Narra Daniel
—Mirame... —le susurré acercándome más a él—Nahu...
Inspiró profundo y me miró vergonzosamente. Me acerqué un poco a su rostro pasando mi pulgar por su mejilla. ¿De verdad lo voy a besar? Peor aún, ¿voy a besarlo en su casa? Si me ven tan cerca de Nahuel van a matarme. Miré sus ojos, fijos en los míos. Bajé mi mirada a sus mejillas, apenas puedo notar su sonrojo por culpa de la oscuridad de la habitación. Bajé aún más mi vista llegando a sus labios. No pude dejar de mirarlos con muchas ganas de besarlo. Sin pensarlo más, uní sus labios con los míos.
Nahuel se sobresaltó llevando su mano a mi muñeca. Me separé rápidamente de él sintiendo que acababa de cometer un error; no porque no me gustara, sino porque él se puede sentir incómodo después de esto. Me separé por completo de él, solté un suspiro y desvié la mirada a la ventana.
—Perdón... —musité.
—N-no importa... —lo miré de soslayo, tenía sus dedos en los labios, los cuales se curvaban en una pequeña sonrisa. No parecía ni incómodo ni enojado—. F-fue mi primer beso —¡mierda! Acabo de robarle su primer beso. Resoplé—. M-me alegra que hayas sido con vos.
—¿De verdad? —asintió haciéndome esbozar una pequeña sonrisa—. De todas maneras, lo siento. —bajé un poco la voz—. Si alguien nos hubiera visto durante mi imprudencia, nos hubiera ido mal a los dos. —asintió.
Nos quedamos unos instantes en silencio, lo observé con la poca luz que entraba por la ventana. Él me sonrió con cierta vergüenza. Aún tenía los dedos en sus labios como si no quisiera que la sensación del beso desapareciera.
—Sería mejor que vuelvas a tu cuarto —dije después de unos minutos en silencio—. Tenés que descansar —asintió, me acerqué un poco a él con una pequeña sonrisa en el rostro—. ¿Puedo volver a besarte? —susurré con el corazón acelerado. No debería estar haciendo esto, no acá, no con él, pero después del primer beso, no puedo resistirme a volver a hacerlo. Nahuel asintió con la cara casi brillándole de lo rojo que estaba. Lo tomé del mentón y junté nuestros labios en un beso que no duró más que unos segundos—. Descansá —dije cuando nos separamos.
—V-vos también —dicho esto, se fue a su cuarto.
Me senté en el sillón sacando mi celular. Entre tanto, se habían hecho casi las tres de la mañana. Me recosté y me tapé mientras abría mi w******p. Busqué el chat con Ana; necesito hablar con ella y contarle lo que pasó.
—"Espero que estés despierta y en tu casa, necesito contarte algo importante."
Esperé unos minutos.
—"Estoy en lo de una amiga, pero se quedó dormida en medio de una película. Contame."
—"Lo besé. Besé a Nahuel." —miré el mensaje con una pequeña sonrisa en el rostro—. "Me quedé en su casa por la tormenta. No podía dormir así que me puse a mirar por la ventana. Al parecer, él tampoco podía. Terminé diciendo que me gustaba y descubrí que me corresponde... al final lo besé un par de veces."
—"¿En la casa de sus padres? Estás loco, Daniel, pero felicidades." —sonreí.
—"Creeme que estoy temblando todavía de los nervios. Espero que nadie nos haya visto, aunque si lo hubieran hecho, ya estaría bajo la lluvia." —miré al pasillo que llevaba a las habitaciones. Sigo con un pequeño miedo de que nos hayan visto.
—"Esperemos que tengas suerte y que no lo hayan hecho. Por cierto, ¿qué vas a hacer ahora? ¿Vas a pedirle que sean novios o vas a volver a tu papel de entrenador?" —leí el mensaje unas cuantas veces. No tengo idea de que es lo que debería hacer.
Sé que si vuelvo a la distancia de antes, podría lastimar a Nahuel. Si decido avanzar, debería mantener la relación en secreto o renunciar a mi trabajo. Suspiré pasándome la mano por la frente. Volví a leer el mensaje de Ana.
—"Sinceramente, no sé. Supongo que voy a ver como se desarrollan las cosas con él." —o si se desarrollan realmente. No puedo olvidar que Nahuel piensa como un adolescente, puede que se aburra pronto de mí.
Bloqueé el celular y lo guardé en mi bolsillo. Me acomodé en el sillón y cerré los ojos un poco cansado. Es mejor que descanse un poco, tengo que levantarme temprano para volver a mi casa.
Solo dormí unas pocas horas. Cuando me desperté eran las siete y media de la mañana. Me levanté y me metí en el baño. Me alisté rápidamente, salí del baño y volví al sillón donde había dormido. Doblé la frazada que me habían prestado y puse la almohada arriba. Me senté al lado de las cosas y saqué mi celular para mirar los mensajes que me habían dejado; solamente tenía algunos de Ana y el resto que dejo sin leer.
—"Espero que tengas suerte con él." —era lo que decía su último mensaje.
Me revolví un poco el pelo pensando. Debo tener suerte con él. Él tiene que decidir cómo van a seguir las cosas entre nosotros de ahora en más. Solté un suspiro al tiempo que escuchaba que alguien salía de uno de los cuartos. Escuché unos pasos y la puerta, imagino, del baño. Solté un bostezo mientras guardaba mi celular en mi mochila.
Al poco tiempo, la madre de Nahuel apareció por el pasillo con un largo deshabillé. Me dirigió una mirada rápida y se metió en la cocina.
—¿Toma café?
—No se preocupe, señora. No tiene que molestarse, ya me voy —se volvió hacia mí y me miró unos segundos. Después, chasqueó la lengua mientras negaba con la cabeza.
—No voy a permitir que salgas sin desayunar.
—En serio, no es ne...
—No le pregunté —dio media vuelta y comenzó a preparar el desayuno. No pude evitar sonreír al ver a mi madre en ella.
—Bueno, pero permítame ayudarla, por favor. Al menos como agradecimiento por dejar que pase la noche acá —ella pareció ignorarme. Me acerqué y miré por encima de su hombro—. ¿En que la ayudo?
—En nada, siéntese y espere a que le sirva.
—Puede tutearme si quiere.
—Usted también —me miró con el ceño levemente fruncido—. Siéntese y espere el desayuno, por favor —por su voz, comprendí que estaba bromeando. Le sonreí y fui hasta la mesa del comedor, donde me senté—. Decime, Daniel —levanté la mirada hacia ella—, ¿qué hacías antes de trabajar en el club con los chicos?
—Trabajaba en un gimnasio.
—¿No habías trabajado con chicos como Nahu?
—No. Trabajé en una escuelita de fútbol con chicos, pero no eran como él. Cuando me dieron el trabajo tuve que leer bastante para saber que hacer y cómo hacerlo —con el rabillo del ojo pude ver a alguien parado en el pasillo. Me giré hacia la figura encontrándome con Nahuel adormilado, con el pelo revuelto y su pijama. Sonreí sin poder evitarlo; es realmente lindo.
—Buenos días, hijo.
—Buenos días —dijo mientras se acercaba a la mesa arrastrando los pies.
Se sentó al lado mío y sostuvo su cabeza con sus manos. Apenas podía mantener los ojos abiertos; seguramente siguió despierto después de que volviera a su cuarto, por eso está cansado. Desvié la mirada de él para no llamar la atención de su mamá. Ella seguía preparando el desayuno y no nos miraba, pero prefiero no levantar sospechas. Miré a la mujer que comenzaba a traer las cosas de poco en poco mientras le dirigía miradas rápidas a su hijo.
—¿Te quedaste hasta muy tarde, Nahu?
—Sí... No podía dormir —tomó un sorbo de su café. Espero que no diga lo que pasó anoche—. Los truenos sonaban muy fuertes.
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Me despedí de Nahuel en la puerta de su casa. Él me miraba con una cara triste, como la que ponen los nenes. Le sonreí contemplando su cara, sobre todo sus ojos. Pensé una y otra vez en lo lindos que son y en lo atractivo que lo hacen a Nahuel.
—Bueno, nos vemos el viernes —dije después de unos instantes en silencio. Él simplemente asintió; parece que no quiere que nos separemos todavía—. Cuando llegue a mi casa te mando un mensaje, necesito preguntarte un par de cosas del club —eso no es verdad, pero no puedo decirle algo relacionado a lo de anoche por si alguien está escuchándonos. Lo saludé con un beso en la mejilla, le dediqué una última sonrisa y me fui.
Caminé hasta la estación con las manos en los bolsillos y los labios levemente curvados en una pequeña sonrisa que no podía disimular. No podía dejar de imaginar como sería ver a Nahuel como esta mañana todos los días. Sí, soy consciente de que me estoy adelantando demasiado. Ni siquiera sé que va a pasar entre nosotros en el futuro.
Solté un suspiro cuando me di cuenta de que estaba subiendo al andén por pura inercia. Pagué mi pasaje y fui a sentarme en un banco. Me pasé la mano por la cara intentando apartar a Nahuel de mi cabeza.
Me levanté cuando el tren se detuvo, me subí, me ubiqué al lado de la puerta y saqué mi celular. Tenía un mensaje de Lucas preguntándome si mañana nos veíamos después de su trabajo; últimamente estamos perdiendo la rutina de vernos en el café después de su trabajo. Después de los comentarios que soltó contra Nahuel, no me da ganas de verlo, a pesar de ser mi amigo. Terminé aceptando vernos mañana cuando salía. Después, volví a guardar mi celular.
Cuando llegué a mi casa, tiré mis cosas en el sillón y fui a mi cuarto. Me tiré en la cama boca arriba mientras sacaba de nuevo mi celular para escribirle a Nahuel. Tipié rápidamente que ya había llegado y se lo mandé. No tardó ni dos segundos en contestar.
—"¿Qué ibas a preguntarme hoy?" —sonreí sin poder evitarlo. Parece que lo dejé con curiosidad.
—"¿Qué va a pasar entre nosotros a partir de ahora?" —volví a escribir—. "¿Querés que seamos novios?" —sentí las manos temblarme después de mandarle el mensaje.
—"Nunca tuve novio antes." —pude ver su cara enrojecer en mi cabeza.
—"Podemos ir despacio si querés. Si querés que seamos novios, antes podemos salir y conocernos mejor."
—"¿Vamos a poder besarnos sin ser novios?" —sonreí ante su inocencia y dulzura.
—"Si eso es lo que querés, me parece bien. Yo también quiero seguir besándote." —sonreí—. "Nahu, no le digas nada a nadie, podría meterme en problemas si alguien se entera, sobre todo con tu familia."
—"No voy a decir nada."
—"Si vamos a hacer algo fuera del club, tengamos cuidado."
Seguimos hablando un rato más, esta vez solo como amigos, aunque no podía dejar de pensar en sus suaves labios y en su cara casi brillante por el sonrojo. Lo de anoche va a quedar grabado en mi mente.
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Levanté la mirada del celular cuando Lucas llegó al café. Al menos ahora voy a dejar que Nahuel se concentre en su tarea en lugar del celular. Guardé el aparato y le sonreí a mi amigo, pero él apenas se limitó a saludarme, después hizo un gesto con la mano para llamar al mozo. Este se acercó, tomó nuestros pedidos y se fue.
—¿Estás enojado?
—Un poco —suspiró—. Hace meses que no salimos. Hasta dejamos de vernos después de mi trabajo, cuando lo hacíamos siempre.
—¿Estás celoso? —solté una risita—. Perdón Lucas, pero ahora tengo otras prioridades.
—¿Hablás de él? —negué rápidamente con la cabeza aunque no fuera cierto; igual que Nahuel, también voy a guardar el secreto, al menos de Lucas y mis demás amigos.
—Hablo del club. Tengo que ocuparme de las actividades para mis alumnos y dedicarme a pensar como las voy a explicar para que me entiendan y no se lastimen —Lucas puso los ojos en blanco.
—Da igual —dijo suspirando—. Pongámonos al día.
Comenzamos a hablar de este tiempo en que casi no nos vimos. Lucas parece bastante enojado porque pase más tiempo ocupado en mi trabajo que hablando o saliendo con él. Básicamente, estaba enojado porque no le prestaba atención; a veces se comportaba como un nene malcriado, creyendo que mi vida tenía que girar alrededor de él.