—¡No! ¡No necesito nada! —dije en voz alta, sobresaltando a Dante. —¿Dijo algo, Bennett? —preguntó Dante. Mierda, qué cosas estoy diciendo, ¿qué es lo que pensará él de mí en este momento? Me debo quedar callada de una vez por todas, más cuando estoy rodeada de puros hombres machistas. —¡No, Señor Dante! Estaba... estaba procesando la información del mercado rumano. ¡Es muy volátil! —Solo concéntrese, Bennett. Y apague ese teléfono. En esta oficina, solo existe el mercado y su informe. Miré la hora. Me quedaban dos horas para terminar esta tortura. + Le di un sorbo al café que había preparado. Estaba decente. Pero mi venganza aún no estaba completa. Saqué mi teléfono y escribí rápidamente, con los ojos fijos en Dante. Necesito que me diga mi horario exacto de mañana. Y si me va a

