La pastilla. La pastilla del día después. El recordatorio final de la irresponsabilidad y el peligro.
Miré la pastilla. Miré la botella de agua en la mesa. Y en ese momento, no sé por qué, sentí un nudo en mi garganta. No era asco ni rabia. Era una punzada de tristeza, de algo que se rompía dentro de mí, al ser recordada tan brutalmente que esto no era amor. Era solo un juego de poder. Y él me estaba protegiendo de las consecuencias, sí, pero también me estaba controlando. Me había quitado mis bragas, me había forzado a una sumisión y ahora me recordaba que yo era su juguete, y que no tendría hijos de él.
Agarré la pastilla y el agua, mis manos temblaban. La tragué. El juego era serio.
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Alejo salió del tocador, luciendo nuevamente inmaculado, como si nunca hubiéramos destrozado
