Narrador Omnisciente:
Hace seis meses atrás...
Era una mañana como cualquier otra, o al menos eso se creía en la casa perteneciente a la poderosa, económicamente, familia Evenson. Los tres hijos se encontraban en el salón principal, a la espera de que su padre diera aquel tan esperado anuncio que desde el día anterior llevaba evitando mencionarles.
Incluso llegó a cenar solo en su propia habitación, con la excusa que les dio su madre de que estaba muy cansado y quería dormir temprano; sin embargo, los tres estuvieron de acuerdo en que ocultaban algo, ambos.
Entonces esperaron hasta que esta mañana llegara, cuando su mismo progenitor fue quien les avisó que se reunirían. Mark Evenson no era un hombre sencillo de comprender en cuanto a lo emocional: un día podía ser el padre más cariño del mundo y al otro, la peor pesadilla para sus hijos.
Cuando se lo cruzaron en los pasillos este día, parecía estar bastante neutro e incluso ausente según lo que Hayden comentó cuando estaba solo con sus hermanos.
—¿De qué creen que se trate? —curoseó Valerio en voz baja, dirigiéndose a los mayores.
Hero volteó a verlo con una ceja alzada, mientras se balanceaba en su silla de roble tal como su madre odiaba que hiciera. Ella no estaba en ese momento así que podía continuar con esa maldita costumbre suya.
—Supongo que algo del negocio. —respondió el anteriormente nombrado.
Hayden tenía la mano apoyada en su mentón, moviendo las pestañas repetidas veces para tratar de no quedarse dormido, dado que usualmente este no era su horario para despertar. Estaba a punto de ser las nueve de la mañana cuando fue levantado por sus hermanos mayor y menor, siendo que es usual en él levantarse a las doce del mediodía cuando está por servirse el almuerzo.
—No creo que se ponga así solo por los negocios, hermanos. Piensen, papá nunca es de traer esa clase de problemas a casa. —acotó el hermano de en medio.
—¿Quieres apostar?
Hayden miró con diversión a Valerio, asintiendo con la cabeza al instante.
—¿Cincuenta?
—Cien.
—Trato hecho.
Hero se limitó a poner los ojos en blanco por las infantiles actitudes de sus hermanos. Aunque sólo tenían un año de diferencia por cada uno, fue quien maduró más rápido de los tres. Claro que le tocó hacerlo rápido... en unos cuantos años, cuando acabara su carrera universitaria en contaduría, le tocaría meterse en los negocios familiares antes mencionados.
No era una opción, sino una obligaciones que pasó por las últimas tres generaciones de su familia, empezando por su bisabuelo que nunca conoció.
Antes de que pudiera continuar hablando de su apuesta, Mark y Lorena Evenson ya se encontraban abrazados por los hombros, observando a sus retoños desde el marco de la puerta sin hacer ruido.
Los dos menores rogaron en sus mentes que no hayan escuchado la última parte, porque su padre era capaz de hacer un escándalo o reírse con ellos. No habían pasado el tiempo suficiente juntos ese día para saber bien con qué humor se había levantado esa misma mañana.
Sin decir nada, caminaron hasta la punta de mesa, donde Mark se sentó en su respectivo lugar que era ahí mientras su amada esposa se encontraba a su lado dándole las manos.
—Mis queridos hijos. —saludo con una dulce sonrisa.
>, se dijo a sí mismo Valerio en su mente, ahora teniendo una sonrisa en los labios. Antes presentaba una disimulada tensión en el cuerpo por culpa de pensar tanto en cómo despertaría su progenitor, ya que le causaban miedo esos cambios repentinos de humor que podían extenderse hasta una semana, dos a lo sumo.
—Me imagino que querrán saber el motivo de esta reunión. —continuó hablando el mayor de todos, de ya cincuenta años.
—¿Ocurre algo malo, padre? —cuestionó con cautela Hero.
El hombre era como una bomba a punto de estallar, y ninguno de los hermanos quería ser el primero en tocar el cable peligroso que provocara ello así que se mantenían callados a la espera de que contara lo que le ocurría.
El nombrado soltó una fuerte exhalación, pasando una mano por su canoso cabello castaño.
—Sí, Hero, lamentablemente ocurre algo. —contestó con pesadez—. Ha pasado casi un año desde que no tenemos noticias de ella.
Fue cuando se creó la tan esperada tensión en la mesa familiar, que los dejó en silencio al menos diez minutos, procesando aquella información. Lorena solo se mantuvo en silencio antes de anunciar que iría a la cocina a preparar café.
Y quedaron los más jóvenes con su progenitor, aún anonadados por la noticia.
—¿Estás seguro? La última vez que la vimos fue en la fiesta del señor Peters. —recordó Hayden, hablándole a su padre.
—La fiesta fue hace un año, Hayden. Piensa antes de hablar.
La respuesta furiosa del hombre puso incómodo al nombrado, quien solo obedeció a la orden y comenzó a toquetearse la manos por debajo de la mesa, nervioso.
—No, no, no, papá. Lo que dice Hayden en realidad sí está bien. Bueno, en realidad fue la última vez que se la vio en público. —aclaró rápidamente el mayor.
Para proteger a sus hermanos menores de cualquier daño, incluso del hombre que más debería amarlos en todo el mundo, haría lo que sea.
Esta vez Mark sí movió la cabeza en señal de aprobación, haciendo que el hermano de en medio se limitara a morderse la lengua para no soltar groserías por lo bajo. Odiaba ser ignorado o no tomado en cuenta cuando se trataba de opiniones y/o decisiones.
Lo mismo pasó cuando decidieron mudarse de su bello hogar tan tranquilo en Texas para mudarse a Nueva York, de las ciudades más escandalosas en Estados Unidos. El tiempo que le costó adaptarse fue muchísimo más del que admitiría en voz alta.
—Tienes razón, hijo. Luego solo supimos que empezó a hacer sus negocios con nuevos proveedores, pero desde entonces absolutamente nada. Y créanme, eso estaba empezando a ser como una espinilla en el culo. —admitió tras volver a exhalar.
Valerio decidió que era hora de dejar de estar hecho un adorno ahí sentado y comenzar a hablar sería la mejor opción.
—¿No crees que pueda estar pensando en retirarse? —preguntó con un leve temblor en la voz pero fuerte.
Y en ese mismo momento, Mark se quedó en silencio por primera vez desde que se sentó. En su cabeza admitió que, si querían, sus hijos podrían llegar a ser muy inteligentes.
Cuando una lamparita pareció prender su cerebro, sacó su celular del bolsillo tecleando unas cosas con rapidez.
—Si mi teoría es cierta, serás un genio, Valerio.
Se levantó de su silla, yendo hasta donde se encontraba el nombrado y apoyando la mano en su hombro mientras lo miraba con notable orgullo.
El hijo de en medio solo admiró toda la escena con una mueca nada disimulada en la boca que expresaba su disgusto por aquello. O mejor dicho, celos.
—Espera, entonces ¿qué harás?
Fue Hero quien cuestionó con notable curiosidad reflejada en esos bonitos ojos azules que eran iguales a los de su mamá. Por suerte, según él.
—En el caso de que Valerio tenga razón, ella puede estar pensando en retirarse. Sin embargo, no sería capaz de hacerlo sin dejar heredero del negocio al mando. —explicó algo ansioso.
Los tres Evenson escucharon atentamente aquello, dándose una idea de lo que estaba por venirles encima.
—Eso significa que...
—Si no hay heredero, no hay negocio... Y es ahí, queridos hijos, donde entramos nosotros. —interrumpió con una maliciosa sonrisa que les causó escalofríos—. Cueste lo que cueste, nos convertiremos en los reyes de este negocio.
Hero, Hayden y Valerio se limitaron a mirarse entre sí unos largos segundos antes de voltear hacia su padre.
—Dinos qué debemos hacer. —musitó firme el hermano de en medio.
Porque esa era su única oportunidad de ganarse el respeto de su padre. Sin importar qué tuviera que hacerle a ese heredero tan esperado.
—Y es ahí donde yo entré indirectamente a sus vidas, por primera vez...