—Ese fue el mejor sexo de mi vida —anuncia Jessica jadeante después de correrse por tercera vez, mientras que para mí fue la segunda.
—Tú vas a matarme —le digo mientras trato de recuperar el aliento.
Ella solo me responde con una risita maliciosa y yo la miro con los ojos entornados y el ceño fruncido tratando de aparentar enfado, pero no logro mantener mi acto al ver su aspecto salvaje de después del sexo; su cabello revuelto y enmarañado, sus labios inchados y ese brillo en sus ojos cafés que me hacen querer besarla una vez más.
—¿Qué pasa? ¿Por qué me miras así? —me pregunta aún sonriendo.
—Nada, es solo que te vez hermosa —le respondo embobado.
—Bueno, gracias. Ahora vuelvo, iré a la cocina a tomar un poco de agua.
Se levanta de la cama, recoge su suéter rojo del suelo y lo usa para cubrir su desnudez. Después de salir de la habitación yo también me levanto de la cama y me dirijo al baño para deshacerme del preservativo usado y tomar un baño.
Al volver a la habitación veo que Jess aún no ha vuelto; recojo mi ropa del suelo y empiezo a vestirme. Mientras lo hago pienso en cómo terminó este día; estaba resignado a olvidar a Jessica y no volver a tocarla nunca más. Por lo que dijo en la casa en la playa, creí que no estaba interesada en mí más que para una noche de pasión y luego me llama y literalmente se lanza sobre mí.
Aún no estoy seguro de que quiere de mí ¿Una aventura? ¿Un amigo con derechos? Y yo ¿Estoy dispuesto a serlo? Ese no es para nada mi estilo, me gustan las relaciones formales donde las bases están claras y esto de no saber en qué terreno estoy pisando nunca ha sido lo mío; sin embargo con Jessica no tengo otra opción, ella es como un terremoto, totalmente impredecible e imposible de saber en qué momento atacará y cuando lo hace soy incapaz de resistirme.
Mientras analizo mi alocada y desastrosa situación de percato de que hay un extraño objeto encima de una de las mesitas de noche. Me acerco para verlo de cerca y descubro que es una grabadora. La tomo en mis manos, y le doy al botón para reproducir , al hacerlo empiezo a escuchar las voces de Jessica y Hannah simultáneamente.
«—Y ¿Qué sientes cuando te molestan?
—Se siente como si el mundo te odiara y no merecieras estar en él. Como si hubieras muerto y tuvieras que ir al infierno, donde todos los días los demonios te castigaran por el simple hecho haber nacido. Aveces solo quiero quedarme en casa y nunca salir de allí porque es el único lugar seguro.
—¿Y por qué crees que lo hacen?
Por ser diferente, porque en esta sociedad es un pecado ser diferente. Tienes que ser como todos o no eres nadie.»
Apago la grabadora y me siento en la cama a procesar lo que acabo de escuchar.
No tenía idea de que Hannah se sintiera así en la escuela. Yo no me había dado cuenta de que tan grave era el acoso que sufría.
Me llevo las manos a las sienes y me dio un masaje suave con los dedos, intentando calmarme. No puedo creer que Jessica se haya atrevido a grabar esto después de que le dije muy claramente que no involucraría a ningún alumno en su investigación.
—Cuchurrumin ¿Estás listo para el segundo round? —dice desde el marco de la puerta con una pose sexy.
—Jessica, ¿qué es esto? ¿Grabaste a Hannah sin su autorización? —le pregunto con tono de desaprobación.
—Bueno sí, así es. Este tipo de testimonios serán clave para mi artículo y esa es la única forma en que puedo recolectar información. —Ni siquiera se inmuta al decirlo.
—¡Estás utilizando a esa pobre chica! ¡No es ético! —Estoy tan enfadado que quisiera gritar.
—¡No seas exagerado! —dice desestimando el asunto—. Mira entiendo que esto te moleste pero es mi trabajo y así es como lo llevo a cabo. Además no mencionaré su nombre como tú dijiste.
—Jessica, esa chica ya ha sufrido mucho. Si se entera de que la grabaste se sentirá usada y desbastada.
—Lo sé pero no se enterará. Yo quiero ayudarla; no sabes lo mal que me sentí al escuchar esas palabras, pero si puedo usar esto en mi artículo podré hacerle ver a otros cómo se siente ser acosado y abusado por alguien, y tal vez las cosas mejoren para ella. —Su expresión al decir estas palabras es muy seria.
De hecho es la primera vez que veo esa expresión en su rostro desde que la conozco.
Me rasco la cabeza, exasperado. Tal vez sí esté exagerando, pero aún pienso que esta forma de hacer las cosas está mal.
—Creo debo irme. Toma esto y haz lo que creas correcto. —Le entrego la grabadora en sus manos y salgo de la habitación.
—Roy, espera, no te vayas. —Intenta detenerme pero decido ignorarla y salir del apartamento sin mirar atrás.

La campana de salida ha sonado y yo aún no tuve oportunidad de hablar con Jessica. Después de llegar a casa a noche reflexioné un poco sobre mi reacción y me dí cuenta de que fui un poco irracional.
Aún no concuerdo con sus métodos pero debo entender que ella está aquí para ser su trabajo y es cierto que ese artículo será de ayuda para muchos chicos como Hannah. Salgo al estacionamiento casi desierto y la veo caminar hacia su auto, sin pensarlo dos veces para ir detrás de ella.
—¡Jessica! —Logro captar su atención y alcanzarla.
—Roy. —Ella se detiene al escuchárme.
—Escucha, quiero disculparme contigo por lo de anoche. Fui muy grosero al irme así.
—No tienes por que disculparte, no es necesario.
—Tal vez no, pero quiero hacerlo, y quiero invitarte a salir para compensarte ¿Qué me dices? ¿Paso por ti a las siete?—le propongo esperanzado.
—De acuerdo, a la 7 estaré lista —acepta con una sonrisa.

Justo como acordamos, paso a recogerla a la siete en punto vestido con unos jeans de marca y una camisa de algodón azul.
Detengo el auto en la entrada del edificio y espero por unos minutos hasta que ella sale por la puerta vestida con un corto vestido n***o, con mangas hasta los codo, el pecho descubierto y una falda ancha, zapatillas no tan altas y su largo pelo suelto, la cereza del pastel son sus carnosos labios pintados de rojo.
Mi corazón empieza a latir mucho más rápido de normal al verla bajar los escalones en cámara lenta; siento como si el tiempo se hubiera detenido y todos estuviéramos paralizados excepto por ella. Me obligo a moverme cuando la veo a unos centímetros de distancia y le abro la puerta del coche para que entre, una vez que lo hace yo también tomo asiento y pongo el auto en marcha.
Esta es la primera vez que salimos en condiciones "normales" y la verdad es que estoy muy nervioso, temo que sin algún tipo de situación extraña que nos acompañe, pueda resultarle alguien muy aburrido.
Llegamos al restaurante Mil sabores, uno de los mejores aquí en Portland, Oregon. Estaciono el auto, salgo y corro hasta su puerta para abrírsela. Entramos y el mesonero nos guía hasta nuestra mesa.
—Wow, este lugar es muy elegante —dice Jessica mirando a su alrededor muy impresionada.
—Debe serlo, es uno de los mejores restaurantes de la ciudad, y uno de los más caros también —le digo en un susurro.
Siento una gran satisfacción al verla sonreír con mi broma, se ve demasiado hermosa cuando sonríe. En ese instante al camarero llega con los menús, ambos los tomamos y empezamos a inspecciónarlos para decidir qué cenaremos.
—Oye ¿Cuánto dinero tienes? Porque estoy pensando en comerme todo lo del menú —me dice mientras se saborea los labios.
Sé que no lo hace con ninguna intención s****l, pero al verla humedecerse los labios con la lengua no puedo evitar pensar en ella devorando mi...
—¿Quieren algo de beber mientras se preparan para ordenar? —El camarero aparece una vez más, interrumpiendo mis pensamientos.
Ambos pedimos una cerveza bien fría y, luego de unos minutos, ordenamos la comida, y sí que estaba hambrienta. Después de dos entradas y un plato principal, aún está ansiosa por que llegue el postre. Mientras lo esperamos conversamos amenamente, riendo de todas las locuras que han pasado estas últimas semanas; de repente una idea asalta mi mente.
—¿Sabes? Me he dado cuenta de que casi no se nada de ti, a pesar de lo extrovertida que eres hablas muy poco de ti misma.
—Bueno yo... —Siento como se pone tensa al instante—. No tengo mucho que decir, soy muy normal aunque no lo parezca —dice con una sonrisa incómoda.
En ese mismo instante su teléfono empieza a sonar, lo saca de su bolso y abre los ojos de par en par al ver la pantalla.
—¿Qué pasa? ¿Quién es? —le pregunto preocupado.
—Lo siento, Roy, pero tengo que responder en privado. —Se pone de pie con el teléfono en la mano y, sin responder a mis preguntas, se dirige al baño de mujeres.
La sigo con los ojos, totalmente desconcertado.
¿Quien pudo haberla llamado? ¿Y por qué se puso así cuando le pregunté sobre ella misma?
La pierdo de vista cuando atraviesa la puerta del baño y una voz conocida capta mi atención, desvío la mirada hacia la puerta de la entrada y una nueva pregunta asalta mi mente.
«¿Qué diablos hacen aquí los maestros?»