Capítulo 2

1006 Words
—¡Dios, mis pies no dan para más! —me quejo como niña pequeña porque ciertamente los altos tacones que he usado durante toda la noche me están pasando factura a estas altas horas de la madrugada. Andrew estaciona su auto y no puedo evitar suspirar cada vez que vengo a esta casa. ¿Por qué Andrew Black tenía que tener tanto dinero? No me quejo, es más bien una pregunta vacía. —Esta casa no será lo mismo sin nosotros —me dice mientras se baja del auto y llega hasta mi lado abriéndome la puerta para ayudarme a bajar. —No. No será lo mismo sin nosotros. Tu madre no tendrá a quien pegarle gritos, y siempre estará ordenada la sala, la cocina, y el área de la piscina —digo enumerando con mis dedos burlándome y él se ríe, ya que es totalmente cierto de que somos unos desordenados en la casa. Siempre veíamos películas y dejábamos un desastre de restos de comida. Cuando queríamos comer algo, ambos lo hacíamos juntos y el desastre también era inminente, y en la piscina ni hablar. Menos mal que el personal de servicio me ama y no se molestan por todo eso. Recuerdos y más recuerdos inundan mi mente mientras admiro con nostalgia la hermosa entrada de la casa de la familia Black. —¿Ema? ¿Estás bien? —me pregunta Andrew preocupado. No me había dado cuanta que estaba de pie en total silencio mirando la casa divagando en los miles de recuerdos que me dejará —Ema… —Estoy bien. —le sonrío con sinceridad— ¡Tengo una idea! —exclamo eufórica. —Tus ideas me dan miedo, Ema. —¡No seas idiota Andy! ¿Acaso nunca has querido hacerlo a la puesta del sol? —pregunto en tono juguetón mientras me acerco como un león en busca de su presa. —¿Y cómo se supone que lo haremos? ¿Nos iremos a un lugar abierto a tener sexo mientras amanece y las personas madrugadoras nos observa? —ruedo mis ojos ante semejante brutalidad. Él me mira esperando una respuesta de mi parte y con algo de estrés señalo hacia arriba—. Oh, señorita Ema, es usted muy inteligente. —Lo sé, por eso me subieron dos niveles y pude alcanzarte en la escuela, tarado —ambos nos reímos con ganas y de repente Andrew me carga en sus brazos y grito un poco por la sorpresa. —Yo te llevaré como todo un hombre romántico de esas películas que tú sueles mirar —nos seguimos riendo por lo estúpido de la situación. —¡Oh, que considerado señor Black! —Lo mejor para mi reina —de inmediato le doy un manotazo en la cabeza haciéndolo quejarse— ¡No seas tosca Ema! Agradece que estoy siendo considerado porque tus pies parecen que van a reventar de los hinchados que está con esos tacones. —Y yo que creía que estabas siendo romántico, pero esto es mejor… —Contigo seré todo lo que quieras Ema, pero jamás romántico. —me guiña un ojo y yo sonrío. Andrew entra en la imponente mansión conmigo en brazos y en medio del living nos encontramos a su nana, la dulce señora Marta. Al vernos se ríe mientras niega con la cabeza. Ambos le lanzamos besos y le gritamos que la amamos mucho cuando sigue su camino. Andrew comienza a subir las escaleras, conmigo en brazos, pero soy más rápida y me bajo. Comienzo a correr hacia la azotea de la casa mientras me río como una loca desquiciada. Andrew va pisándome los talones y me grita que si me alcanza me las veré con él. Sin aire y jadeando abro la puerta y llego a la azotea de la mansión. La fría y fresca brisa golpea mi rostro y comienzo a tomar aire mientras sigo riéndome. —Te dije que las pagarías —la voz de Andrew se oye a mi espalda. En cuestión de segundos siento sus brazos rodearme por detrás mientras yo sigo tomando aire —Siempre serás el lento entre los dos. Siempre estaré a un paso delante de ti… —No tengo dudas de eso Ema, pero esta vez, yo he ganado —¿Ah si? —Pregunto con coquetería —Así es. Te tengo sola para mí sin poderte mover en este lugar, donde nadie podrá oírte —me doy la vuelta y subo mis brazos a su cuello, toco con la yema de mis dedos el lugar que conozco de memoria. Donde está trazado en tinta negra el tatuaje más absurdo de la historia—. No me sigas viendo así —¿Por qué? —No podré detenerme luego —sus hermosos ojos van de los míos a mis labios. Su mirada se dilata en cuestión de segundos, y siento como su cuerpo se tensa, su respiración se vuelve pesada y su virilidad se hace presente. Comenzamos a besarnos con pasión, una que se despertó años atrás cuando decidimos hacer este pacto: únicamente sexo. Andrew me carga y yo enrollo mis piernas en su cintura. Mi falda se eleva lo suficiente para darle acceso a mis glúteos y él con suma agilidad los acaricia. Esto somos: unos locos adolescentes que nos encanta quemarnos bajo esta ardiente pasión y este ardiente deseo. Nos detenemos por falta de aire y ambos nos miramos cara a cara agitados por un simple beso, pero deseosos de más. Ambos sabemos que será nuestra despedida, y ambos no queremos que termine. Él me sonríe y yo acarició su rostro, le doy un beso suave y le susurro entre sus labios mi deseo —No quiero que te detengas. Quiero sentirte por completo: sin precauciones, sin protección. Yo me encargo luego…—y eso nada más basta para que mi amigo de toda la vida, Andrew Black, se vuelva un hombre en todos los sentidos de la palabra y comience a poseer mi cuerpo como solo él lo sabe hacer.
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