Aitana:
El día siguiente cuando entré a la escuela, se sentía un aura tan diferente a la del día anterior. La alegría de los reencuentros entre compañeros cambió por una de angustia, tristeza y preocupación; la noticia de la desaparición de Kathie corrió rápido en todos los salones de la secundaria Amanda Burns.
Nadie decía nada, al menos no en voz alta, pero la mayoría la conocía porque era una chica "popular" o algo así ya que ha participado en muchos actos escolares, así que tenía renombre en los pasillos.
Las clases estuvieron calmadas y normales, sin que nadie mencionara nada del asunto de los policías de ayer. Incluso antes de empezar mi primera clase, el director me llamó a mi oficina para pedirme disculpas por el anterior incidente. Las acepté, claro, sabía que no era su culpa y que, en ese momento, el poder no estaba en sus manos como para impedirlo.
Continué saliendo en los recesos con Eleanor y sus amigos, hablando de exámenes futuros, estudios y más trivialidades. Sin embargo, en un momento Amber, una de las chicas, decidió tocar un terreno peligroso.
—No sé dónde estará esa chica que desapareció, pero ojalá la encuentren viva. —musitó para después darle otro mordisco a su ensalada de lechuga y tomate.
Bajé la mirada, sintiendo los azules ojos de Nor puestos en mí, dado el hecho de que estaba al tanto de que era amiga de Kathie. Comencé a sentirme mal de repente, no solo físicamente, sino que una presión ocasionada por la mención de aquello se hizo presente y causó molestias en mi interior.
La chica a mi lado se aclaró la garganta, intentando cortar la tensión formada en la mesa.
—¿Y cómo te estás preparando para la nueva temporada de fútbol, Sophie? —le preguntó Eleanor a otra de sus amigas.
Los tensos segundos se cortaron rápidamente, volviendo a las charlas matutinas acerca de cómo estaban yendo nuestros días. Debo admitir que ella tenía ese talento natural para cortar con los momentos incómodos, haciendo preguntas más casuales; algo admirable, lo admito porque es la verdad.
Evitó que se formara toda una conspiración sobre qué pudo haberle pasado a la desaparecida, quién se la llevó o si ella misma escapó.
No quería hablar sobre aquello, sobretodo porque yo misma había comenzado mi pequeña investigación. Solo eran ideas hasta ahora, pero tenía claro que debía conseguir el celular Samsung que Kathie tanto escondía para buscar alguna pista... si es que los policías no se adelantaron y revisaron todo su cuarto.
Sin embargo, de haberlo hecho, no debieron encontrarlo o no vieron nada llamativo en él dado que tuviera la estúpida idea de amenazar adolescentes para sacarles información que no mucho tenía que ver con su investigación.
Temía de cuánto tardarían en encontrarla si solo lo dejaba en manos de investigadores. Es decir, tuve una experiencia personal de joven cuando una prima lejana se perdió. Aun vivíamos en Argentina, tenía como siete años y la conocía poco a la niña.
Desapareció de un día para otro sin dejar rastro, así que mis tíos completamente preocupados fueron a pedir ayuda a la justicia. Tomaron su caso, sí; pero solo para que no los molestaran porque poco después nos enteramos de que su caso fue archivado como si nada.
Esa niña, Leila, jamás volvió a casa. De vez en cuanto solía pensar en ella, ahora más que nunca al vivirlo nuevamente.
La conversación volvió al mismo rumbo tranquilo mientras sólo internamente rogaba que el receso terminara de una vez por todas para volver a clases y no pensar tanto en eso. Mi padre ya advirtió una vez sacarme de la escuela, no quería que volviera que pensar en ello por algo tan estúpido como sacarme malas notas.
Volteé la cabeza hacia un costado de forma disimulada, viendo al hermano Evenson más pequeño a unos cuantos metros, comprando algo de las máquinas expendedoras.
Tenía claro el hecho de que debía agradecerle, tanto a él como a sus hermanos, por haberme salvado casi un mes atrás de lo que pudo ser la peor tragedia de mi vida.
Sin dudarlo más, me paré de la silla donde me encontraba sentada.
—Iré por unas papas, no tardo. —avisé antes de caminar hacia donde él se encontraba.
Estaba golpeando y sacudiendo de forma suave la máquina cuando ya estaba a su lado, mirando la escena.
—¿Necesitas ayuda?
Giró la cabeza para observarme, dejando de hacer lo anterior para carraspear con vergüenza por sus mejillas teñidas de un leve tono rojo.
—Mi comida se atoró y no puedo recuperar el dinero.
Asentí, parándome frente a la máquina y dándole una pequeña patada pero que la hizo tambalear un poco, haciendo que la comida pedida por el chico cayera hasta el lugar donde se puede agarrar.
Él me miró sorprendido, para luego tomar con una sonrisa plasmada en el rostro los Doritos que salieron.
—Muchas gracias...
—Aitana Cruz. —me presenté, levantando la mano para estrecharla con la suya.
El contrario la aceptó inmediatamente con su mano que estaba libre.
—Valerio Evenson. Es un placer.
Al ya terminar con las formales presentaciones, soltamos nuestras manos y quedamos en un corto silencio antes de que yo decidiera romperlo para agilizar las cosas.
—Escucha, no olvido lo que tus hermanos y tú hicieron por mí ese día. Solo me queda decir que muchísimas gracias, no sé que habría pasado de no haber estado ustedes ahí. —admití.
Valerio me dedicó una tierna mirada, negando con la cabeza al instante de escuchar mis palabras.
—Es lo que debíamos hacer. No podíamos solo dejarte ahí sola con ese loco sabiendo lo que estaba por pasar.
"Es lo que debíamos hacer". Esas eran las palabras claves que, entonces, no entendí con el doble sentido.
—Aún así muchas gracias, también a tus hermanos. No sé cómo pagarles por esto. —murmuré levantando las manos.
—No hace falta que lo hagas, tranquila. —se encogió despreocupado de hombros—. Y por cierto, lamento lo que le pasó a tu amiga.
Fruncí un poco el ceño al oírlo decir eso, porque no entendía bien cómo él llegó a estar al tanto de mi amistad con Kathie.
Al notar mi sospechosa mirada, rápidamente aclaró las cosas.
—Oh, es que las vi juntas en el club. Supuse que eran amigas, o quizás no.
—Es cierto, y sí, lo somos.
Eso último lo dije en un tono más bajo, sintiendo de repente un peso en mi cuerpo y de nuevo ese dolor constante de cabeza que no me dejaba en paz.
Por suerte tocó la campana en ese momento, anunciando que debíamos volver a clases y fue hora de nuestra despedida.
—Espero que podamos volver a vernos... Aitana Cruz. —dijo con una sonrisa que correspondí.
—Yo también, Valerio Evenson.
—La cantidad de veces que nos vimos luego de ello... Nunca se olvida al primer amor después de todo, ¿cierto? —dije tras morderme los labios—. Valerio Evenson, el hermano menor de los tres hijos y el más tierno de todos. Era imposible no caer rendida por él.