Capítulo 2

2066 Words
Una niña de cabellos negros juega inquieta en los  juegos infantiles de aquel parque. Esta bajo la atenta mirada de su joven madre. ¡Abuelito!- Kiara corría a los brazos del anciano que estaba sentado en una silla de ruedas- pensé que no ibas venir- sube rápido y lo besa en repetidas ocasiones, mientras el anciano ríe de manera gloriosa. Es un jardín hermoso donde hay  varios juegos infantiles y una vez por semana Leopoldo se reúne con sus dos grandes amores. Él  siempre llega puntual pero hoy  el atraso se debió a la entrega e información de lo avanzado que está su cáncer. Él suspira al ver a la niña que lo abraza, pronto ya no podrá disfrutar de esas tardes tan placenteras. -¡Lo siento mucho!- besó a la niña en  las mejillas rojas por el calor y la carrera de ella- estas muy hermosa hoy  mi princesa- tenía dos coletas con unos adornos de mariposas, dejando ver el rostro redondo y con su nariz respingada. - Mami me trajo- la señaló- me está comprando  un helado. El hombre miro la dirección que indicaba la pequeña niña. - Hum, ya veo- el anciano miraba a la joven que se acercaba a ellos vestida  con unos pantalones cortos,  una camiseta, y unos zapatos deportivos. Ella   nunca se arreglaba de manera exagerada, no le gustaba llamar la atención. - Hola, ¿Qué paso?- le entrego el helado a la niña. Se inclinó sobre el hombre mayor y lo besaba en la mejilla- pensé que no ibas a venir- se mostró preocupada- por cuestión de tus exámenes médicos. El hombre suspiro ante su realidad. -No, me hicieron todos los exámenes, y salió bien- le mintió pero el rostro del hombre mayor se veía demacrado.   -¿Seguro?- ella lo miraba con cierta aprehensión y temor- lo que tienes no es juego- lo amaba tanto, que se llenaba de temor de solo pensar en perderlo. -Lo sé, mi amor -sonrió y tomó una de sus manos y la besó- sabes que te quiero mucho, tanto o más que a una hija- se perdió en los ojos negros de ella. -Sí, pero tu esposa, me odia- lo miró y sonrió.  La  primera vez que ellos se encontraron, ella estaban en un centro comercial comprando la ropa para su bebé  aún no nacida y él al verla de la impresión del parecido con su madre se desmayó y lo llevaron a la clínica, y fue allí donde la esposa de Leopoldo  la vio y la agredió. La esposa decía  que ella era su amante- sabes que ella cree que Kiara es tu hija-la carcajada de ambos llenaron el parque. - ¡Oh, Dios, pero si yo no hago hijos!- él entristeció - pero no debe saber que eres la hija de la mujer que más he amado en mi vida- la miraba con un gran tristeza- y que te amo como si fueras mi propia hija. La vida golpeó a Leopoldo Palacios en un accidente, dejándolo inválido  desde la cintura para bajo. Le quito  toda sensibilidad, y debido a ese accidente perdió a la mujer que él siempre amo, porque ella pensó que la había abandonado. Ya  con el tiempo, se volvió a casar y al morir su esposa, volvió hacerlo y fue cuando él conoció a Dessiré Montoya, la chica era la misma imagen de su fallecida madre, la mujer que él aún amaba.   - ¿Aún la recuerdas?-ella leyó su tristeza. Ella sabía cuánto Leopoldo Palacios amaba a su fallecida madre. -Sí, amor- suspiró - todos los días - miraba a Kiara jugar en unos columpios – a  esa mujer la  llevo en la sangre y en el corazón, y encontrarte me ha dado un poco de paz y mucha alegría. -¿Un poco de paz?- entrecerró sus ojos- yo pensé.... -¡Cálmate! -la hizo callar - un poco de paz porque quiero verte feliz.  Él  quería darle a ella todo lo que no le dio a su madre. -Hum, no irás empezar otra vez con la cantaleta - caminó hacia una banqueta, seguida, por él. - No  es cantaleta....es que quiero que seas feliz, se lo debo a tu madre- miraba a Kiara jugar- y que ella tenga todo- amaba a esas dos mujeres -No le debes nada,- no le gusta la tristeza que siente en él -ella se casó y su esposo murió a los tres años de casada, pero quedé yo-lo miraba amorosamente - ella a su manera fue feliz. Hicieron silencio y veían jugar a la niña, que baja y sube a los resbaladeros del parque. - ¿Has pensado en lo que hablamos?- tomó la mano de ella. - ¿Lo del trabajo?- ella suspiró -  no he conseguido nada, creo que si acepto, pero...   - Pero nada, será una forma de ganar experiencia y ascender - le acariciaba la mano con gentileza - y ¿Lo otro? Ella se soltó nerviosa y dejó salir todo el aire. - No, no lo pienso hacer-su mirada se fijó en su hija de cinco años, sus cabellos eran n***o azabache al igual que sus ojos, era preciosa y muy parecida al padre - ella es sólo mía. - Pero el padre tiene derecho a saber que ella existe-trataba de convencerla - y que le dirás a ella cuando sea grande. - Leo, me porte como una cualquiera, él ni siquiera se acordará de mí.  Él  estaba borracho y yo me le entregue la misma noche que lo vi, porque...-se interrumpió triste -me gustó. Giró  la cabeza para no verlo a los ojos la vergüenza la abrumaba -A lo mejor ya está casado y no voy a ser piedra de tropiezo para él por mi estupidez – continuo triste. - Si, lo sé, pero no te gustaría saber qué tú hija...- al ver el rostro de ella se interrumpió. - No, Kiara no sabrá cómo fue concebida- guardó silencio - pronto le diré que su  padre murió en un accidente y fin de la historia- meditaba la joven madre - además está Alicia, ella también hace parte de este secreto. El hombre no se daba por vencido. Él sabía que pronto se marcharía y no quería dejarla sola y desamparada.   - Y si el destino juega a favor de él, y te lo pone en el camino- guardó silencio- y si él no tiene hijos y quiere a la suya, lo has pensado- volvió la cabeza para ver Kiara-Alicia tendrá que entender y aceptar.  No  siempre podrán guardar ese secreto. La joven atendía las palabras sabias de él, pero su testarudez no le permitía echar el pie atrás. - Leo, no creo ser tan de malas en la vida-lo abrazo- deja de preocuparte tanto por nosotras -acunaba el rostro de él en sus manos - no creo que lo vuelva a ver, y si llegara a pasar, no podría decir nada. El hombre no respondió a lo que ella plantea, no está de acuerdo. Él, por tonto perdió una oportunidad de amar en la vida y no quiere que ella pase por lo mismo. -Pero al imbécil de Agustín, ¿Si lo terminaste?- baja la mirada preocupado, ese hombre nunca le ha gustado. - Bueno, esa es otra historia,- suspiró ella  - él dice que va a cambiar.   Ahora  me pidió una oportunidad para demostrarme lo cambiado que esta - suspiró, ese era otro tema para que él se enojara y preocupara. -Pero, bueno… -respiró entrecortado por la rabia que siente en ese momento- ¿No lo estarás pensando?- la miró furioso- Ese hombre trato de pegarte, de no haber sido por uno de mis hombres, te golpea - estaba furioso- ¡Si él te llega a tocar, te juro que lo mato!- la señalaba con el dedo.   - ¡No, por favor! - lo miró aterrada, él no debía enfadarse era contraproducente para su enfermedad, aparte de que  él era lo más parecido a un padre - en esta misma semana, habló con él, te lo prometo- debía hacerlo, por el bien de los tres, su hija, ella y Leopoldo. - Apenas inicies en el nuevo empleo te mudas- fue enfático -ese hombre es peligroso, no lo quiero cerca de ti. Ella lo miro a los ojos y veía todo el cariño que sentía por ella. - Si, mi precioso hombre-lo abrazo y lo besó- me tengo que ir, Kiara tiene un prueba en uno de los colegios que me recomendaste-se giró y gritó -¡Kiara! - No te preocupes, a ella le irá bien- sonrió feliz.  Dessiré no sabía que él había amañado la entrada a la institución - esa chica es inteligente como su abuela- la niña llegó y subió a la silla de ruedas y se colgó del cuello del hombre mayor. - Adiós, nos vemos la próxima semana- las dos mujeres lo besaron y abrazaron al despedirse. Dessiré caminaba por la calle con su hija, y las dos hablaban de la famosa prueba que la niña iba a realizar, cursaría  primero, iba adelantada  para su edad, pero era demasiado vivaz e intrépida. Al llegar al pequeño apartamento, encontró a Agustín acomodado en el gran sillón.   - ¿Cómo entraste?- dice sorprendida, molesta inmediatamente-  yo nunca te he dado llaves de mi apartamento. Él hombre elevó los hombros despreocupado por la rabia de la chica. - Yo mismo hice mi llave copia - sonrió de manera prepotente. Se acercó a la pequeña    sonriendo.  - Hola preciosa -   la niña     inconsciente se refugia en la falda de la mamá. La niña no gustaba de él y no lo disimulaba  - aún no le caigo bien, eh. Dessiré alejo a la niña de él. - Y con tu forma de actuar menos- miro a la niña - ve a tu recámara y ve televisión - para evitar que la niña escuchara el enfrentamiento. -Agustín, entrégame la llave- extendió la mano - no quiero que vuelvas a mi casa - movía el pie de manera impaciente-sal de una vez por todas de mi vida. Él la miró y torciendo la boca arrogante. -Y si no lo hago, ¿Qué?- la desafió entonces fue y se detuvo en el quicio de la recámara donde estaba Kiara.  Miraba  fijamente a la niña. -Entonces llamó a la policía, y te recuerdo que mi vecino es policía también - levantó su mentón no le tenía miedo y no se iba a dejar amedrentar por ese imbécil - así que por la buenas vamos a dejar esto en paz. Él camino hacia ella pero al escucharla se detuvo y frunció el ceño molesto. - Todo esto es por esa mocosa- miró a la dirección de la habitación de la niña que veía televisión y al míralo ella torció los ojitos negros y le saco la lengua, siempre se mostró antagónica con él. - ¡No hables así de mi hija! - levantó la voz.  No  permite  desvirtuar a su hija  y menos por un hombre como él. - No, no es la mocosa, es el padre de ella lo que no te permite estar  conmigo- su resentimiento se notaba  en cada palabra. Ella arquea una ceja. - Me tome cinco años para darle el mejor tiempo a mi hija, un tiempo de calidad, y luego compartir con  algún buen hombre, pero mira lo que vine a escoger- sus ojos negros relampagueaban de furia- ¿Dónde quedó el hombre maravilloso de hace unos meses atrás? Él se burló de ella. - Esto es lo que hay- se acercó amenazante y con sus manos señala su cuerpo  -y es lo que tendrás. La tomó por los hombros y sujetando con fuerza la besó. - ¡Te deseo y serás mía, por las buenas o por las malas! Ella luchó por soltarse y le sentó una bofetada. - ¡Eres despreciable! -roja por la ira. Rápidamente   caminó hacia la puerta y le indicó salir - ¡Lárgate de mi casa y de mi vida! ¡Ya! -No hemos terminado - la miraba con lasciva - ¡Vas a ser mía! -¡Nunca! -lo vio marcharse. Ella no podía creer lo equivocada que estuvo al elegir a ese hombre, tres meses de amores y cambió con ella desde el momento que le pidió que se acostara con él, pero ella aún no se sentía preparada para la intimidad.
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