UNA JOVEN TRAVIESA

1521 Words
ꕥ FREYA ꕥ Estoy que me muero de la risa, estoy dentro de mi armario, mi padre está molesto, cree que me fui nuevamente de la casa. No importa a donde vaya, siempre me encuentra y me traen de regreso, estoy aburrida de los medicamentos y que me pasen vigilando todo el tiempo. No tengo amigos, los estudios los he realizado desde casa, me siento una muerta viviente. Salgo de mi escondite, escucho a una empleada gritar que me ha visto, maldita mi suerte. Mi padre entra agitado a mi dormitorio, su mirada es fría, me hace un ademán de regaño, me acuesto en la cama, mientras él no deja de advertirme. Se cansa de hablar y se retira de mi habitación, miro todo alrededor, es una jaula de oro. Miro cada detalle que muestra mi crecimiento, aún tengo los peluches que me ha regalado en cada cumpleaños, tengo joyas preciosas y vestidos hermosos, los que casi nunca he modelado. Estoy harta de este encierro, quiero ser libre, conocer el mundo, viajar, hacer amigas y amigos, conocer el amor, quiero ver a ese macho que me haga suspirar y que se muera por mí. Ya estoy por cumplir veintiún años. No sé nada del mundo, me urge experimentar, pero con mi padre a mi alrededor será imposible. —Buenos días, señorita. —no sé a qué horas me dormí, mi mente voló entre tanto pensamiento. —Buenos días. ¿Qué hora es? —Son las nueve, su desayuno está preparado. —Me bañaré y comeré. —El médico vendrá a la diez. —¿Por qué tan temprano? —Recuerde que hoy le pondrán el suero vitaminado y se llevará casi todo el día en cama. —Estoy harta de tanta inyección. —ella abre las cortinas y las ventanas, de esa manera entra el sol y el aire puro. —Es por su bien, su padre quiere que usted este sana. —Tengo años de no recaer. —Es porque ha estado bajo tratamiento. —Es un simple resfriado lo que me da, mi padre exagera. Entro al baño, mi empleada es una señora de sesenta años, ella sirvió a mi madre, si no fuera por ella no sabría nada de mi madre, ya que mi padre ni la menciona, será por el dolor que le causa. Salgo del baño, me visto con ayuda de ella. Desayuno tranquilamente, le digo que caminaré mientras viene el médico. Extiendo mis brazos, abrazando el aire puro que sopla por mi jardín, revoloteando entre las flores y las hojas de los árboles. Me siento tan deprimida, él me prohíbe todo, ni siquiera me deja tener mascotas, dice que los pelos de los animales son malos, aunque mi jardín me permite ver a los pájaros y escuchar su cantar. Me siento en una silla, recuerdo que hace tres días me escapé y me fui a meter a un club, no tenía idea de cómo eran, la verdad me encanto. Todos aquellos jóvenes bailando y disfrutando de buena música, yo ni siquiera sé bailar, porque mi padre dice que no debo agitarme. Así que brinqué emocionada, dos jóvenes bien guapos me miraban con coquetería, uno de ellos me envió un trago, que no pude probar porque los gorilas que trabajan para mi padre me encontraron y me regresaron a mi prisión. —Señorita, el médico ha llegado. —Ya regreso, dígale que arregle todo. Ella se retira, estaré todo el día en cama. Qué desperdicio de vida, la que llevo, de que sirve que mi padre sea rico cuando yo no puedo disfrutar libremente. Me puse de pie y camino hacia dentro de la mansión. Es una casa imponente, con lujos por donde la vean. Estoy por entrar cuando un auto se aparca enfrente de la casa, entro y me escondo para saber de quién se trata. —Buenas, tengo una cita con el señor Jacobo. —Claro, él lo espera. Miro a un hombre alto, de unos cincuenta años, nunca lo he visto por mi casa, eso significa que ha de ser algún socio de mi padre, por su aspecto es forastero, además tiene un acento extraño. Le salgo al encuentro, lo saludo y para mi sorpresa es un extranjero, su acento es español. Mis ojos brillaron. Esta es mi oportunidad, si la dejo pasar me arrepentiré toda mi vida. Lo sigo sigilosamente, entra al estudio de mi padre, me apresuro a ir a la habitación continua. Desde esa habitación me doy cuenta de lo que mi padre habla con las personas que lo visitan. Hice un agujero donde no se lo imagina, pego mi oído y escucho claramente lo que habla, el tipo viene por negocios, me lo imaginaba, dice que regresara a su tierra. Hablan de cosas triviales, lo que me llamó la atención es que viajara a España, mis ojos brillaron de emoción, ¡España! Es un país que siempre quise conocer. Al parecer viajará en barco, ¿Qué hago? Es la oportunidad que siempre he esperado. Me pongo de pie, al entrar a la habitación veo al médico esperándome, me sonríe y me indica que me acueste para ponerme el suero. —Esta bolsa te durará, unas tres horas. —¡Tanto tiempo! —Debes ser paciente, iremos reduciendo el tratamiento, ya tus defensas han aumentado. —Esas son buenas noticias. —Todo depende de ti, debes vivir tranquilamente. —Solamente es una gripa la que me da, no sé por qué tanto escándalo. —Es mejor prevenir que lamentar. Relájate, dentro de tres horas, regreso a retirarlo. Él se va y me deja sola, me saco la aguja, saco mi maleta y la lleno de cosas que son importantes para mí, sé que necesitaré buena ropa y otras cosas para verme hermosa. Me asomo por la ventana, no hay nadie, la tiro y veo que cae intacta, felicitaré al fabricante. Baje hasta la cocina y me cerciore de que no me vigilaran, es la salida de la servidumbre. ¡Adiós, padre, tu hija va a vivir la vida Me he propuesto que voy a encontrar el amor! Me asomo que no haya nadie en el pasillo y me pongo las pilas a salir de la casa, usando la salida de la servidumbre. Recojo mi maleta, me escondo entre los árboles, busco los sitios muertos de las cámaras, esta vez no me dejaré atrapar, padre. Abro la puerta del auto y abro la cajuela trasera, me adentro y la cierro, prense parte de mi vestido para poderla abrir con facilidad. Estoy contando los minutos, espero que ese hombre se vaya rápido de la casa. Estoy nerviosa, mi padre irá a mi habitación y cuando sepa que me fui de nuevo, armará un alboroto. La emoción me llena al sentir el auto encenderse, está avanzando, aleluya, esta vez lo he logrado. Mi felicidad va en aumento cuando el auto aumenta la velocidad. Siento cómo avanza, se ha detenido varias veces, escucho que habla con alguien, luego avanza, después siento que se mueve, pero el motor está apagado. Ya lleva un buen rato apagado, medio abro la puerta de la cajuela y me asomo. Me bajo como puedo, es incómodo, traigo la mitad de mi cuerpo dormido y adolorido, no estoy acostumbrada. No importa, soy libre… Estamos en un barco, hay tres autos más, al parecer esta gente viaja con todo y auto, increíble, las cosas que me estoy perdiendo, agarro mi maleta y salgo de ahí. Me mezclo entre las demás personas que beben y comen. Es en este momento que me doy cuenta de que no cuento con dinero en efectivo. “Maldición, ni tarjetas tengo” La tripulación me ve como bicho raro. ¿Ahora qué hago? —Señorita, ¿le puedo ayudar en algo? —es el mesero o algo por el estilo, anda uniformado como otros que atienden a los clientes. —Sí, quería saber si hay una habitación libre. —¿Qué? ¿Acaso el camarote que le asignaron no es de su agrado? —No, no es eso, es que viajo con mi esposo, pero me he peleado con él, como todas las parejas. —¿Y quién es su esposo, señora? —indaga, insistiendo en lo mismo, mis mentiras tienen un límite. Miro a mi alrededor, busco uno que me llame la atención. —Bueno, no tiene importancia. Es un hombre celoso, no me deja sonreírle a nadie, es un hombre de temer y no quiero que haga escándalos. —¿Él se encuentra entre estas personas? —al parecer no se dará por vencido, volteo a ver a todo mi alrededor, miro un hombre guapo, alto, bien fornido, al verlo intimida a cualquiera, este será mi salvación. —Disimuladamente, mire a su derecha—le digo— El de camisa negra, manga tres cuartos, quien bebe con esas personas. —el chico voltea a ver y su rostro se llena de asombro. —¡El señor, Tremblay es su esposo! No sabía que estaba casado. Bueno, él es un cliente VIP, no me informaron que había subido con un acompañante, es mi error. Perdóneme.
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