Capítulo 6

1091 Words
Siempre habría cicatrices, ya no tenía familia y estaba sola sin nadie, y tendría que rezar para que aquel trabajo no acabase siendo una nueva tragedia. De hecho, tal vez debería convencer a Steven de que ella no era la persona adecuada. — Steven… conozco a todas tus amantes. — Así es Selene. — Pues deja que lo haga una de ellas. Yo solo he aceptado porque eres mi jefe, pero puede que otra si tenga agallas… — Es demasiado tarde. —la interrumpió él. — Yo no diré nada, te lo aseguro. Te devolveré el dinero y firmaré lo que tú quieras, y buscas a otra Steven. — Ya te he dicho que es demasiado tarde, mi tesorina. —repitió Steven, con un brillo helado en sus ojos azules. — Ya nos han visto juntos. — Pero solamente hemos salido una vez, y hoy Steven, por favor. — Créeme, mi vida. Te cambiaría por otra, encantado pero es demasiado tarde. Y conociendo a Caleb ya Giovanna se estará enterando de que tengo una prometida. — ¿Después de una sola cita? Por Dios Steven. —preguntó ella, incrédula. — Me vigilan y controlan mis llamadas, mi querida Selene. — Por Dios… ¿Quién? — Mi familia tesorina, hasta la misma Giovanna. —Selene lo miró, horrorizada. Le iba a explotar la cabeza con todo lo que había pasado aquel día. — ¿Tu familia está detrás de todo esto? El coche se detuvo en ese momento y él no se molestó en responder. — Mañana cenaremos en mi casa de nuevo. Mi chófer vendrá a buscarte a las ocho. — Mañana por la noche, pero Steven tengo un compromiso, con mi amiga tenemos tiempo que no, nos vemos. — Me marcho a Canadá el jueves, así que tiene que ser mañana. — Ya te he dicho que mañana me veré con una amiga. — Discúlpate con ella y ya solucionado. — ¿Por qué yo? —replicó ella, airada. — Yo no tengo amigos que ver tú, sí. —respondió Steven con los dientes apretados. — Pero tengo meses que no la veo, por favor Steven. — El contrato deja bien claro que debes estar disponible todo el tiempo para mí. — He aceptado estar disponible por las mañanas, no por las noches. —él dejó escapar un suspiro de frustración. — Te iré a buscar después que veas a tu amiga. —dijo por fin. — Ten preparada una bolsa de viaje. — No voy a dormir en tu casa. Un golpe de aire acarició sus mejillas cuando el conductor abrió la puerta de la limusina. Pero antes de que pudiera salir, Steven la agarró por la muñeca. Su rostro estaba tan cerca como para que el aroma de su exótica colonia acelerarse su pulso. — Mañana dormirás en mi casa, mi tesorina. —dijo en voz baja, con un brillo amenazador en los ojos azules. — Y también la semana siguiente, como consta en el contrato que has firmado. Espero que hagas todo lo del contrato. — ¿Entendido? Steven. El chófer estaba esperando en la acera, entonces Selene se inclinó para hablarle al oído. — Suéltame o me pondré a gritar. No había sido su intención tocarlo, pero la punta de su nariz rozó el lóbulo de su oreja y, experimentó una, descarga eléctrica, y se apartó rápidamente. Steven le soltó la mano, pero inclinó la cabeza para hablarle al oído también. — Los únicos gritos que quiero de una mujer son gritos de placer, mi tesorina. Selene tardó un segundo en darse cuenta de que Steven había soltado su mano y había vuelto a arrellanarse en el asiento. Él la miraba con gesto satisfecho, sabiendo que lo que había dicho había dado en la diana. — Buenas noches, mi tesorina. —le dijo, esbozando una sonrisa irónica. — Soñaré contigo mi preciosa secretaría. —cuando sus ojos se encontraron sintió algo que no había sentido nunca, pero el instinto le dijo que era peligroso. — Cuidado y no tengas pesadillas —replicó ella con su tono más dulce al salir del coche. La sonrisa de Steven se esfumó cuando la vio desaparecer así el edificio en el que vivía. El peso que sentía en el estómago le decía que Selene Scott podría ser el peor sé sus inventos. Nunca había conocido a nadie, aparte de su familia, que lo hiciera perder los estribos tan fácilmente. Estaba acostumbrado a que la gente hiciera lo que él quería, pero Selene no parecía dispuesta a hacerlo. Había hecho bien su papel en el restaurante, pero cuando estaban solos dejaba bien claro que lo detestaba. Selene era intransigente y testaruda. Pero ese no era el problema. El problema era que se sentía absurdamente atraído por ella. Desde niño, había aprendido que las emociones no eran buenas. En sus treinta y cinco años, jamás había tenido el menor problema para separar una cosa de otra. Como su padre, él no apartaba nunca la vista de lo que era importante. Pero él se encontraba obsesionado por aquella mujer. Incluso ahora, veinte minutos después de despedirse de su secretaria, podía sentir una descarga de adrenalina por todo su cuerpo. Cómo desearía haber aceptado su proposición de romper el acuerdo, ahora no sabía que haría con aquello y a dónde lo llevaría. Era demasiado tarde para dar marcha atrás. Los habían visto juntos y los rumores de que tenía una amante pronto llegarían a su familia. Si dejaba a Selene y de inmediato empezaba a salir con otra. La noche siguiente, ella y su amiga estaban compartiendo el momento de que estaban juntas de nuevo, era muchos los meses que ellas no se veían. Era la noche que tenía para hablar con su amiga de toda la vida, como toda amiga se adoraba, y en especial contar sus cosas más intimas. Esa noche, sin embargo, tuvo que echar mano de todas sus dotes para sonreír. Al final de la cena había visto una figura en una mesa que quedaba en un rincón del lugar y su corazón se había vuelto loco mientras hablaba con su amiga. Cómo había podido su jefe hacer aquello de seguirla. Mientras hablaba con a amiga, intentó no mirarlo, como se había atrevido hacer aquello. Así como había ocurrido la noche anterior, la mirada de Steven parecía atravesarla. La charla con su compañera en la mesa era un distante zumbido. Estaba tan agitada que no podía no sabía lo que le decía a su amiga, y esta la miraba extrañada.
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