A las nueve de la noche sonó el timbre, estaba usando un pijama largo de Patricio Estrella y me sentía furiosa y hambrienta. El pequeño granito y yo teníamos mucha hambre y sólo al grandote se le ocurre prometernos una pizza y tardar tanto. —Espero que tengas una buena excusa porque yo no-- — me detuvé. No era Eder quién tocaba mi timbre, sino George Jeffrey. Usaba una sudadera gris y ropa deportiva, no se veía tan presuntuoso como antes y sus tatuajes estaban cubiertos. Sus ojos claros me miraban con deseo y la sonrisa en su boca era totalmente falsa. —Lamento incomodar. —No, no lo lamentas— contesté cruzandome de brazos, aún estabámos parados en la puerta, él de lado fuera— ¿Qué coño haces aquí? Si Eder te ve aquí juro que va a matarte. —No creo— se rió— Él está algo ocupado en este

