Alexander Klingthon
El sonido de la puerta al abrirse fue errático. Forzado. Como si el miedo también entrara con ella.
Me giré desde el estudio, el ceño fruncido. Erika levantó la vista desde la cocina. Acabábamos de aterrizar esa mañana, y nada en el itinerario incluía ver a nuestra hija sangrando.
-¿Meliza? -dijo Erika, saliendo apresurada.
La vi antes de que hablara. El cabello enmarañado, las manos temblorosas, una línea seca de sangre cruzándole la frente. Iba sola. Sin Ricardo.
-Papá... mamá -dijo, sorprendida-. ¿Qué hacen aquí?
-Vinimos sin avisar. ¿Qué pasó? -pregunté, caminando hacia ella. Mi voz ya era otra. El tono que reservo para cuando el mundo se convierte en amenaza.
-Fue un intento de robo... -contestó con rapidez-. En el centro comercial. Lucía y yo salíamos de una tienda. Un coche, dos tipos armados, disparos... un caos. Estoy bien. Solo fue esto -señaló la herida superficial.
La tomé del mentón, observando con precisión. La herida era leve. Pero no era eso lo que me preocupaba.
-¿Y Ricardo? -pregunté.
-Yo le pedí que fuera por algo. No estaba conmigo.
Erika fue por el botiquín. Yo me limité a asentir. La ayudamos a sentarse en el sofá. Su cuerpo aún temblaba, aunque fingía calma.
Vi el silencio en sus ojos. La omisión. Algo más había pasado.
Pero no la presioné. No aún.
♦️
Cuando ella subió a ducharse, llamé a Ricardo. Entró al estudio en cuanto se lo ordené. Su rostro ya mostraba culpa.
-Señor Klingthon -saludó, firme.
-¿Dónde estabas?
-Meliza me pidió que fuera por un encargo. Me dijo que estaría con Lucía y que estaría segura.
-No te pedí excusas. Quiero los hechos.
Ricardo bajó la mirada un segundo. Luego habló.
-Llegué justo después del tiroteo. Las cámaras del centro lo confirmarán. Vi cómo un hombre los enfrentó. A los dos agresores. Lo sacó de inmediato. Preciso. Sin dudar. Protegió a las chicas. Las cubrió. Uno de los atacantes cayó herido. El otro huyó. Nadie se atrevió a intervenir.
Me tensé. Crucé los brazos.
-¿Lo conoces?-pregunté, manteniendo la mirada fija en él.
Ricardo asintió, con algo de duda en el rostro.
-Estudia con la señorita Meliza. He visto su expediente en la universidad cuando revisamos su entorno. Nombre: Yakov. Perfil limpio. Muy reservado. Nunca lo consideré una amenaza.
-¿Y hoy?
Hizo una pausa. La mandíbula apretada.
-Hoy lo vi disparar como alguien entrenado. Sin titubeo. Sin errores. Se movía como si estuviera en su entorno. Como si llevara toda la vida en eso. Protegió a Meliza como si fuera su prioridad.
-¿Lo reconociste de algún otro lado?
-No, señor. Solo de la universidad. Y... bueno, he visto que a veces habla con Lucía también. Nunca con demasiada confianza.
Erika entró en ese momento, sin pedir permiso. Había estado escuchando desde la puerta. Me miró, luego a Ricardo.
-¿Dijo algo? ¿Se presentó? -preguntó ella.
-No -respondió Ricardo-. No intentó explicarse. Solo las sacó del lugar, rápido. Yo llegué cuando el coche ya se había marchado. Apenas las vi entrar aquí, vine directo.
Asentí.
-Bien hecho. ¿Lo viste llevarse algo? ¿Teléfonos? ¿Identificaciones?
-Nada. Iba solo. Después un equipo lo alcanzó y empezó a marcar perímetro, el solo llevaba el arma.
Erika cruzó los brazos, pensativa.
-Entonces es hora de saber quién es en realidad.
Me giré hacia Ricardo.
-Tú vuelve a lo tuyo. Pero mantente cerca de Meliza en todo momento. Sin que lo note cuando decida ir sola. Si vuelve a encontrarse con ese chico, quiero saberlo. Y si ves algo fuera de lugar, actúas sin esperar órdenes.
-Entendido -dijo él, firme, antes de retirarse.
Erika Klingthon
-Yakov no tiene historial médico ni escolar antes de los diez años -dije, ampliando la ficha en el celular-. Ni una sola mención en bases públicas o privadas antes de esa edad. Es como si no hubiera existido.
Alex me miró desde el escritorio, atento.
-¿Desaparecido?
-No. Inventado.
Deslicé los dedos sobre la pantalla, haciendo zoom en una de las capturas de seguridad del centro comercial. Ahí estaba el chico. Postura defensiva. Precisión militar. Pero había algo más.
Un rostro en segundo plano. Uno de los hombres que marcó perímetro después del ataque. No era un simple matón. Reconocí la cara.
-Este -dije, señalándolo-. Es Boris. Ex-Rusia, trabajado en Berlín, Roma y Sudamérica. Último registro: seguridad personal de Angelo Ivanov.
Alex se tensó al escuchar el nombre.
-¿Estás segura?
-Lo suficiente como para ir a preguntarle yo misma.
♦️
A Angelo no se le visita sin que lo sepa. Así que no perdí tiempo en fingir una entrada sutil. Lo hice llamar.
Nos vimos en una de sus propiedades fuera de la ciudad. Seguridad reforzada. Como siempre.
Él me recibió con su arrogancia elegante. Bien vestido. Una copa en la mano. Sonrisa tibia que no le llegaba a los ojos.
-Erika Klingthon... esto sí que es un honor.
-Corta la cortesía, Angelo. Solo tengo una pregunta.
Se sentó sin invitarme a hacer lo mismo. Lo respeté.
-Uno de tus hombres estuvo marcando perímetro en el ataque de esta mañana. Boris.
Su expresión no cambió, pero sus ojos sí.
-¿Y?
-¿Para quién trabaja ahora?
-Eso es información privada.
Me incliné hacia él, apoyando las manos en la mesa. Mi tono no tenía borde, tenía filo.
-Cuando alguien aparece armado junto a mi hija, la privacidad deja de existir.
Angelo sonrió con calma. Bebió un sorbo. Luego habló.
-No es mío. No ahora. Lo presté hace meses a alguien... con un objetivo personal. Confío en él. Pero no lo superviso.
-¿Y esa persona?
-También es privado.
Me mantuve firme. Él me observaba, como si buscara leer más de lo que decía. Pero yo ya lo había leído a él.
-No sabes quién soy cuando me enojo, Angelo. Y no tienes idea de lo que puedo hacer cuando me tocan a mi hija.
Él dejó la copa.
-Y tú no sabes quién es el chico que protegió a tu hija esta mañana.
Silencio.
Angelo se inclinó hacia mí, y por primera vez su voz se volvió seria.
-Si de verdad quieres respuestas, Erika... no busques a Yakov.
Busca lo que hubo antes de que existiera ese nombre.
Mis ojos se afilaron. Él lo sabía.
-¿Qué estás insinuando?
Angelo dejó la copa con suavidad. Sus dedos permanecieron sobre el cristal, girándolo apenas.
-Hay personas que nacen en el caos... y otras que lo sobreviven. Él pertenece a lo segundo.
Y los que sobreviven... nunca lo hacen siendo los mismos.
Me mantuve en silencio. Él alzó la mirada, más oscuro esta vez.
-No encontrarás registros porque no los dejó atrás. Los enterró.
Me giré sin responder.
La conversación estaba terminada.
Pero mientras salía de la sala, su última frase me siguió como un eco venenoso:
-No te preguntes por qué estaba con tu hija.
Pregúntate por quién la estaba observando antes que tú siquiera lo notaras.
Nota de la autora
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aqui estan algunos personajes nuevos
¿que les parece este nuevo capitulo?