Después de hartarme de tanto pastel, felicitaciones y abrazos, decido que ya he soportado suficiente por una noche o al menos hasta que mi madre lo decida. Entre la multitud, logro escabullirme sin que nadie me note y, antes de irme, le arrebato una botella de whisky a un camarero que anda ofreciendo tragos. Con una mano sujetando la falda de mi vestido y la otra firmemente agarrando el cuello de la botella, empujo la puerta francesa con el hombro y salgo al jardín. Camino hacia la fuente alta en el centro, me quito los tacones con una patada y me dejo caer al suelo, me acomodo para sentarme con las piernas enredadas y apoyo la espalda en el borde de la fuente. Intento abrir la botella con la boca, pero estos corchos siempre dan problemas. De repente, percibo una sombra en la oscuridad,

