Episodio 1

989 Words
Al abrir mi puerta me encontré con la silueta de mi pequeña Eliza. Estaba planta frente a mi con el rostro adormilado y completamente descalza. Cerré mi dormitorio y me deslice hacía ella. La cargue en mis brazos y dejé que se recostara sobre mi hombro. Eliza era una niña pequeña y delgada. Así que no sentía su peso en mis brazos. Acaricie su cabello castaño mientras la cargaba y en voz baja le pregunté. -¿Qué haces aquí cariño? A lo cual ella me respondió levantando ligeramente su cabeza y frotándose sutilmente los ojos. - ¡ Ay que ir al cole! Ver su carita redondita reflejar una tierna sonrisa me enamoro. Tenía las mejillas sonrojadas y su expresión era adorable. - Tienes razón. ¡Debemos ir al cole! Le dije mientras le devolvía la sonrisa. Al llegar a su habitación prepare su ropa para el baño y sus zapatos. A Eliza le gustaban mucho los vestidos así que le prepare uno que fuera bien con su piel blanca. Y lógicamente los zapatos irían a juego. La bañe, cambie y peine. Y ya estaba lista. Mientras contemplaba el resultado de mi trabajo alguien se hizo presente en la habitación. Era Nicolás, por lo visto había conseguido calmarse y prepararse para ir a trabajar. Me abrazó por la espalda y beso mi hombro. Luego se acercó a Eliza y le dio los buenos días. - ¡Buenos días princesa! Le dijo mientras la elevaba por los aires estropeando así mi arduo trabajo. Se notaba que mi hija estaba disfrutando de ese momento, pero mi yo artístico estaba horrorizada. Las bellas coletas que le había hecho se movían con desenfreno, soltando así las cintas que las sujetaban. Tire del brazo de Nicolás y le pedí que bajara a Eliza. Aunque ya era tarde, debía impedir que el peinado se estropeará más. - ¡ Vamos detente! ¡ mira lo que has hecho! Le grité mientras intentaba reparar el peinado. En ese momento sentí como Nicolás se reía a mis espaldas contagiando así la risa a mi hija. Eran unos inconscientes. Nicolás agarró mis hombros nuevamente y me arrastro hacia la puerta de la habitación. - Yo me ocupo. ¿Así que por qué no preparas el desayuno? Me dijo él mientras cerraba la puerta en mis narices. Me quedé perpleja ante lo que había sucedido y no pude decir ni una sola palabra. Ante aquella situación no me quedo más remedio que dirigirme hacia la cocina y planear el envenenamiento de mi marido. Se que fue un pensamiento loco, pero el hecho de haberme cerrado la puerta en las narices fue insultante. Y mi cabeza promulgaba venganza. - ¡Pero que tonterías estoy pensando! Me dije a mi misma mientras soltaba un suspiro de resignación. Mi especialidad es la cocina, amaba preparar ricos postres y comidas. Así que me puse mi delantal y me puse manos a la obra. Prepare unos ricos pancakes con miel y fresas. Algo de fruta picada y unos ricos huevos revueltos con beicon. Entre tanto vi a Nicolás y a Eliza entrar en la cocina. Por lo visto les había llevado más tiempo de lo normal arreglar el peinado de Eliza. Aunque desde mi punto de vista era mejorable, lo acepte por la falta de tiempo. Ambos se sentaron a la mesa y todos empezamos a desayunar. Mi hija como siempre disfrutaba con lo que le preparaba y pude ver su cara de satisfacción con cada bocado. - ¡Mamá, todo esta delicioso! Me dijo con la boca llena de pancake. - ¡Mamá! ¿ Has visto que papá hoy está muy guapo? - No, no me había fijado. Le contesté con malicia. Por supuesto estaba mintiendo pero no lo elogiara después de lo que me hizo. Así que decidí ignorarlo. Aunque era muy complicado hacerlo. La camisa blanca que llevaba le sentaba muy bien. Podía apreciar claramente sus fuertes brazos y los músculos de su pecho. Su cabello oscuro peinado y colocado hacia atrás le daban una apariencia muy formal. Pero sus ojos rasgados como si fuera un gato le hacían ver salvaje. Sin darme cuenta nuestras miradas se encontraron mientras lo observaba. Él desvío la mirada y soltó su sonrisa burlona. Al verlo mi rostro se enrojeció de vergüenza y me levanté apresuradamente de la mesa. Me dirigí hacia el fregadero y coloque los platos en él. Mi corazón no sé calmaba a pesar de la distancia. Nicolás podía despertar en mi sensaciones muy extrañas con los actos más simples. En ese momento una respiración se hizo presente en mi oído. Al girarme ligeramente me di cuenta de que me encontraba de frente con el rostro de Nicolás. Sentí como sus ojos se clavaban sobre los míos y sin darme cuenta se acercó lo suficiente como para rozar nuestros labios. Mi corazón empezó a latir más fuerte y mi rostro ardía como si me quemará. - Cuando vuelva, terminaremos lo de esta mañana Me susurró en el oído. Esas palabras me ruborizaron completamente, pues el recuerdo de lo sucedido volvió a mi memoria. Nuevamente volvió a mis labios y me besó con pasión. No me dio tiempo a reaccionar. Me sentí como un ratón a merced de un gato. Antes de que mis respuesta saliera por mi boca, la voz de Eliza se hizo presente. - ¡Beso!! Beso! Grito con frenesí. Tanto Nicolás cómo yo nos alejamos en ese instante. Y él se dirigió hacia ella. Besó su frente y se despidió. - Si mi princesa quiere un beso, papá se lo dará. Yo solo pude ver la escena. Verlos juntos era una escena maravillosa. - ¡Adiós papi! Que te diviertas en tu trabajo. Le dijo Eliza con una tierna sonrisa. Él volvió a mirarme desde la distancia y me sonrió. - Te veo a mí vuelta. No me extrañes demasiado. Me dijo él mientras se giraba y salía por la puerta.
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