Irene. Mientras Viola jugueteaba con sus manos en el sofá, completamente inconsciente del torbellino que se desataba en mi interior. Él no había dejado espacio para dudas o titubeos: media hora. Ese era el límite que tenía para meterme en el papel de Carla, para proteger a Viola y, con suerte, desentrañar el peligro que acechaba entre los fantasmas del pasado de mi hermana y para enfrentarme a algo que nunca imaginé hacer. Me vestí rápidamente, recogí mi cabello en un moño improvisado y me observé en el espejo. Mis ojos delataban el miedo, pero también había una determinación que no podía ignorar. No estaba segura si esa osadía era para intentar averiguar algo de Carla, o engañar más a Steve, o para demostrarme algo a mí misma, pero lo que fuera me impulsaba a seguir adelante. Cuando sa

