CAPÍTULO 1

1933 Words
El día de volver a casa por fin había llegado. Mi cuerpo había tardado meses en poder recuperarse de todas las heridas, pero lo había logrado. Lo único que me hería era saber que, para mi familia, había sido dado por muerto. No los culpo, ni siquiera yo tenía esperanzas de vivir cuando me encontraron. Además, no recordaba casi nada de lo que había pasado. Lo único que recordaba era el nombre del sargento encargado de la misión y que todo había salido mal. Según los reportes yo había sido el único sobreviviente. Un hombre llamado Joseph Phillips, a quien le decían general, fue quien estuvo todo el tiempo pendiente de mí. No supe si el sobrenombre era un simple apodo o en realidad un título hasta que aterrizamos en Washington D.C y visitamos la base militar para cumplir con los protocolos necesarios. Ahí, luego de finalizar con el papeleo, logramos obtener algunos detalles de mi vida como la dirección de la casa donde vivía y ciertas cosas que aún estaban borrosas en mi mente. Según habían dicho, Phillips había sido uno de los compañeros de batallón de mi padre y se había ofrecido a acompañarme a casa para explicarles todo. —¿Estas bien? —preguntó Phillips, cuando estábamos por aterrizar en el aeropuerto John F. Kennedy. —Estoy ansioso —respondí. —Yo estaría igual que tú, pero no hay de qué preocuparse. Tu familia va a estar muy feliz de verte, especialmente en un día como este —comentó y asentí. Era nochebuena. La misma fecha en que me había casado con Lucy. Aunque mi mente aún tenía un par de cosas reprimidas, una de las cosas que recordaba era que la había dejado sola un día después de nuestro matrimonio por irme al servicio. Esperaba que ella no recordara eso tan latente como yo. Llegamos al aeropuerto y en la salida me encontré con un rostro que conocía muy bien. —¡Hermano, no lo puedo creer! —dijo Lucas y me abrazó—. Tenemos tanto de qué hablar, pero será después. Ya quiero que mi hermana te vea. Lucas me miró de arriba a abajo como si estuviera viendo a un fantasma y su mirada se enfrió un poco apenas vio la cicatriz que llevaba en la cabeza. Uno de mis temores más grandes era que Lucy ya no me amara o me viera con lástima al estar lleno de cicatrices y heridas secas. Apenas llegamos al restaurante de mi madre, me sorprendí al ver un nuevo nombre en el letrero. —¿Y eso? —cuestioné. —Muchas cosas han cambiado en tu ausencia. No dije nada durante todo el camino porque no quiero arruinar la sorpresa, pero por ahora espera, iré por Lucy. —Asentí, y caminé un poco intentando ver algo por la ventana, aunque no tuve éxito. –Cálmate, muchacho —dijo Phillips, pero me estaba pidiendo algo imposible. Apenas se abrió la puerta, me giré hacia la entrada y ella estaba saliendo junto a Lucas. —Lucy... —dije dando unos cortos pasos hacia ella. Lucy abrió los ojos al instante y sus pupilas se inundaron. Se tapó la boca y dio unos pasos hacia atrás. —No, esto no es posible —dijo. ––Lucy, es él ––dijo Lucas. Ella lo miró, luego volvió a verme y se acercó hasta tomar mi rostro. Sus manos cálidas sobre mis mejillas me llenaban de paz el alma. Su aroma seguía siendo el mismo de mis recuerdos y su belleza estaba intacta. —Nos dijeron que habías muerto, Miles. ¡Creí que estabas muerto! —gritó. Sus lágrimas fueron como golpes en mi pecho. Tomé sus manos e intenté explicarle lo mejor que pude. —Lo sé. Yo también creí que había muerto, pero desperté después de meses en una cama de hospital sin recordar nada y Phillips me cuidó todo el tiempo aun cuando no sabía quién era. Pasado el tiempo comencé a soñar con una chica de cabellos rubios. No sabía quién era ella, pero ver su sonrisa en mis sueños me mantenía con ánimo y con deseos de seguir intentando recordar. Entonces vi a alguien con un anillo de bodas y un recuerdo se encendió en mi memoria: Tú decías mi nombre mientras nos casábamos. Lucy se rio y las lágrimas no paraban de salir de sus ojos, contagiando los míos. ––Apenas tuve ese recuerdo, se lo dije de inmediato a Phillips y él me ayudó a llegar hasta aquí. Lucy lloraba, Lucas se limpiaba las lágrimas que se le escapaban y la puerta del restaurante se abrió. —¡Lucy!, Anto… —dijo mi madre saliendo del restaurante, pero no pudo concluir con lo que estaba diciendo luego de que sus ojos se posaron sobre mí. —Hola, mamá —dije. Su rostro se discutía entre estar extasiada o aterrada. Caminó hacia mí sin decir una palabra y me dio una cachetada que la sorprendió más al confirmar que no era ninguna alucinación. Estaba a punto de lanzarme otra, pero tomé sus manos para que me pudiera ver con más calma y le afirmé. —Mamá, sí soy yo. —¿De verdad eres tú, Miles? ––dijo y volteó hacia Lucy esperando una confirmación. —Es él, Adeline. Nuestro Miles ha regresado. Apenas las palabras abandonaron los labios de Lucy, ella se lanzó a abrazarme y a besar mis mejillas, hasta que su mirada volteó hacia Phillips y le dio las gracias. Él hizo una reverencia y ella volvió a abrazarme y besarme. —Lucy, Antonio está muy inquieto —dijo Lucas asomándose por la puerta. Miré a Lucy, pero mi madre habló de nuevo. —Sí ––reaccionó Adeline––. Eso venía a decirte. Será mejor entrar y compartir con todos este enorme milagro de nochebuena. —¿Antonio? —pregunté algo precavido. —Tal parece que tienes que conocer al hombre que ocupa mi corazón ahora —dijo Lucy y sonrió antes de ingresar al restaurante. «Es normal que ella haya decidido seguir con su vida, al fin y al cabo, le habían dicho que ya estaba muerto», pensé y por un momento sentí que el mundo se me venía encima. —Lucy, yo... entenderé si ya has rehecho tu vida ––comencé a decir y ella sonrió––. Si quieres podemos hablar en otro momento. Lucy se devolvió por un segundo, me dio un beso en la boca y tomó mi mano. —Espera a que lo conozcas y luego me dices. Cuando entramos al restaurante, muchas personas se quedaron viendo la escena. Era como si hubieran visto a un muerto andante. Lucy no soltó mi mano y siguió caminando hasta llevarme a la pequeña oficina del lugar. El llanto desesperado de un bebé me heló la sangre a la mitad del pasillo. «Antonio era el nombre de mi padre», pensé y, apenas lo vi, una sensación abrumante, como si algo me presionara el pecho, me dominó. —¿Es...? —intenté decir, pero antes de terminar Lucy movió su cabeza en afirmación. Tomé largas bocanadas de aire un par de veces para controlarme y no asustar al pequeño. Mis mejillas ardían y mi vista comenzó a ser borrosa, algo aguada, impidiéndome ver bien al pequeño que Lucy tenía entre sus brazos mientras se acercaba. —Miles, te presento a Miles Antonio Milligan, tu hijo. Los ojos brillantes de ese bebé me hicieron vibrar. Apenas el bebé me vio, comenzó a moverse inquieto en los brazos de Lucy y ella preguntó si quería cargarlo. —No puedo creer que tengamos un hijo, Lucy —dije extendiendo mis brazos para sostenerlo. Sentir el calor del pequeño cuerpo de mi hijo fue algo inexplicable. Todo lo que había pasado, absolutamente todo había valido la pena si era el precio que tenía que pagar para volver a ellos. No pude controlar las lágrimas al verlo de cerca. Miré a Lucy, para quien debió haber sido muy difícil asimilar la noticia de mi muerte teniendo a nuestro hijo en su vientre, y ella también sonreía, aunque su rostro estaba lleno de lágrimas. —Es igual a ti —dijo, acercándose a ambos y acarició su cabello. Levanté la mirada —Lo lamento, Lucy. Debió ser muy difícil para ti —dije intentando soltar el nudo en mi garganta. —Lo fue, de verdad que lo fue. Me costó muchísimo ponerme de pie, pero lo logramos. Y ahora estás aquí. Tenerte de nuevo con nosotros es un regalo del cielo. Creo que allá arriba se cansaron de que reclamara porque no me habían dejado estar más tiempo contigo. —Pero ya estoy con ustedes, y no volveré a irme. —¿De verdad no te irás? ¿No te meterás en problemas? —No. Fui dado de baja permanentemente. Eso significa que no volveré a irme de tu lado nunca más. —Le di un beso en los labios y ambos volteamos a mirar a nuestro bebé. Después de eso pasamos un momento en familia, junto a todos los que estaban en el restaurante. Algunas personas eran nuevas para mí, aunque ellos parecían conocerme, por lo que no dije nada y me limité a saludarles con amabilidad. Al finalizar la noche, volví a la casa con Lucy. Apenas entramos, el momento en que la compré vino a mi memoria. Recordé cuando Lucas me la mostró y que lo primero que me gustó habían sido sus grandes ventanales y las vistas al bosque. El resto de la noche pasó en un suspiro. Me recosté al lado de Antonio aún sin poder creer que por poco no pudo conocerme y recordé el momento en que me dieron la noticia de la muerte de mi padre. Agradecí haber tenido la oportunidad de sobrevivir y no dejar a mi hijo sin papá y pensé en todo lo que pudo haber ocurrido una vez le habían dado la noticia a Lucy. Tenía que compensarla por todo lo que la había hecho pasar y me prometí que iba a ser el mejor padre, esposo, amigo, hijo y hermano para todos los que se habían tomado el tiempo de cuidar de mi familia. —Tienes que descansar —dijo Lucy, acariciando mi rostro. Tenía tantas cosas en qué pensar, tantas cosas qué recordar que mi mente era como una máquina que no dejaba de trabajar a toda velocidad. Lucy demoró en dormirse. Dijo que tenía miedo de despertar y darse cuenta de que en realidad había estado en un sueño y, a decir verdad, yo también temía lo mismo. La mañana de navidad llegó y casi no pude dormir. Desperté apenas el primer rayo de sol entró por una ventana y luego de agradecer por encontrarme en mi cama, aprecié el rostro de mi esposa y de mi hijo mientras dormían. La paz y la serenidad que reflejaban me llenó el corazón. Me levanté, me lavé el rostro y caminé dubitativo hacia la cocina para preparar algo de comida. —Tengo tantas cosas en mi cabeza que no sé cómo sentirme ––susurré pensando en voz alta. Lucy acarició mi espalda y me abrazó. —¿Y qué te parece si vivimos un día a la vez, sin pensar demasiado? —dijo y volteé a abrazarla—. Siempre estaré contigo, Miles, mi corazón siempre estará contigo. Luego de decir eso, me besó y sonó el timbre. La familia había llegado a desayunar. Las palabras de Lucy resonaron en mi cabeza por unos segundos más.
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