Lyssa Monrrou Admiré el dinero que reposaba sobre la mesa de noche. Las risas de mi pequeña hermana resonaban en la habitación al igual que el sonido de los saltos que daba sobre la cama. La hiperactividad, el día de hoy, se había apoderado del cuerpo de mi pequeña hermana, sin embargo, sus desastres no despejaban mi mente. ¿Por qué Alexander había sido amable conmigo? ¿Por qué tanto dinero? Deslicé mi pulgar suavemente por el moretón que se dejaba ver en mi brazo derecho y me fue imposible no hacer un gesto de dolor. Mi padre me había golpeado en el brazo, justo después de recibirle el dinero a Alexander. Nos estuvo espiando por la ventana y creyó que se trataba de dinero fácil, de ese que se ganan algunas mujeres luego de acostarse con un hombre solo por necesidad. Intenté explicar

