso, nos dio una botella de alcohol con pañitos. -    Si su esposa no se siente bien, me avisa por favor, para darle un calmante. -    ¡No es mi esposo! –gritó Elena. -    El avión despegará en cinco minutos –nos dijo la azafata sin prestarle atención a Elena- por favor cálmese y no se mueva. La auxiliar del vuelo se fue y yo me quedé con Elena. En un pañito húmedo eché alcohol y se lo puse en la frente. El avión ya estaba a media altura y se sentía cómo un temblor de seis grados, ella me dijo que por favor la agarrara y no la soltara por nada del mundo. Y así fue como después de cuatro años volví a agarrarle su mano. Cuando ya estábamos volando, Elena, se había olvidado por completo de lo mal que lo había pasado y de como yo la había ayudado. Agarró la Tablet que venía en su asiento y puso una película de amor. Era la primera película que ella y yo, vimos en el cine. -    Toma –me dijo ofreciéndome un auricular–, sé que te gusta la película -cogí el auricular y me lo puse en mi oreja derecha sin decir palabra alguna. Ella se puso el otro auricular en la oreja izquierda y le dio play a la película. Conforme avanzaba la película mi mente recordaba cada cosa que viví con Elena, cada cosa que nos decíamos y hasta cada beso que nos dimos. -    ¿Recuerdas lo que te dije, el día que me dejaste? –me preguntó de repente. -    Lo recuerdo cada día de mi vida… -Respondí. -    Pues no estaba equivocada –volteó hacia mí y me sonrió. -    Si no recuerdo mal; me dijiste que, si de verdad era el amor de tu vida nos íbamos a encontrar después de años, cuando ya estuviéramos más grandes de cuerpo y mente. -    Y míranos aquí, después de cuatro largos años… -    Sólo es un encuentro casual –le respondí. -    No tiene nada de casualidad encontrar a tu exnovio junto a tu asiento de avión, cuando son cientos de asientos en venta. -    Quizá, pero eso ahora ya no importa, mejor miremos la película -no quería volver a hablar del tema. A mi particularmente me dolía mucho, y más porque fui yo quien la dejó, pero no podía decirle que no ha habido un solo día en el que no me haya arrepentido de ello. Nos conocimos en una conferencia de nuestra universidad, ambos éramos estudiantes de postgrado, ya habíamos terminado nuestras distintas carreras. Aunque nuestras carreras no eran las mismas, tenían que ver con el diseño. Ambos amábamos dibujar -ella, diseños de ropa, y yo, autos-, nos gustaban los mismos libros y películas. Después de unos cuantos meses de salidas, le dije que sea mi enamorada y ella acepto al instante. No les puedo decir que, durante los ocho años de relación, no había problemas porque sería mentirles, pero siempre supimos salir adelante. Hasta que la relación se volvió rutinaria y decidimos ponerle punto final. Ella, me dijo: “Si de verdad eres el gran amor de mi vida, sé que nos encontraremos después de años; cuando ya estemos más grandes de cuerpo y mente”. Yo sólo me marché de su departamento y la dejé con todas sus ilusiones de un futuro reencuentro. Y ahora la tenía aquí junto a mí, volando a Italia y no tenía las fuerzas necesarias para decirle que llevaba esperando este día cuatro largos años, que desde que la dejé no he hecho más que arrepentirme y que no he vuelto a estar con nadie. La película avanzaba y mis silencios se volvían más profundos… -    En esta parte me diste el primer beso –me dijo poniéndole pausa a la película– fue en el cine, y justo al final de la película mientras todos salían, me dijiste para ser tu enamorada -ella me estaba sonriendo, era la misma sonrisa con la que la había dejado hace cuatro años, llena de ilusiones. -    Hubo días en los que luchaba por no ir a buscarte… -    Me hubiera gustado verte llegar a mi departamento ¿Por qué no lo hiciste? -    Ya no quería causarte más daño. -    Amar es sufrir… Y en ese tiempo no me importaba sufrir por ti. -    ¿Y ahora? -    No lo sé… Mejor miremos otra película. -    Está bien. Ya no volvimos a decir palabra alguna, por lo menos hasta que la nueva película terminó. -    Aún deben faltar cómo diez horas de vuelo –mencionó, Elena-, creo que mejor dormiré para llegar a mi reunión a tiempo. -    ¿De qué es tu reunión? -    Una marca italiana quiere comprar mis diseños de ropa, por eso necesito dormir para estar lista, porque a Italia llegaremos cómo a las cuatro de la madrugada, creo… –se recostó en mi brazo derecho, mientras bostezaba de sueño- ¿Te molesta? -    Para nada. -    ¿De qué es tu negoció? –me preguntó cuando ya estaba acomodada en mi brazo. -    He venido representando a la empresa Wild Irons -ella se sorprendió-, soy quien diseñó el Wild Cart 5000 -se separó de mi brazo y me miró con cara de mucho asombro-, junto a un compañero de la empresa. -    ¿Es, en serio? -    Si, ahora iré a una reunión con Alessandro Bianchi para cerrar un negocio importante. -    ¿Alessandro Bianchi, no es el italiano multimillonario, dueño de gran parte de centros comerciales en Asia? -    Si, es él. -    Vaya… ¿Y dónde se verán? -    En su mansión. -    Entonces te quedarás aquí más días –lo dijo un poco decepcionada– yo me regreso el mismo día que llego a Italia. -    Bueno, pues yo también, y quien sabe a lo mejor nos volvemos a encontrar. Después de eso ella se quedó dormida recostada en mi brazo, y yo me puse a escuchar un audio libro hasta que me quedé dormido junto a ella.
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