El ruido de una puerta siendo azotada y los pasos rápidos de Malina subiendo la escalera me indican que ya llegaron de las compras y que ella corre a la habitación antes de que mamá vea la cantidad de cosas que compró.
—Mi abuela hacía la salsa en el molcajete, pero era una friega hacerlo. Lo bueno que es ahora ya existe la licuadora.
Quizá yo no sé español, pero después de varios años con mi tía se puede entender el contexto que sus palabras llevan.
— ¿Extrañas México, tía?
—Harto —responde con una sonrisa—. Mucho, mucho —me traduce—. A pesar de todo lo que viví allá, es mi país y uno nunca olvida sus raíces.
Le sonrío, pero no continúo con esa plática porque no quiero traerle los malos recuerdos que la trajeron hasta aquí. Mi tía dice que está bien con su pasado, que ha perdon
