10 Capitulo 9: Te elijo, incluso con miedo

2370 Words
Liam El cuatrimestre comenzaba a cerrarse y, con él, las rutinas cambiaban. Las evaluaciones finales, los proyectos acumulados, los pasillos cargados de estrés… y aun así, cada vez que la veía, todo se silenciaba. Los días han pasado con una calma tensa, como cuando sabes que una tormenta ya ocurrió, pero aún no estás seguro de si dejó todo en su lugar o simplemente lo reacomodo de forma diferente. Después de esa noche con Meliza, en la que nos dimos el “sí” definitivo, sentí una mezcla de alivio y responsabilidad. Ella confió en mí, a pesar de la confusión. A pesar de esa maldita foto. A pesar de que ni yo mismo sabía cómo explicar la presencia de Natalia en ese momento tan inoportuno. Pero no mentí. No oculté. Simplemente… no supe cómo enfrentar algo que ya no era parte de mi presente, pero que de algún modo aún ensuciaba mi sombra. Han pasado tres semanas desde entonces. El semestre se va cerrando como un libro ya leído. Los pasillos de la universidad tienen ese murmullo característico de fines de noviembre: trabajos finales, presentaciones, despedidas, promesas de vernos "en el siguiente cuatri" que casi nunca se cumplen. Y entre todo ese caos académico, Meliza y yo… seguimos. No perfectos. No de película. Pero reales. Lo suficiente como para que nuestras discusiones duren menos, y nuestras conversaciones duren más. Ella sigue siendo todo lo que pensé que no merecía: genuina, fuerte, sensible cuando nadie la ve. Me gusta cómo baja la mirada cuando se ríe de verdad. Me gusta cómo finge que no me busca entre los pasillos… aunque lo hace. He sido más transparente. Aclaré lo de Natalia. Le conté todo. Que fue alguien importante hace años. Tuvimos una historia breve pero intensa. Me buscó recientemente, sí. Que lo dejó claro: quería una segunda oportunidad. Que me besó la mejilla sin pedir permiso. Que me descolocó. Pero también le dejé claro que no había marcha atrás. Que esa puerta estaba cerrada… con llave, y que la llave la tenía Meliza ahora. Ella no dijo nada al principio. Solo me miró largo rato. Y luego asintió. Eso bastó. A veces el perdón no viene con un “te perdono”, viene con un “sigo aquí”. A veces nos veíamos solo unos minutos entre clases. Otras, escapamos a algún rincón del campus donde el mundo no nos alcanzara. Ella solía llevarme café —aunque le saliera caro su ritual— y yo le dejaba notas escondidas entre sus apuntes. Pequeños gestos que nos decían "estoy aquí", sin tener que decirlo. —Te ves más distraído últimamente —me comentó el profesor Gaitán en la sala de maestros. Le respondí con una sonrisa. —Estoy bien. — respondí, por qué en verdad me siento bien, al lado de la mujer de mi vida. Claro que no todo era perfecto. Lucía comenzó a mostrarse más… presente. Aparecía en momentos inoportunos. Preguntaba por cosas que no le correspondían. Una tarde incluso esperó a que terminara mi clase para ofrecerme "ayuda" con los trabajos finales. —Seguro estás saturado, profesor. Puedo organizarte los expedientes, si quieres —dijo, con esa sonrisa que me pareció demasiado ensayada. —Gracias, Lucía. Pero ya tengo todo en orden —respondí con amabilidad, pero con una barrera sutil. No quería ser grosero. Era una alumna. Y aun más que eso, es la mejor amiga de mi novia, Pero también empezaba a notar algo en su forma de mirarme que me incomodaba. Una noche, mientras esperaba a Meliza en la biblioteca, Lucía apareció entre los pasillos como si lo hubiera planeado. —Qué coincidencia —dijo, con un tono casual mientras se acomodaba el cabello detrás de la oreja—. No pensé que vendrías a esta hora. —Estoy esperando a Meliza. Vamos a estudiar juntos —respondi sin rodeos. Lucía sonrió, pero algo en su mirada destilaba otra intención. —Debe ser lindo tener a alguien con quien compartir tanto… incluso el tiempo entre libros. Alce una ceja, notando el matiz. —Sí. Lo es. Lucía dio un paso más cerca, cruzando los brazos sobre el pecho con falsa inocencia. —A veces me pregunto si ustedes dos son tan compatibles como aparentan. Meliza es… diferente. Muy emocional, Muy… joven, incluso hasta un poco inmadura. Trate de ignorar sus palabras mientras mantenia mi mirada serena. —¿Y eso qué implica? —Nada —respondió ella, alzando los hombros—. Solo digo que a veces la gente se deja llevar por la emoción, y se olvida de lo que realmente necesita. De lo que podría tener si mirara en otra dirección. Entendi entonces que ya no hablaban solo de Meliza. —Lucía —dije con voz firme, pero amable—. Aprecio tu preocupación, pero no necesito mirar en otra dirección. Lo que tengo con Meliza no es solo emoción. Es real. Y lo cuido porque vale la pena. Ella bajó la mirada por un segundo. Luego sonrió, aunque sus ojos no lo acompañaban. —Claro, profesor. Solo era una charla. No te preocupes. Y se fue sin decir más, dejando tras de sí un rastro sutil de tensión… y la certeza de que no se detendría tan fácilmente. --- Con Meliza, todo fluía. Una noche me invitó a su casa. Estaba decorando el arbolito con su familia. Risas, luces tenues, olor a chocolate caliente. Me presentó como su novio sin miedo. Y ahí supe que esto era real. No éramos un secreto, ni un capricho. Éramos dos personas que, a su manera, estaban apostando por algo sincero. Cuando nos quedamos solos en la sala, entre adornos y cajas vacías, me miró con esa expresión que desarma. —¿Crees que esto dure? —No tengo dudas —le respondí—. Me costó mucho encontrarte. Y no pienso soltarte por un malentendido o una fotografía malintencionada. Bajó la mirada y asintió. Aún recordaba la imagen. La duda. El miedo. Pero también recordaba mis palabras, mis actos, mi constancia. —Gracias por quedarte —le dije, tomándola de la mano. Ella se acercó y me besó como si ese "gracias" hubiera sido una promesa. Como si ella también supiera que estábamos en esto, juntos. Meliza (esa misma noche después de que Liam se fuera) Esa noche, después de que todos se fueron, me quedé un momento sola en la sala. Las luces del arbolito seguían parpadeando con suavidad, llenando el cuarto de una calidez casi mágica. Aún podía sentir la mano de Liam entrelazada con la mía, el peso tranquilo de su presencia, la forma en que me miró cuando lo presenté como mi novio frente a mi familia. Nunca antes lo había hecho con alguien. Y no porque no hubiera tenido parejas, sino porque nadie me había hecho sentir esa certeza. Liam era diferente. Mientras ayudaba a nana Laia a recoger unas tazas vacías y doblaba una manta sobre el sillón, repasaba la noche en mi mente. Su risa mientras decoramos. Cómo se adaptó sin esfuerzo, como si siempre hubiera estado ahí. Lo bien que se llevó con mi mamá, el modo en que mi papá lo observaba con una ceja levantada… y aun así, lo aprobó. Lo sentí. Y yo… yo me sentía plena. — Me gusta esa sonrisa tuya, niña, desde que llegó el joven Liam a tu vida, te vez más feliz, más llena. —Si Nana, en estos meses que emos estado viéndonos y las semanas que tenemos de novios me a demostrado que siempre estará para mí. Nana solo sonrió y siguió guardando las tazas. Yo subí a mi habitación con el corazón aún latiendo con fuerza. Hasta que recibí un mensaje de Lu Lu "¿Todo bien? Parecías nerviosa con tanto alboroto. Espero que no te incomodara que él estuviera tan pendiente de ti." Le respondí con un emoji sonriente y un “todo perfecto”, sin pensar demasiado. Lucía siempre había sido protectora. A veces demasiado, pero se lo atribuía a su forma de ser. Me defendía incluso cuando no lo necesitaba. Y aunque últimamente notaba ciertos comentarios raros de su parte, pensaba que era por estrés o por su forma brusca de expresarse. No le di importancia. Recordé cuando, hace unos días, Lucía me dijo que no me ‘entusiasmara demasiado, que a veces los profesores solo jugaban a ser románticos’. Pensé que era una broma… pero ahora no estoy tan segura. Además, ¿por qué habría de hacerlo? Es mi amiga. Y siempre ha estado para mí cuando lo necesito. Liam nunca dijo nada directamente, aunque a veces lo notaba más serio cuando hablaba de ella. Pensé que solo era la típica incomodidad de que tu pareja tenga una amiga tan cercana con opiniones diferentes , Nada más. Pero esa noche, cuando lo vi mirar a mi papá con firmeza y decir “sí, quiero lo mejor para su hija”, algo se acomodó en mí. Algo que había estado suelto, temeroso, se sostuvo por fin. No era una fantasía. Era real. Y lo estaba construyendo junto a alguien que me elegía todos los días, incluso cuando dudaba, incluso cuando me asustaba. Antes de dormir, fui por mi cuaderno. Ese donde él me deja notas escondidas. Y ahí estaba. Una nueva. "Si el mundo se vuelve ruidoso, búscame en el silencio. Ahí también estaré." Sonreí. Porque sí, hay ruido. Porque sí, hay sombras. Pero también hay verdad. Y esta vez, no pienso soltarla. ✨✨✨✨✨✨✨✨✨✨ La última semana de clases llegó con ese ritmo acelerado y algo caótico que ya conocía bien. El campus parecía respirar más rápido: presentaciones finales, carpetas que iban y venían, profesores con ojos de café frío y estudiantes al borde del colapso… pero yo lo vivía con una calma distinta. No porque fuera fácil, sino porque esta vez no lo estaba viviendo sola. Con Liam todo se volvió más claro. Las dudas que me habían hecho temblar semanas atrás ahora parecían lejanas. No perfectas, no resueltas del todo, pero sí enfrentadas con la verdad, con esa clase de verdad que no se grita, pero que sostiene. Un día antes de mi última entrega, salimos a caminar por el campus vacío. Hacía frío, y llevábamos las manos entrelazadas en los bolsillos de su abrigo. —¿Qué harás en Navidad? —pregunté, aunque ya sabía la respuesta. —Iré con mis abuelos —sonrió—. Es tradición. Mi hermana también va, y ya me advirtió que me quiere lejos del celular al menos por un día entero, pero te mantendré l tanto, prometo avisarte que llegue bien, está vez me iré en avión, y de regreso con mi hermana, conducirá ella no yo para que eres tranquila. —Suena justo. Nos reímos. Luego él se detuvo, me miró con esa mezcla de cariño y decisión que cada vez me resulta más familiar. —Pero para fin de año… quiero estar contigo. Sentí cómo se me aceleraba el corazón. No lo dije en voz alta, pero la sola idea me hacía feliz. —¿Aunque implique cena en casa ajena y preguntas incómodas de adultos? —bromeé. —Aunque implique uvas, abrazos grupales y karaoke —dijo, rozando mi nariz con la suya—. Si tú estás ahí, eso me basta. Esa misma noche, le conté a Lucía mis planes. —Ya le dije a Liam que para Año Nuevo planeaba ir contigo y tu familia. Como cada año lo hacemos. —dije, con una sonrisa—. Y le pregunté si quería acompañarme. —¿Y aceptó? —Sí. Y estaba pensando también… ¿y si invitamos a Yakov? Lucía parpadeó un par de veces, como si no se lo esperara. —¿A Yakov? —Sí, sé que no es su onda, pero… no sé, tal vez le venga bien. Tu familia ya lo conoc , y tú también has estado más cercana a él últimamente. Lucía jugó con la punta de su cabello antes de responder. —Puedo preguntarle. Aunque te advierto, lo más probable es que diga que no de forma fría y cortante. —No perdenls nada con intentar —dije, sincera. Yakov siempre me había intrigado, pero nunca le di muchas vueltas. Había algo en su forma de mantenerse al margen, de observar desde lejos, que despertaba una extraña compasión en mí, siento cuando veo sus ojos un vacío, la verdad no se nada de su vida. Horas después, Lucía me mandó un mensaje. Lucía: > Le pregunté. Dijo “no soy de fiestas, pero lo pensaré.” Que en idioma Yakov significa “quizás sí, pero no insistas.” Reí. No sabía por qué, pero me pareció una buena señal. --- El último día de clases llegó con sabor a despedida. Profesores que daban discursos apresurados, compañeros que prometían verse pronto aunque todos sabíamos que no sería así. Algunos lloraban. Otros simplemente huían antes de ponerse emocionales. Yo caminé sola hacia la salida, con la mochila colgando floja de un hombro, respirando el aire fresco de diciembre. En mi bolsillo, el celular vibró. Era Liam. Liam: > Te espero afuera. Tengo una sorpresa pequeña. Apuré el paso. Y ahí estaba, apoyado contra la reja de la entrada, con una taza térmica en una mano y una flor envuelta en papel en la otra. —Café con leche de almendras, y mucha azúcar —dijo, tendiéndome la taza. —¿Y la flor? —Para que recuerdes que incluso cuando algo termina, algo nuevo puede empezar. Le sonreí. Era cursi, lo sabía. Pero conmigo, ese tipo de cursilería funcionaba como magia. Y en ese momento, con el corazón liviano y el fin de curso a mis espaldas, supe que venía algo nuevo. Que las fiestas iban a llegar con sus luces, sus preguntas y su ruido. Que habría familias, sobremesas, y quizás uno o dos silencios incómodos. Pero yo también sabía algo más. Esta vez, no iba a vivirlo desde la duda. Esta vez, lo iba a vivir con certeza. Con él. Nota de la autora no se olviden de votar y comentar ¿que les parece este nuevo capitulo?
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD