[Cap. 5]

2625 Words
Los días pasaban y Adelaida estaba más que feliz por cómo avanzaba Steve, aunque algunos soldados intentaban hacerle la vida imposible al rubio, pero este se levantaba y seguía trabajando. Peggy se encargaba de entrenar a los soldados y hacer un pequeño reporte por cada día. Mientras tanto el doctor Abraham y Ada caminaban por el campo del ejército para luego llegar hacia donde está la agente Carter con los demás voluntarios. —¿Escuchó que Steven pudo bajar la bandera? —¿Hablas de esa bandera que estaba hace diecisiete años en el mástil? —Así es —asintió con la cabeza muy feliz. — Sacó los tornillos que lo sostenían y lo hizo caer, le entregó la bandera al sargento y subió al Jeep con la agente Carter. —Sí que estás pendiente a él —alzó ambas cejas curioso porque ella supiera de tal información. —Ay, no... —rodó los ojos— ¿Usted también? Mi padre me lo insinuó con este tema y tuve que dejarle bien en claro que no me gusta —infló sus mejillas— Solo le expliqué que el chico me cae bien. —Está bien —intentó calmarla— ¿Puedo saber la razón por qué te cae bien? —Sí, no hay ningún problema —sonrió de lado. — Es que me sorprende que él a pesar de todos los obstáculos que le pongan en el camino, se levanta e intenta superarlo con ingenio, es demasiado diferente a los demás hombres que he conocido. —Opino lo mismo señorita Beckett —rio bajo al ver la mueca que hizo Ada al llamarla muy formal— Mire allí. Los candidatos estaban haciendo planchas siendo supervisados por la agente Carter quien miraba a cada uno hasta que posó su mirada en Rogers quien intentaba por lo menos hacer una plancha. —¡Sigan señoritas, rápido! Mi abuela, en paz descanse, tiene más vitalidad... —al ver que algunos estaban a punto de caerse, gruñó por lo bajo. — ¡¿Qué esperan?! En ese momento el coronel Phillips se acercó a paso apresurado donde el doctor Abraham quien miraba junto a Adelaida el progreso de los soldados. —¿No estará pensando en elegir a Rogers? ¿O sí? —preguntó con una mueca al científico, quien permaneció tranquilo ante su reclamo. —Pues, no solamente lo he pensado, será elegido. —¿Está usted de acuerdo con esto señorita Beckett? —De hecho, yo fui quien le propuso al doctor que lo eligiera —se encogió de hombros. —Cuando trajo a un debilucho asmático a mi base, yo no dije nada, creí que podría servir como conejillo, pero no creí que lo eligiera. —¡Arriba! —gritó Peggy y todos los soldados se levantaron rápido— Abriendo y cerrando. —Si le encajan una aguja en el brazo la atravesará ¡Mire eso! —dirigieron su mirada a Steve quien estaba cansado de tanto ejercicio— Me va hacer llorar— habló con sarcasmo. —Estoy buscando cualidades más grandes que las físicas —explicó Abraham enojando un poco más a Phillips. —¿Sabe cuánto tardé en concretar este proyecto? —Sí, lo sé... —¿Y los pies que tuve que besar con ese senador y comité? —Sí, ya sé que se ha esforzado mucho. —Quiero que me recompense, Hodge pasó todas las pruebas, es fuerte, rápido, ¡En ese orden! —Ada al escuchar todo eso solo rodó los ojos por tanta palabrería— Ese soldado... —Es agresivo —respondió Adelaida ganando la mirada del coronel. —No se ganan con ternuras, señorita Beckett. Miro hacia el lado del doctor en donde se encontraba un Jeep, lleno de cajas y dentro de estas había puras granadas que estaban vacías. Sacó una granada y miró a los dos científicos para luego sacar el gancho de este. —Las guerras se ganan con agallas —tiró la bomba en medio de los soldados que estaban trabajando— ¡Granada! El primero en correr para salvarse fue Hodge quien se ocultó detrás de un carro, los demás copiaron su acto para evitar salir heridos. Steve en cambio corrió hacia la granada y se tiró encima de ésta en forma fetal evitando que cualquiera se acercara. —¡Atrás! ¡No venga! El rubio le gritó a la agente Carter quien miraba asombrada la escena, pasaron los segundos y la granada no explotó haciendo que los demás se dieran cuenta. Ada sonreía orgullosa de él al igual que el doctor Erskine quien se dio cuenta que había tomado la decisión correcta y todo gracias a la adolescente que le ayudaba en este proyecto. —¿Es una prueba? —preguntó confundido Steven quien se había sentado mirando alrededor. El doctor y el coronel se miraron entre sí, el primer nombrado se encogió de hombros demostrando lo que el rubio era capaz. —Es muy delgado —opinó el coronel retirándose del lugar. El doctor y la adolescente sonrieron de lado para luego mirar con orgullo al rubio que seguía tirado en el suelo observando confundido la situación. —Gracias Ada —ella está vez la miró confundida— Por ayudarme en este proyecto, además de encontrar al candidato perfecto. —Oh... no es nada —se encogió de hombros— Es lo único que podía hacer por usted. —Créeme que has hecho demasiadas cosas no solo por mí, sino para el bien de todo el mundo. Las horas pasaron y los dos científicos volvieron al laboratorio para preparar todo para el fin de semana. Eran las seis de la noche, el tiempo pasaba rápido, pensó Adelaida, quien se dirigía a las habitaciones de los soldados acompañada obviamente del Doctor quien llevaba una bebida y unos vasos en mano. La rubia solo se limitaba a llevar un libro en mano, el cual estaba leyendo. —Si lees de esa manera te vas a tropezar con cualquier cosa. —Le aseguro que tengo como un sentido que me advierte que puede pasar, esto evita que pueda desconcentrarse o pasarme cualquier tontería al momento de mi lectura. —Aunque suene algo raro de mi parte, quiero ver eso —admitió. Antes de que pudiera decir otra palabra por un lado contrario al de ellos venía un soldado con cajas, desde lejos se podía notar que había mucho peso encima. Una caja pequeña cayó de la pila, el soldado no lo vio a tiempo, pero la rubia sí, por lo que antes de que cayera lo agarró y se lo devolvió sin despegar la mirada de su libro. Erskine solo levantó una ceja curiosa, al ver la situación, delante de ellos había un gran charco de lodo, ya que se encontraban en el campo del ejército, y ya que era el único modo de llegar a las habitaciones de los soldados. Abraham antes de pudiera advertirle, ella ya estaba rodeando el lodo. Más adelante al ya estar cerca de salir del campo la rubia con su mano derecha detuvo al doctor quien miró lo miró confundido, iba a hablar, pero una bala llegó desde el cielo y se clavó en la arena al frente de él. Erskine quedó boquiabierto al ver lo sucedido. —¿Cómo...? —Uno de los soldados disparó hace un minuto aquí por una apuesta. —levantó la mano en donde tenía la bebida para intervenir, pero ella no le dejó— Para que sepa, al soldado lo sancionaron mas no lo sacaron del ejército —habló dando referencia al soldado que había disparado. —Estoy completamente impactado —dijo dando referencia a su sentido. —La mayoría reacciona así. Minutos más tarde ya habían llegado a los cuartos de los soldados, todos estaban cenando o disfrutando un momento para respirar, el único que se encontraba adentro era nada más que Steven Rogers quien leía un libro que había entregado el ejército. Erskine tocó dos veces la puerta llamando la atención del rubio quien se dio la vuelta y miró atentamente a Abraham y Adelaida. —¿Podemos? —Sí. El doctor le dio primero el pase a Ada quien con un pequeño 'gracias' entró a la gran habitación. —¿Sufre de insomnio? —Estoy nervioso, creo —La rubia sonrió de lado mientras que Erskine solo reía —Yo también. El doctor dejó los vasos a un lado y estiró el colchón que estaba al frente de la cama de Steve, en donde los dos científicos se sentaron. —Le hago una pregunta, señor. —¿Solo una? —¿Por qué a mí? —Los tres quedaron en un pequeño silencio el cual interrumpida por el mayor de los tres. —Supongo que es la única pregunta que importa. La rubia miro por la ventana en donde pasaban soldados relajándose del entrenamiento. Luego miró a Erskine quien miraba ahora la botella. —Esto es de Hamburgo, mi ciudad —habló con voz melancólica— Muchos olvidan que el primer país que invadieron los nazis fue el suyo. Después de la otra guerra —movió su mano intentando buscar la palabra adecuada— mi pueblo sufrió, era frágil y muy débil —la rubia alzó una ceja al escuchar la historia de aquel hombre —Hitler apareció con sus marchas, el espectáculo, banderas y esas —Suspiró acomodándose los lentes— Y escuchó de mí —agachó la cabeza— Mi trabajo, dijo "Tú, nos fortalecerás" pero... no estaba interesado así que envió al líder de H.Y.D.R.A. y su área de investigación; un brillante científico llamado Johann Schmidt. Ada al escuchar aquel nombre se quedó tiesa y miró al científico con incredulidad. Iba a hablar, pero este con un movimiento de sus manos le advirtió que esperara. La rubia frunció los labios y se quedó mirando la portada de su pequeño libro. —Schmidt es m*****o del círculo interno y es ambicioso. Él y Hitler comparten una pasión por el ocultismo y los mitos teutónicos. Hitler usa esas fantasías para inspirar a sus fieles, pero para Schmidt no es fantasía para él es real, se convenció que hay un gran poder oculto en la tierra dejado por los dioses esperando a que lo tome un hombre superior. Cuando supo de mi fórmula y lo que hacía... no lo resistió, Schmidt debía ser ese hombre superior. —Lo hizo más fuerte. —Sí, pero... hubo otros efectos. No estaba listo el suero —admitió. — pero lo más importante el hombre. El suero amplifica todo lo que hay en el interior, así que lo bueno se vuelve mejor; lo malo se vuelve peor. Por eso fuiste elegido. Porque un hombre fuerte que ha tenido ese poder toda su vida, puede perder el respeto a esa fuerza, pero un hombre débil aprecia el valor de la fortaleza, y conoce la compasión. Steve quedó mudo al escuchar todo el relato del doctor que le había dado una entrada al ejército, miró a los dos científicos que estaban al frente de él mirando toda esta situación. —Gracias, eso creo —el doctor rio mientras que Ada solo se limitaba a sonreír. —Dame eso —pidió a Steve señalando los vasos que estaban al lado de él —Pase lo que pase mañana prométeme algo— le sirvió la bebida en uno de los vasos— Que seguirá siendo usted, no un soldado perfecto sino un buen hombre. —Por los frágiles. Alzó el vaso chocando el vaso con el doctor, Adelaida al darse cuenta del gran error que iba a cometer, dirigió su mano al vaso de Steve quien casi estaba a punto de tomar la bebida. —¡No, no no no.! ¡Qué descuido! Lo intervendrán mañana, sin fluidos. —Oh cierto... gracias por recordarme —suspiró Abraham. —Amm... beberemos después. —No, a mí no me van a intervenir yo me lo tomaré —el doctor frunció el ceño al ver a Ada tomar del vaso. —Tú tampoco debes tomar, eres menor de edad. —Ya he tomado antes —se encogió de hombros— Y no soy como mi padre que le hace efecto fácilmente. —Tomaré tu palabra —miró el reloj de su muñeca— Ya es tarde, debemos de irnos. —¿Me espera un rato afuera? —Claro Ada. Erskine agarró la botella y salió de la habitación despidiéndose del pequeño rubio, cerró la puerta dejando un poco de privacidad a los dos. —¿Cómo has estado? —preguntó Adelaida quien lo miraba con una pequeña sonrisa. —Nada mal, jamás pensé que estaría en el ejército, es una gran oportunidad estar aquí. —Debo suponerlo. —¿Puedo hacerte una pregunta? —Ya la estás haciendo —a Steve le agarró desprevenido esa pregunta que se avergonzó— Era broma —rio levemente— ¿Cuál es tu pregunta? —¿Cómo llegaste a trabajar con el doctor Erskine? —Pues resumiendo, nuestro compañero de trabajo le pidió a mi padre para estar en este proyecto, pero la decisión la tomaba yo, así que, decidí que él entraba si me dejaban a mí participar. —Eso sí es sorprendente —admitió— No es que quiera ofenderte, pero ¿No te cansa demasiado el trabajo? —Cuando te gusta lo que haces jamás te aburrirás o fastidiaras; te aseguro que cuando estés en el verdadero campo sabrás lo que es el trabajo duro y te va encantar. —Supongo que sí. —Bueno, Steven, antes que me vaya quiero que sepas que todos los que trabajamos en este proyecto estamos muy orgullosos de ti y a pesar de todo te estaremos apoyando. —M-Muchas gracias Ada. —Oh, no es nada —hizo un pequeño movimiento de manos restando importancia— Ya debo irme es tarde, hasta mañana Steve —se acercó a él y le dio un pequeño beso en la mejilla— Descansa. —H-Hasta mañana. Ada se retiró con Erskine quienes se fueron con una gran sonrisa hacia sus habitaciones, dispuestos a descansar para lo que se avecinaba.   |Lugar Desconocido| |Fecha inexacta| El científico Zola entró al laboratorio escuchando la melodiosa música que salía del Vinilo a unos metros de él, se detuvo un momento mirando al frente un poco asombrado pues ahí se encontraba nada más y menos que el gran líder de HYDRA, Johann Schmidt. Él, al ver que Zola llegó, tocó un pequeño interruptor apagando la luz que lo iluminaba. —¿Hay algo en especial que necesite? Zola pasó su mirada a la gran pintura roja que tenía en la paleta el pintor. El pintor sólo se limitó a dar una mirada seria a la situación. —Tengo... entendido que lo encontraron. —Véalo usted mismo. El hombre de gafas redondas se acercó aquel escritorio en donde se encontraban fotografías del Doctor Erskine en Estados Unidos. A un lado se había más fotos, pero no de él, sino de un padre y su hija que caminaban alegremente la avenida —¿Lo desaprueba? —Es que, no sé porque se tiene que angustiar no creo que pueda tener éxito... —Sintió la mirada de su líder a pesar de que no podía verlo por la falta de luz— Otra vez. —Su suero es la única arma de los aliados contra el poder que poseemos si se la arrebatamos nuestro triunfo es seguro. —¿Quiere que dé la orden? —Ya fue me emitida. —Excelente — Zola pensó en las palabras de su jefe, por un momento vio la imagen de aquel padre con su hija. —Puede preguntar, doctor Zola. —¿Quiénes son ellos? —Ellos... son considerados aliados de Estados Unidos, ayudan a Erskine a terminar la fórmula. —¿Una adolescente? —No es cualquier adolescente se dice que su coeficiente intelectual es de doscientos treinta o más —el científico miró fijamente la foto sintiéndose incrédulo al escuchar aquellas palabras. —Eso es imposible... —Créalo, por eso ella será que lleve a HYDRA a la gloria. —Eso es magnífico Con un pequeño asentamiento de cabeza caminó hacia el pasillo derecho, pero entonces Johann llamó su atención. —¡Doctor Zola! —el nombrado se dio la vuelta justo en el momento en que prendían nuevamente las luces— ¿Qué le parece? Se acercó a paso lento en donde estaba el pintor quien estaba muy tenso pintando el lienzo con aquel fino pincel. —Una obra maestra.       Adelaida se levantó con un grito de su cama, su padre que estaba en la habitación de al lado, salió corriendo de esta para dirigirse donde su hija. Cuando abrió la puerta se encontró a Ada con unas pequeñas lágrimas en sus ojos y un poco sudada. —¿Qué pasó? ¿Fue una pesadilla? —la adolescente negó con la cabeza varias veces —N-No, fue algo muy diferente —frunció los labios —¿Crees que sea otra premonición [1]? —No es una suposición, estoy muy segura que va a pasar y tenemos que hacer algo rápido antes que nos descubran. —¿Qué es lo que has visto? Adelaida miró las paredes y con unos leves movimientos de sus manos la habitación que insonora. —Vi a Cráneo Rojo —su padre lo miró serio ante el nombre del enemigo de los Estados Unidos— Estaba buscándonos, mañana piensa secuestrarnos. —Pero eso hija lo podemos impedir —ella negó. —No es solo eso... algo va a pasar con el proyecto mañana y los únicos que sabemos la fórmula del suero somos nosotros, al saber esto nos va a perjudicar a nosotros. —Entonces ¿Qué tienes planeado? —Mañana iremos a Xandar y si yo fuera tú, alistaría nuestras 'cosas' para nuestro viaje.       [1] Premonición: Permite ver sucesos futuros.
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