ANTONELLA Un zumbido fuerte me acribilla la cabeza. No sé qué ha pasado. Lo último que recuerdo es que se oyeron detonaciones muy fuertes, luego se vio fuego, y de la nada un gas floto por el aire. No tuve tiempo de nada, mis ojos se cerraron de golpe y ahora me está costando abrirlos. Parpadeo unas cuantas veces para acostumbrarlos de nuevo, y cuando lo consigo, mi vista se encuentra con solo paredes desgastadas. El lugar es oscuro, no hay ni un rayo de luz del exterior o alguna luz artificial de una lámpara, solo oscuridad. En eso resuena una voz profunda: ―Nos volvemos a ver, piccola diavolo —pronuncia “pequeña, diablo” en italiano. Y mis ojos se clavan en esa profundidad. Su mirada gris es un abismo sin fondo, tan intensa que parece capaz de penetrar el alma de quien la mira, exce

