Pasaron los días y llegó el momento de la gran fecha donde Diane ya estaba lista para su entrada como toda una joven, lista, para la gran celebración de cumpleaños en la más alta sociedad, había ambiente de fiesta por toda la casa; que poseía un elegante salón diseñado para celebraciones, que podía albergar cómodamente unas cuatrocientos personas, todo estaba decorado elegantemente para la ocasión, habían arreglos florales y una
exquisita y elegante decoración.
Cuándo ella se envolvió en su maravilloso y atrevido vestido, se veía espectacularmente bella, la esbeltez de su cuerpo era notable, el maquillaje era sencillo, resaltando la belleza de sus ojos, sus hermosos pómulos y sus sensuales labios; cuando sus padres la vieron ya para entrar en el gran salón quedaron gratamente sorprendidos, estaba sencillamente bellísima.
Empezaron a llegar los invitados, entre amigos de la familia y personalidades importantes, muy pronto el lugar estuvo lleno de personas ansiosas por dar la bienvenida en sociedad de la hermosa Diane Curtis.
Anthony su padre, estaba de anfitrión al igual que su esposa Alexandra, recibiendo a cada invitado y dándole el honor que merecían al llegar, en eso estaban cuando lo vieron hacer su entrada, el gran Arthur Mccartney estaba avanzando hacia ellos con una enorme sonrisa.
Extendió su mano al mismo tiempo que saludaba a sus anfitriones diciendo:
— Muy buenas noches, mis distinguidos anfitriones— dijo al tiempo que estrechaba la mano de Anthony y a su esposa le besaba la mano con galantería.
— Muy buenas noches Arthur, es un honor tenerte entre mis más distinguidos invitados— dijo halagador Anthony— siéntete a gusto; y lo acompañó hasta el interior del salón.
Ya era el momento de su hija bajar al salón; y su padre había hecho los arreglos para que a la hora de mostrarse fuese lo más inolvidable por estar de cumpleaños, sus padres querían que todos conocieran lo bella que era su pequeña heredera. Sonaron los efectos de sonidos y una voz anunció la entrada de la joven quien descendió con movimientos sinuosos, bajando por la escalera.
Los aplausos se escucharon con estruendo y un oh de admiración y asombro retumbó por el gran salón y es que la manera como Diane llevaba su vestido era espectacular; parecía un guante que se amoldaba a su cuerpo, hermosamente formado.
Empezó el gran baile y ella se movía por la pista como pez en el agua, no cabía duda, ella era la reina de esa noche y lo estaba disfrutando, sonreía con coquetería a todos, en especial a los especímenes masculinos.
Arthur estaba hipnotizado con la belleza de la chica, la seguía en cada movimiento, estaba fascinado ante la gracia de aquella joven, se acercó hasta ella y la siguió en sus movimientos al son del baile que ella ejecutaba.
Sus movimientos eran tan sensuales; y ella lo miraba a los ojos tan provocadora a que le hizo erizar la piel de todo su cuerpo, gotas de sudor llenaron su frente y comprendió que quería a esta chica en su vida, en su cama y en todo lo que emprendiera.
Ella se sintió deseada por aquel hombre y le gustó lo que vió en sus ojos, coquetamente lo sacó de la pista de baile, dejando que él la tomara por la cintura enlazando sus cuerpos en una danza provocativa; Arthur iba siguiendo el ritmo y al mismo tiempo, admirando el vaivén de las caderas de ella, al bailar.
Terminó la exposición de baile todos sus invitados estaban admirados de la belleza de Diane, todos los que quisieron participar entonces empezaron a disfrutar de la música al bailar.
Llegó la hora de hacer la presentación:
— Damas y caballeros,buenas noches— resonó la voz de Anthony al presentar a su hija.
— Ésta es mi hija Diane Curtis— dijo señalando con orgullo hacía donde ella estaba.
Ella saludó y dijo:
— Hola distinguidos invitados, bienvenidos todos a mi fiesta, por favor disfruten de todo lo que se ha preparado con mucho cariño para todos nosotros.
Todos quisieron acercarse y felicitar a la cumpleañera y ella cual reina los atendía atentamente. En ese momento se acercó su padre con Arthur y ella fijó sus ojos extrañamente azules en él con curiosidad.
— Hija, te quiero presentar al señor Arthur Mccartney— dijo con ostentación Anthony.
Arthur se inclinó y besó la mano de ella encantado de tenerla tan cerca y dijo:
— Sé quién eres princesa, soy Arthur Mccartney, a tus pies siempre.
Ella le sonrió coqueta, y dijo:
— Hasta que te conozco Arthur, es un honor tenerte para mí, en esta noche maravillosa.
Lo invitó a disfrutar de todo lo presente, siguió con los otros invitados, no sin antes dirigir miradas a Arthur que harían poner de colores a cualquier persona, menos a Diane, ella sabía lo que quería y cuando encontraba su objetivo no descansaba hasta conseguir lo que se proponía.
Aparentemente, ella ya tenía un objetivo en mente y ya estaba buscando estrategias para alcanzar lo que se había propuesto.
Diane, no tenía idea de lo que sus miradas provocaron en el millonario Mccartney, quién inmediatamente buscó al padre de la chica, pues ya tenía un negocio entre manos.
Al acercarse a Anthony dijo:
— ¡Tu hija es espectacular, estoy encantado con su personalidad!— su voz sonaba llena de emoción.
— Lo sé mi amigo y es también una excelente mujer de negocios, a pesar de ser tan solo una jovencita — manifestó Anthony con orgullo.
— Has pensado en la condición que te pedí para nuestra sociedad — preguntó Arthur directamente.
—¿Quieres que hablemos de eso?— preguntó Anthony— vamos a mi estudio, allí no habrá molestias.
Diane parecía un felino moviéndose tras la presa, y no perdía de vista al millonario, ya había trazado un plan y lo seguiría a pie juntillas, lo vio hablar con su papá y estuvo pendiente de cada movimiento que ellos daban.
Por eso vio, cuando Arthur hablaba con su padre y miró cómo se dirigieron hacia el estudio, se introdujeron en el lugar; y no se preocuparon en ver, si la puerta había cerrado por completo, pues nadie estaba tras ellos, sigilosamente ella se introdujo en la habitación, como un Tigre tras su presa.