Capítulo siete La camisa de Khan tiene una mezcla de aromas que me hace torcer los ojos del placer que está teniendo mi nariz. Me tiro en la cama después de haber llegado a la casa y aspiro las sabanas con medio polvo por no poder dormir hoy y ayer en ellas, me giro de manera abierta y me quedo viendo un punto fijo en el cielo raso de la habitación. Que loco es todo lo que ha pasado en menos de cuarenta y ocho horas. Va todo desde una simple marca de pintura en el capo del auto hasta el enorme susto que me dio él cuando creí que había matado a alguien. Joder, y vaya que me asuste. Después está lo de volver a casa y de último lo de su camisa que me dejó una forma muy bonita en la mente de lo que puede ser ese hacker o por así decirlo, porque vuelvo y lo repito. Khan, de hacker

