Embarazada.

1578 Words
 Había corrido despavorida por las calles de París mientras me sentía culpable y muy mal de haber asesinado a sangre fría a aquel hombre. ¿Qué ocurrió conmigo? ¿Cómo es que sé usar armas y defenderme? ¡Nunca había tomado clases! Me sentía confundida y abatida. Divagaba mientras me preguntaba qué haría, no podía ir a la policía. Pues había matado a alguien, ¿Qué sería de mí? me sentía abrumada, mi mente no lograba pensar con claridad, tampoco entendía como era posible que mi cuerpo reaccionará así ante el peligro. No recordaba nunca haber tenido un arma en mis manos, tan siquiera sostenerla. ¿Como fue posible que logrará hacer todo eso? ¿Acaso era policia en mi vida anterior? no entendía nada y eso me mataba la cabeza, sentía mucho miedo. ¿Y si me estaban siguiendo? no sabía quien era, que fui o si tenía enemigos. Me encontraba sola, no podía contar con nadie, que podría hacer si em encontraban, era terrible no recordar, tener lagunas mentales de tu personalidad y vivencias. Quería recuperar mis recuerdos a como diera lugar, necesitaba saber que fue de mí. Porque sabía todas esas cosas y si estaba involucrada en algo ilegal o legal, pero debái encontrar la repuesta al porque sé usar armas.   No traía nada conmigo, camine desolada por las frías calles, el invierno nos estaba azotando con brío. Llegué al umbral de la puerta de la casa de Mónica, sabía que no estaba pero también sabía dónde guardaba su llave de emergencia. La busque detrás del medidor de luz y entre a la cálida casa. Me quite las sandalias, llame a Mónica explicándole todo lo sucedido, excepto claramente que era una asesina. Me dijo que me quedara todo lo que necesitara. Coloqué a llenarse la tina, mientras preparaba un chocolate caliente. Había encendido la chimenea y buscado ropa de Mónica.    Después de tomar una refrescante y merecida ducha, me coloqué una pijama acolchada y unas medias de felpa. Me senté cerca de la chimenea mientras bebía mi bebida caliente, toda mi vida era incierta. Había una intuición dentro de mí que me decía que algo no estaba bien. Pero al no comprenderlo, disfrute de la soledad de aquella acogedora casa, mientras mis pensamientos eran nublados por la culpa de arrebatarle la vida a un ser humano. Claro que sí no lo hubiese hecho, probablemente no estuviera viva, me excusaba diciendo que fue en defensa propia.   Por otro lado debía hacer algo, no podía quedarme más en aquella casa. Estaba en peligro, esos hombres podían volver en cualquier momento. Lo mejor era irme lejos, necesitaba ir a buscar mis pocas cosas. Pero no quería hacerlo sola, me daba miedo el solo hecho de pensar que aún podrían estar allí. Quizá podía escribirle a Sebastián, el único amigo que tenía. Era mi compañero escritor para la revista.    Busque su número en la página de la revista y lo llamé. Sabía bien que para Sebastián yo no era una simple amiga, le gustaba pero no era correspondido. Me dijo que mañana me acompañaría a primera hora a buscar mis cosas, sin embargo le dije que no podía llamar a la policía. Puesto que me habían amenazado y le invente un poco de cosas. Con toda la vergüenza del mundo, pero no podía exponerme. Me levante del suelo y sentí un mareo terrible además de nauseas. ¿Me hizo daño el chocolate? Qué raro, sentí como subía mi bilis por mi garganta y corrí al baño, coloque mis manos en el wáter y vomite. Lave muy bien mis manos y rostro. ¿Qué me había caído mal? No recordaba haber comido nada grasiento o con químicos. Me sentía débil y todo me daba vueltas, camine a paso rápido hasta la cama y me abrigue muy bien hasta quedarme dormida. Al día siguiente desperté sintiéndome mucho mejor, opte por darme otra ducha y alistarme. Volví a usar la apretada ropa de Mónica, que me quedaba muy ajustada. Vi en su armario unas botas negras, un dolor fuerte se posicionó en mi sien mientras un flashback inundo mi mente.   *FLASHBACK* Ajuste mis botas negras mientras guardaba un arma pequeña en ella, otra en el dorso de mi pierna y un cuchillo en mi muslo. Me coloque un chaleco antibalas mientras abrochaba un cinturón en mi cintura con más armas. *Fin del flashback* ¿Qué había sido todo eso? ¿Acaso era yo la de aquel recuerdo? ¿Por qué sabia usar armas? ¿Por qué me había visto a mí misma haciendo aquello? Me dolía la cabeza, sentía como si miles de agujas entraban y salían punzando la zona que tanto me molestaba. Termine por ignorar todo aquello y tomar medicina. Sebastián paso por mí a la hora que habíamos quedado, estábamos de camino a mi antigua casa. —¿Segura que estás bien? Te ves algo pálida.—preguntó nuevamente. —Estoy bien, solo es migraña—respondí—, ¿Le dijiste algo a Sald?—pregunté refiriéndome a nuestro jefe.   —Sí le explique qué te habían intentado robar y estabas muy asustada.—respondió—, La verdad no se lo tomó nada mal. —Al menos, bueno ya llegamos es aquí—avise al tiempo que se detenía.   Bajamos del auto y nos aproximamos a entrar a la casa, revisando primeramente que no hubiese alguien dentro. Luego de verificar que no había nadie, entramos y no podía creer lo que veía, todo estaba en su sitio. Como si no hubiese ocurrido nada, me sentí desconcertada. ¿Cómo era que todo estaba en orden? Cuando forcejee con ellos tire muchas cosas al suelo y rompí otras. ¿Qué rayos estaba sucediendo? ¡Querían volverme loca! —Amelie, ¿te sientes bien?—preguntó nuevamente, asentí—, ¿Y bueno, que ha sucedido aquí? Parece que todo esta bien. —No lo sé, te juro que entraron, Sebastián—me defendí—, No sé cómo es que todo está en orden, pero te aseguro que no te miento. —Te creo nena, te creo—consoló—, Quizá fue su estrategia para asegurarse de que si los denunciabas, no habría evidencia. —Tienes razón, también creo eso.—respondí. Empaque mis cosas más importantes en mis valijas, había decidido que renunciaría y me iría a otro país. Empezaría de cero, tenía la sensación de que me vigilaban y que me harían daño estando aquí. Tomaría un vuelo al azar, pero antes debía terminar unos asuntos pendientes para la revista. Sentía un hueco en mi estómago, mientras la sensación de mareo y nauseas seguían en mi sistema. Le pedí a Sebastián que se detuviera, abrí la puerta del auto y vomite nuevamente. El muy amablemente me tendió toallitas húmedas y me limpie. Moría de la vergüenza, me había sonrojado y lo sabía. —Deberías ir al doctor, no es normal que estés tan pálida y vomites—sugirió Sebastián y negué inmediatamente. —, No me importa que no quieras ir, te llevaré yo mismo.   Negué nuevamente alegando a que era un virus cualquiera, pero no me hizo caso. Insistió tanto que termine aceptando ir, al llegar me hicieron lo rutinario, además de esas tediosas pruebas. Espere más de una hora por los resultados de laboratorio hasta que finalmente llegaron. —Amelie Bonard—llamó la enfermera.—, Ingrese por favor. Entre sin Sebastián para sentirme menos incomoda, al hacerlo el doctor me pidió que me sentará lo hice y lo vi sonriente. ¿Acaso mis resultados eran buenos? No entendía su carisma, lo bueno del caso era que no había noticia mala. —Permítame felicitarla señorita, está usted en el estado—anunció sonriente. Lo mire sin comprender. —¿Disculpe?—pregunté sin entender a lo que se refería.—, ¿De qué estado habla? —¡Esta embarazada!—exclamó con alegría. —¿Qué yo qué?—pregunté sorprendida levantándome en seguida.—, ¿Es una broma, verdad? ¿Me están filmando?—interrogué buscando una cámara oculta. —¿No se lo esperaba?—preguntó sorprendido. —Señor soy soltera y no he tenido…relaciones por un largo tiempo—respondí—, ¿Está usted seguro que no es un error? —Me temó que no, su prueba fue hecha con su sangre. Por lo que es un 99% segura.—avisó. Me entregó el papel donde decía “Prueba de embarazo positiva”, me lleve las manos a mi rostro, estaba más que sorprendida, me sentía confundida y muy desconcertada.  ¿Quién era el padre? Era la pregunta que más repetía mi subconsciente. ¿Acaso fui violada? Tenía una laguna mental, mi terapeuta me lo dijo, perdí la memoria por un accidente. ¿De quién esperaba un hijo? ¿Qué haría con un hijo sin padre? Las dudas y miedo invadieron mi ser, salí despavorida a la sala de espera donde Sebastián me miro con temor. Sin decirle nada pedí el ascensor y el me siguió sin rechistar, estaba muy confundida. Pero estaba hecho, tendría al bebé. No podía simplemente negarle el derecho a nacer. Ahora más que nunca tenía un motivo para empezar de cero en otro lugar, le pedí a Sebastián que me llevará al aeropuerto. Lo hizo sin rechistar y por suerte no preguntó nada en todo el camino. Al llegar compre el primer vuelo que salía con destino a…   
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