Narrador Omnisciente:
Nuevamente estaba la familia completa sentada en la mesa del comedor con la cena ya servida por los tres sirvientes que tenían; cada uno encargado de las necesidades de cada hijo desde sus nacimientos. Debido la mayoría del tiempo sus padres estaban muy ocupados con temas sociales o de trabajo y que los superaban en números, recurrieron a contratar más servicio doméstico para el cuidado de sus retoños.
No estaban presentes siempre, pero eso no significaba que no los amaran por igual... a sus maneras.
Lorena, la madre, sí era una persona que demostraba afectividad y atención si no estaba muy atareada con su trabajo en bienes raíces, con una gran empresa a su cargo junto con su socia, Mónica, que lo hacía un poco más ligero para ambas. Mark era una historia aparte, dado que por su trabajo rara vez pasaba más de tres días seguidos en la casa, y casi siempre malhumorado por lo mismo. Esa estúpida frase de "Los problemas de trabajo no van a casa" jamás aplicó para él, y es por eso mismo que sus hijos no confiaban en él.
Los tres hermanos Evenson eran un misterio hasta para sus propios padres; su progenitora sí estaba más al tanto de lo que era la vida de cada uno —al menos de lo que ellos rara vez le contaban—, pero hasta ahí.
Mark no hablaba con sus hijos de muchas cosas más de las que se encontraban cortantemente contando ahora mismo.
—El día de ayer ya cumplí con mi parte. La fiesta se hará este sábado, los quiero a todos presentables, y sobretodo ustedes tres, hijos —apuntó con su tenedor la dirección donde estaban sentados los nombrados —quiero verlos actuando como unos malditos caballeros salidos de algún puto cuento.
Hayden puso en blanco los ojos por escuchar tantas malas palabras en una sola oración, mientras Hero solo asintió con obediencia y Valerio continuó comiendo, ignorando lo dicho por su progenitor.
De todos ellos, el menor era el más reservado de todos. Siempre en su mundo, con celular y auriculares, sin participar en conversaciones cuando estaba con la familia pero amable si tenía la intención o consideraba que la persona valía la pena. Valerio Evenson se definía en dos palabras: reservado, bueno.
El único y, al mismo tiempo, el nunca elegido.
—Lo haremos, papá. —contestó el mayor, al ver que los otros dos no lo hacían.
El nombrado asintió con la cabeza más satisfecho por la respuesta de su hijo, seguido de continuar comiendo su carne con batatas. La madre, como el casi todas las ocasiones, se mantenía callada, algo distante y, de vez en cuando, le dedicaba miradas a sus hijos con segundas intenciones para responderle al patriarca de la familia.
Ni siquiera tenían permitido prender la televisión colgada en la pared de al lado para llenar los silencios incómodos por la falta de conversación.
La fórmula era fácil para determinar el por qué de esto: herederos más padre ausente es igual a desconfianza. No era culpa de nadie más que de él, debido a que, a falta de comunicación y su malhumor, nunca se formó ese especial lazo padre e hijos.
Hero es el único capaz de presumir que, en sus primeros años de vida, el hombre estuvo bastante presente en su vida. Sus últimos recuerdos juntos y unidos son cuando lo llevaba al parque cercano a jugar o al jardín de infantes con casi cinco años. Hayden tenía cuatro, así que es normal que no lo recuerde; y por último Valerio, que en esos tiempos solo contaba con dos años y medio, mucho menos iba a ser consciente. Fue por esa misma razón que jamás hubo una buena relación entre ambos.
—¿Y los demás que dicen?
Tras una de esas características miradas indirectas por parte de Lorena, Hayden suspiró y dejó el tenedor que estaba utilizando apoyado en el plato.
—Podemos hacerlo, no habrá problema. —musitó despreocupado—. ¿Toda esta preparación significa que ya sabes quién vendrá?
La sola pregunta causó una media sonrisa maliciosa en el rostro del hombre mayor, para después negar con la cabeza.
—Un poco de charla, chistes estúpidos y mostrar varios lujos sirvieron para que el idiota aceptara casi de inmediato la invitación. —contó, soltando una carcajada a la vez—. Debieron ver su cara tratando de no sorprenderse.
Más que querer reírse también, los herederos se pusieron tensos. Dos de ellos tenían la esperanza de que sus plegarias sirvieran para no tener que llevar a cabo la siguiente fase del estratégicamente maligno plan de su progenitor, pero claro que Dios decidió pasarlos de largo; mientras que el faltante ya se estaba dando una idea desde hace bastante de lo que venía a continuación.
Porque, a como diera lugar, Mark Evenson lograría sus objetivos.
Sin pensarlo dos veces antes de incluir a sus propios niños en el plan. Quería adentrarlos poco a poco en el negocio familiar desde el lado de los engaños. Con lo que no contaba era que ninguno de ellos estaba interesado en seguir sus pasos.
Hero quería seguir estudiando, egresarse como contador y juntar dinero rápido para largarse de casa. Hayden ya tenía deseos de terminar la escuela para conseguir su título, cumplir dieciocho años y trabajar para poder mantenerse a sí mismo. Valerio aún no tenía en claro qué haría, sin embargo, contaba con un poco más de tiempo para pensarlo.
En lo que todos coincidían es que sus objetivos son conseguir dinero e irse de la casa sin mirar atrás, porque ya no soportaban vivir ahí.
Menos cuando tanto sus tíos y su progenitor comenzaron a insistir en las odiadas reuniones familiares de domingo sobre qué planeaban hacer al tener todos dieciocho. Siendo específicos, los "alentaban", más bien obligaban, a ser la próxima generación encargada del negocio familiar, a pesar de que ellos mismos tenían a sus propios hijos con edades cercanas a la de Hero.
Ellos solo deseaban con todas fuerzas huir del destino escrito desde sus nacimientos.
—Veo que ninguno está contento con esto. —comentó Mark de repente.
Los presentes en la mesa, que seguían comiendo en silencio, le prestaron atención al instante con algo de sorpresa. El menor por encima de los demás, ya que empezó a mover nervioso sus pies por debajo de la mesa.
—Es algo que debemos hacer. —dijo el más grande, una vez que entendió a lo que se refería.
Mark exhaló por la cabeza y movió levemente el plato ya vacío para que no le estorbara cuando apoyó sus codos sobre la mesa.
—Cada trabajo tiene un beneficio, hijos, sobretodo económicamente hablando. —explicó con tranquilidad—. Y este es un trabajo que merece ser pagado si lo hacen bien, así que les daré dos cientos mil dólares a cada uno si lo hacen bien.
Los mencionados quedaron anonadados. No es que el dinero faltara en su casa, por supuesto que no por ver solo los adornos presentes en esta misma habitación que estarían valorados en cinco millones más o menos. Los conceptos de "minimalismo" y "ahorro" eran casi nulos.
Sin embargo, ellos no tenían libre acceso a la fortuna familiar. Todo ese dinero era administrado por el patriarca, que solo les daba una muy pequeña suma de mil dólares mensuales para gastos personales. Parece bastante dinero para algunos, pero, para los hermanos, esa cantidad duraría lo mismo que un suspiro por sus lujosas costumbres.
—¿Qué opinan, niños? ¿Les parece bien esa suma?
¿Cómo no hacerlo? Si básicamente estaba asegurándoles un pasaje de ida a otro país y una nueva vida con esa cantidad de dinero.
Hero, Hayden y Valerio se miraron entre sí por unos segundos antes de finalizar por asentir al mismo tiempo.
—Sí, nos parece bien y aceptamos, papá.
—Algo que ellos nunca admitirán en voz alta es que tienen cosas en común con su padre... Por ejemplo, no importarles qué vida tendrán que destruir para mejorar las suyas.