Capítulo 3

2122 Words
Aitana Fue un sábado 28 de agosto. -Ni aunque lo intentara con todas mis fuerzas podría olvidarme de esa fecha. -comenté, observando a la cámara-. Ahora es como un tatuaje en mi cabeza que me recuerda todos los días que no tendría que haber hecho lo que hice. Quedarme. Era en el último sábado de agosto la gran apertura del bar "The Zodiac Club", perteneciente a Lionel Anderson, hijo de mi representante e íntimo amigo mío. La ciudad dio un revuelto al enterarse de que el acto especial sería una presentación especial de mi parte, ya que nunca antes me había presentado en un lugar como ese. Decir que estaba nerviosa era muy poco para describir todo lo que mi cuerpo sentía en esos momentos. Tenía un nudo en la garganta que no me permitía tragar saliva y mi estómago se encontraba cerrado, imposibilitando que pudiera digerir alimentos desde la mañana a pesar de las insistencias de mi abuela -quien ya vivía en mi casa- preocupada porque rechazara con amabilidad sus deliciosas comidas preparadas específicamente para mí. Eso solo hacía más difícil mi situación actual. -Todo estará bien, cariño. No debes temerle a nada, ¿sí? -escuché las dulces palabras de la adulta mayor. Ella siempre sabía qué decir cuando necesitaba consuelo de algún tipo. No sé cómo lo hace, quizás sí me conoce mejor que yo misma, como suele repetir cuando estamos juntas. O puede que sea el instinto matero, de alguna forma. -Tengo miedo de que me olviden, abuela. Por fin me atreví a admitir lo que desde hace una semana, cuando hablé con Sean del descanso, pensaba acerca de mi carrera. La frase cruel que mi padre dijo durante la cena caló duro en mi mente, sin dejarme tranquila los días siguientes. Si llegaba a tener razón, ¿qué sería de mí? ¿Qué pasaría con el resto de mi vida? Yo misma pedí el descanso, sí, es cierto... pero solo por unos meses, para luego volver más recargada a mi rutina normal de estrella. Le he dedicado todo mi tiempo, cuerpo y alma sin descanso a escalar en mi carrera para llegar hasta donde estoy actualmente; merecía un pequeño cambio de aires. Tenía dieciséis años cuando mi carrera como cantante despegó oficialmente, y hasta hoy, ya con dieciocho, sigo dándolo todo como el primer día. Los artistas suelen hacer estas cosas con normalidad; darse un respiro y volver. ¿Por qué conmigo parecía haber más dificultad? La reconfortante mano cálida de mi abuela contra mi frío hombro descubierto hizo que soltara un suspiro, un poco calmada a comparación de mi anterior estado. Nos encontrábamos en mi habitación preparando los últimos detalles de mi atuendo para la apertura que no sería hasta dentro de una hora. Mientras estaba frente al espejo de mi tocador dándole los últimos toques a mi maquillaje, Helena estaba sentada al lado mío, peinando con cariño mi cabello. Tal como cuando era una niña y hacía esto todas las mañanas antes de ir a la escuela, a la vez que yo desayunaba viendo caricaturas. -Mi amor, si ellos son tus fans y de verdad te quieren, jamás serían capaces de dejar de admirarte. -contradijo, apuntándome con el cepillo en mano-. Además, una carita tan bonita como la tuya, la voz que Dios te dio y ese carisma que tienes, es imposible olvidarte. Ya con una ligera sonrisa en mi rostro adornado con un ligero maquillaje -detestaba los maquillajes cargados de demasiados productos porque me parecía exagerados-, la sentí depositar un suave beso en mi mejilla antes de pararse. Me quedé unos segundos analizando sus palabras, con mi mirada fija en mi reflejo. Si lo pensaba bien, ella tenía razón, como en muchas ocasiones; mis verdaderos fans entenderían y respetarían mi decisión del descanso. Obvio no todo sería color de rosa, lo tengo claro. Habrán otros que comenzarán a odiarme, a poner comentarios ofensivos en mis r************* y ese tipo de cosas que Sean se encargó de advertirme tiempo atrás. Sin embargo, estoy acostumbrada a recibir malos comentarios, principalmente relacionados con mi peso. Siempre intentan dar en ese punto débil que te hace cuestionarte a ti mismo, como si ellos no tuviera ni una imperfección. Me tomó un tiempo, pero aprendí que son solo personas aburridas detrás de una pared que se creen poderosos y no saben el daño que les causan a los demás: imbéciles, en resumen. No obstante, en tanto que ellos se encargan de escribir esos "comentarios" asquerosos, yo estoy haciendo gira y ganando mucho dinero, así que ¿quién pierde al final? -No puedo gustarle a todos. -repetí aquella frase que algún día mi abuela me dijo. Miré a la mencionada a través del espejo, quien asintió satisfecha con mi respuesta y acarició mi cabeza. -Exacto, mi amor. No todos van a admirarte por lo que eres, sino por quién eres, así que debes tener cuidado al elegir a tus amigos. Tras esa valiosa frase que probablemente tomaría en cuanta cuando empezara por primera vez en años la escuela presencial. Ese sería un problema para otro día... Siendo especifica, para el lunes entrante. -Ahora ayúdame a hacerme un lindo peinado, que quizá sea la afortunada que consiga novio en el bar. -dijo, guiñándome el ojo de forma coqueta. -¡Helena! -chillé luego de soltar una fuerte carcajada. -Solo digo la verdad, nena. Rodé los ojos y agarré el cepillo que me tendió para ponerme a peinar con cuidado su castaño cabello lleno de pelos blancos dejando en claro su avanzada edad. Aunque, siendo que ya estaba cerca de los setenta, se conversaba bien como para aparentar cincuenta y su espíritu era como el de una veinteañera. Incluso de vez en cuando le hacía bromas de que salía más que yo porque tenía algunas amigas del asilo -la mayoría latinas- con las que habla, juega a las cartas y ese tipo de cosas. Es como mi mejor amiga cuando está lúcida. -Oye, abuela, hay algo que quiero preguntarte. Mordí mi labio inferior, a la vez que planchaba su cabello lacio para formarle unas disimuladas ondas. Desde la cena, donde tuvo uno de sus múltiples momentos de recuerdos pasados, quise pedirle información acerca de lo que hablamos exactamente esa vez. Sin embargo, debido a su enfermedad, es un poco complicado hacer que recuerde cosas cuando no está lúcida, así que debía aprovechar ahora para preguntarle. Como respuesta murmuró un "Mmh", dando a entender que me prestaba atención mientras estaba concentrada terminando de ponerse un lápiz labial rojo de Chanel que me pertenecía. Solté un suspiro, intentando formular bien mi pregunta antes de hacerla. -¿Quién es Alexa? Entonces quedo congelada, con el labial quieto en su mano y apoyado apenas sobre sus labios. Esperé pacientemente por una respuesta que parecía no querer darme porque su boca se cerraron con rudeza. Nunca antes la vi tan seria como su expresión demostraba. -¿Están listas, señoras? Y tuvo que entrar mi padre a interrumpir el momento, avisando que en cinco minutos llegaría el auto para llevarnos al bar. Mi abuela salió apurada de la habitación, anunciando que iba a buscar su abrigo para irnos. Entonces supe que perdí mi oportunidad. -No pudiste elegir un mejor momento. -susurré entre dientes enojada una vez dentro del auto. Ese enojo iba dirigido hacia mi "adorado" padre. Ninguno de los tres habló en todo el camino, que era de unos quince minutos. Vi de reojo a la mujer mayor que observaba atenta por la ventana con el ceño algo fruncido, mi padre en el asiento delantero hablaba amigable con el conductor. ¿Su servidora? Queriendo matarse por lo que se le ocurrió preguntar. Tendría que cocerme la boca después de cantar, porque mi curiosidad a la hora de preguntar cosas me jugaba en contra con las personas que quería. Aun más siendo asuntos delicados como este. La verdadera pregunta es, ¿que hizo Alexander para que hasta mi abuela, la mujer más amable del mundo, la odiara? Además de abandonarme, por supuesto. ¿Hubo algún conflicto antes de ello? No tuve mucho tiempo de pensarlo cuando papá anunció que ya estábamos en afuera del lugar donde se llevaría a cabo el evento. Primero bajó Helena con su elegante vestido con estampados de flores con tonalidades suaves de rosa y blanco; después seguí yo, con la ayuda de mi progenitor, llevando puesto un elegante vestido azul oscuro con una abertura en el lado izquierdo, dejando al descubierto parte de mi pierna. El lugar era enorme, con una alfombra roja en la entrada y paparazzis hambrientos por una nota o foto interesante para sus revista. Dejé que me sacaran varias fotos, escuchando que llamaban desesperadamente mi nombre para que respondiera sus preguntas, hasta que unos guardaespaldas me hicieron avanzar. El interior era hermoso, con tenues luces de diversos colores, música suaves, paredes color rojo con mesas redondas negras, un escenario mediano con instrumentos ya preparados y gente por todos lados hablando entre sí. Se oían las risas, copas chocando y unos que otros grupos gritando cosas ininteligibles. -Iré a buscar a Sean. -anunció mi padre, desapareciendo a los segundos entre el montón de gente invitada. Varios conocidos se acercaron a saludarme al notar mi presenciar de dentro y también par sacarnos una que otra foto. Me ofrecieron algunas copas que, solo por precaución, no quise aceptar. En cuestión de segundos, la perdí también a mi abuela, quien estaba segura de que se fue por voluntad propia. Cuando la música comenzó a ser más animada, se abrió la pista de baile, a la cual fui acompañada de algunos "amigos" que solo considerada así en eventos como estos. Me hacían sentir un poco adolescente normal al hacer este tipo de cosas. Me dejé llevar tanto por mi canción favorita que estaba sonando y moviendo un poco el cubo junto a Kathie, una de mis conocidas, que me seguía el ritmo, que no me di cuenta cuando accidentalmente choqué contra alguien. -Lo siento mucho. -me disculpé algo avergonzada, escuchando algunas risas detrás mío. Levanté un poco la vista para encontrarme con un chico. Mejor dicho, no era un chico, sino que era el chico. Cabellos castaños oscuros, ojos profundamente azules, casi como dos cristales, facciones suaves y relajadas, una piel muy blanca y era unos centímetros más alto que yo pero muy delgado. Mi mirada bajó un poco hacia su ropa; llevaba una simple camiseta negra de mangas cortas, con un pantalón de mezclilla a juegos con el color, y zapatos de cuero que supe que eran caros cuando vi la hebilla de Gucci en ellos. Volví a observar sus ojos, notando que analizaba mi rostro con la mirada, y finalmente me sonrió de lado despreocupado. -Tranquila, bonita, está todo bien. Bonita. ¿En serio acaba de llamarme de esa forma? Porque es el apodo más vulgar que he oído. Hice una pequeña mueca disimulada antes de asentir con la cabeza y alejarme de ahí, yendo hasta donde estaba mi amiga sentada en una de las mesas, mirando la escena con una sonrisa pícara plasmada en los labios. Me senté a su lado todavía avergonzada. -¿No pudiste haberme salvado? -No, no. Te veías muy entretenida por allá. -respondió, dejando salir una suave risa. La miré con seriedad, pasando una mano por mi cabello mientras cerraba los ojos. -Dime qué tan mal se vio. Abrí los ojos para notar que tenía una ceja alzada y miraba detrás mío. Volteé la aveza en esa dirección, notando que el chico estaba ahí junto a otros dos que se veían un poco más grandes que él. El parecido entre los tres era innegable, por lo que supuse que tenían algún lazo sanguíneo. -No creí que vendrían. -escuché apenas murmurar a la rubia. Volví a prestarle atención y me crucé de brazos, esperando una explicación acerca de lo que dijo. -¿Quiénes son ellos? Nunca los había visto. -No sabes con quién tuviste la suerte de chocar, Aitana. -No fue suerte... -No, no lo sé porque no tengo ni idea de quiénes son, -Ni casualidad. -Te los presento. Ellos son Hayden, Hero y Valerio... -comenzó a explicar, levantando los dedos a medida que mencionaba sus nombres. -Fue un destino dictado... Vi que se quedaba callada y noté mirando de reojo que esos tres pares de ojos en la mesa del otro lado se encontraban puestos en nosotras sin disimularlo. Sentí una ligera incomodidad que provocó que quisiera taparme con algún abrigo por la intensidad de sus miradas. -Ellos son los hermanos Evenson. -Por ellos mismos. -finalicé, relamiendo mis labios y sintiendo un leve escalofrío-. Y sin desearlo ni quererlo, los hermanos Evenson entraron a mi vida. Para cambiarla por completo...
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