★ NATHAN ★

1416 Words
Me miré al espejo y apenas reconozco al hombre que soy en este momento. Era un joven lleno de sueños y sin preocupaciones, pero el dolor y la traición me despertaron. En la actualidad, soy Nathan Eduardo Williams, un empresario exitoso, conocido por muchos y admirado por otros. No me doblego ante nadie, he logrado hacer en poco tiempo lo que a mi padre le llevo años. Cada día, entro a mi oficina con la determinación de seguir adelante, de demostrar que puedo alcanzar cualquier meta que me proponga. Mi empresa de tecnología de energías renovables ha crecido exponencialmente, y con ella, mi reputación. Los medios hablan de mí como un visionario, un líder en mi campo. Pero detrás de esa fachada de éxito, hay un hombre que ha aprendido a endurecer su corazón. Las reuniones con inversores y socios son mi pan de cada día. Veo en sus ojos la mezcla de admiración y envidia. Algunos me respetan por lo que he logrado, otros desean tener lo que yo tengo. Pero pocos conocen la verdad detrás de mi éxito, el dolor que me impulsó a llegar hasta aquí. Las noches son las más difíciles. Cuando el bullicio del día se apaga y me encuentro solo en mi lujoso apartamento, los recuerdos vuelven a mí. Pienso en Clarissa, en lo que pudo haber sido. Me pregunto si alguna vez podré dejar atrás el pasado y encontrar la paz que tanto anhelo. Pero no puedo permitirme debilidades. En este mundo, solo los fuertes sobreviven. Así que me levanto cada mañana, me pongo mi mejor traje y salgo a conquistar el mundo una vez más. Porque, aunque el éxito no puede llenar el vacío en mi corazón, al menos me da la satisfacción de saber que he superado las expectativas de todos, incluso las mías. Me encontraba en mi lujosa oficina, rodeado de reconocimientos que adornaban las paredes como trofeos de guerra. Cada uno de esos premios y certificados era un recordatorio de todo lo que había logrado, del camino que había recorrido desde el fondo hasta la cima del éxito. El sol de la tarde se filtraba por las ventanas de piso a techo, llenando la habitación con una luz dorada. Sentado en mi elegante escritorio de caoba, revisaba los últimos informes de la empresa cuando escuché el suave golpeteo en la puerta. "Adelante", dije sin levantar la vista. Mi madre entró con una sonrisa radiante, llena de emoción. —¡Nathan, querido!—exclamó al acercarse a mí, con una carpeta en las manos. —Te tengo una sorpresa. Me levanté para saludarla, correspondiendo su entusiasmo con una sonrisa. —Hola, mamá. ¿Qué es eso que traes? —Es una lista de posibles prometidas," dijo mientras me entregaba la carpeta. —Mujeres de perfiles altos, todas ellas excepcionales. Quiero que encuentres a alguien que te haga feliz, alguien que esté a tu altura. Abrí la carpeta y eché un vistazo a las fotografías y perfiles detallados. Sabía que mi madre solo quería lo mejor para mí, pero la idea de elegir a una prometida de un catálogo me resultaba casi cómica. Aun así, le sonreí con cariño. —Gracias, mamá. Sé que lo haces porque te preocupas por mí. Ella me dio un abrazo cálido y apretado. —Solo quiero verte feliz, Nathan. Eres un hombre maravilloso y te mereces a alguien especial. La observé mientras salía de la oficina, dejándome solo una vez más con mis pensamientos. Aunque valoraba su esfuerzo, sabía que el verdadero amor no se encontraba en una carpeta. Pero en medio de mi éxito y reconocimiento, no podía evitar sentir que algo faltaba, que un vacío en mi corazón aún permanecía sin llenar. Después de revisar los perfiles que mi madre me había dejado, me senté en mi escritorio y comencé a ponerme al día con mis compromisos. Mi agenda estaba repleta de reuniones, llamadas y tareas pendientes. Pasaba mis dedos rápidamente sobre el teclado, respondiendo correos electrónicos y revisando informes. De repente, escuché un suave golpe en la puerta. "Adelante", dije sin apartar la vista de la pantalla. Mi secretaria, Linda, entró con su habitual eficiencia. —Señor Williams —comenzó, sosteniendo una carpeta en sus manos—. Debo recordarle que tiene una cena benéfica esta noche. Fue invitado personalmente por el organizador. Levanté la vista y suspiré. Las cenas benéficas eran parte de mis responsabilidades como empresario exitoso, pero a veces deseaba tener una noche libre para relajarme. —Gracias por recordármelo, Linda —respondí con una sonrisa forzada— ¿A qué hora es la cena? —Es a las nueve de la noche, en punto, en el hotel principal —dijo, entregándome la carpeta con los detalles—. La limusina estará lista para llevárselo a las seis y media. Asentí, tomando la carpeta y hojeándola rápidamente. —Perfecto. Asegúrate de que todo esté listo, por favor. —Por supuesto, señor Williams —dijo Linda, dándome una sonrisa profesional antes de salir de la oficina. Me recliné en mi silla y miré alrededor de mi espaciosa oficina. Los reconocimientos en las paredes me recordaban cuánto había logrado, pero en momentos como este, no podía evitar sentir que algo faltaba. A pesar del éxito y la admiración, había un vacío en mi vida que ninguna cantidad de premios y cenas benéficas podía llenar. Salí de la oficina y me dirigí a mi apartamento, deseando poder relajarme por un momento antes de la cena benéfica. Mi hogar era un reflejo de mi éxito: un espacio moderno y lujoso en el corazón de la ciudad. Entré y me dirigí directamente al vestidor. Saqué la invitación del bolsillo y la miré rápidamente. Sabía de inmediato qué debía ponerme para ese evento. Un esmoquin n***o clásico sería perfecto. Justo en ese momento, mi asistente masculino, James, apareció en la puerta del vestidor. —Señor Williams, su vestuario está listo —dijo con su habitual eficiencia— He preparado el esmoquin y los accesorios adecuados. ¿Le gustaría alguna otra cosa? —Gracias, James— respondí, agradecido por su impecable atención a los detalles— Eso será perfecto. Mientras me ayudaba a vestirme, James me recordó el monto de la donación. —No olvide que ha prometido donar cien mil dólares a la causa benéfica esta noche. Asentí, ajustando la corbata negra con precisión. —Lo recuerdo, James. Es una causa importante, y quiero asegurarme de que todo esté en orden. Con su ayuda, me puse los últimos detalles de mi vestuario y me miré en el espejo. El esmoquin me quedaba impecable, reflejando no solo mi éxito, sino también la imagen que quería proyectar al mundo. —Está listo, señor Williams —dijo James, sonriendo— La limusina estará esperando en diez minutos. Le di las gracias una vez más y salí del vestidor, sintiéndome preparado para enfrentar la noche. Sabía que las cenas benéficas eran una oportunidad para hacer conexiones y reforzar mi imagen, pero también eran un recordatorio constante de lo que había dejado atrás. Sin embargo, estaba decidido a seguir adelante, a pesar del vacío que sentía en mi corazón. Me acerqué al espejo y observé mi reflejo. El hombre que me devolvía la mirada era un desconocido. El joven inocente que alguna vez fui, lleno de sueños y esperanza, había desaparecido. En su lugar, había un hombre endurecido por la vida, por el éxito y por las traiciones. Recordé mis días felices junto a Clarissa, cuando pensaba que el mundo era nuestro y que el amor podía conquistar cualquier obstáculo. Ella era mi primer amor, mi todo. Pasábamos horas juntos, riendo, soñando con un futuro brillante y sin preocupaciones. Creía que nada ni nadie podría separarnos. Pero la realidad tenía otros planes. Clarissa desapareció sin dejar rastro, y con ella, mi confianza y mi inocencia. Me sentí traicionado, engañado por la persona en quien más confiaba. Ahora, al mirarme en el espejo, no podía evitar sentir que había sido un iluso al pensar que el amor verdadero existía. El reflejo me devolvía una mirada fría y calculadora. Ese joven soñador había sido reemplazado por un empresario exitoso y deslumbrante. Pero detrás de esa fachada de éxito, había un vacío que ningún reconocimiento ni logro podía llenar. Con un suspiro, aparté la mirada del espejo y me dirigí a la puerta. Tenía un evento benéfico que atender y una imagen que mantener. El pasado debía quedar atrás, aunque las cicatrices del primer amor nunca desaparecerán por completo.
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