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Después de varios días, Jayden finalmente decidió aceptar la petición de Kailer de acompañarlo a las sesiones de terapia. A decir verdad, no es que Jayden no quisiera ser acompañado por el alfa, sino que simplemente no quería que Kailer tuviera que cargar con eso también. Kailer le había brindado mucho, y Jayden no había hecho nada por él. Sentía que colocarle el peso de asistir a sus terapias sería demasiado. Sin embargo, debía aceptar que la idea de tener a Kailer a su lado durante estos momentos tan vulnerables era reconfortante, por más raro que pareciera.
La primera vez que ambos estuvieron juntos dentro de la sala de terapia, Jayden estaba demasiado nervioso, tanto que lo hizo sentir abrumado. A la vez, en su corazón había una sensación de alivio por ya no tener que enfrentarse a su pasado solo. La presencia tranquilizadora del alfa le recordaba a Jayden que ya no necesitaba tener miedo porque alguien estaba dispuesto a enfrentar todo con él. Ya no estaba solo en el mundo y no lo estaría nunca más.
Durante las sesiones, Kailer se convirtió en un pilar de apoyo fundamental para Jayden. Al notar la tensión en sus hombros o la mirada perdida de sus ojos, el alfa le ofrecía una mano reconfortante o una palabra de aliento. Gradualmente, las terapias se fueron transformando en un espacio donde ambos podían crecer juntos. Jayden empezó a abrirse más sobre sus emociones y miedos más profundos. Fue un proceso lento pero reparador que lo llevó a darse cuenta de la importancia de permitir que alguien más compartiera su carga emocional. La terapia no solo estaba ayudándolo a enfrentar sus traumas, sino también a reconstruir su identidad y a encontrar un nuevo equilibrio emocional.
Después de algunos meses, el avance de Jayden fue evidente. En cada pequeño avance, Kailer celebraba con Jayden, y en cada retroceso, estaba allí para ofrecer consuelo. La terapia no solo estaba siendo una herramienta sanadora para Jayden, sino que también se había convertido en una experiencia compartida que solidificaba aún más la conexión que había entre Kailer y él. Su relación se fortaleció cada vez más, y Jayden comenzó a experimentar un sentimiento renovador, lleno de esperanza y anhelo. Era una mezcla abrumadora de emociones que lo llevó a darse cuenta de que sus sentimientos por Kailer eran más profundos de lo que había querido admitir.
—Lo hiciste muy bien—susurró Kailer, limpiando las lágrimas de Jayden,
—Jayden, realizaste un trabajo impresionante —mencionó la terapeuta, observando cómo Kailer reconfortaba a Jayden—. Tu primer tratamiento se ha completado con éxito, pero aún nos queda un largo camino por recorrer. —Increíblemente, Jayden se sintió aliviado de escucharlo.
—Gracias.
—Estas son algunas cosas para ti, en tu próxima sesión me mostrarás como las afrontaste. —Jayden recibió su mano aún temblorosa, y después de hablar algunas cosas más, salieron del consultorio y caminaron juntos hacia el estacionamiento.
La brisa fresca acariciaba sus rostros, y el sol comenzaba a ceder ante la noche. Mientras avanzaban hacia el auto, Kailer sostenía con firmeza la mano de Jayden, transmitiéndole un sentido de apoyo constante, a sabiendas de que las emociones de su compañero aún estaban un poco desequilibradas. Tomando una decisión, Kailer cambió el rumbo del viaje. En lugar de dirigirse directamente a casa, condujo hacia un lugar tranquilo donde Jayden pudiera descargar todo lo que tenía en su pecho. Hacía tiempo que le quería mostrar un lugar, pero no habían tenido la oportunidad así que pensó que este era el momento adecuado.
—Camina conmigo—pidió sacando a Jayden de sus pensamiento.
—¿Todavía hay tiempo?
—Lo hay, no te preocupes—. Jayden estaba un poco preocupado, pero le hizo caso al alfa.
—¿En dónde estamos?
—En Az, mejor conocido como “La ciudad de la luces” — tomo su mano y lo guio mientras narraba la historia detrás del lugar.
Se dice que hace décadas, Roderick, un simple artesano, se enamoró de Eleonor, una bella doncella, mientras contemplaba las estrellas. Sin embargo, el destino les arrebató la vida de manera triste y prematura, dejando en sus corazones la promesa de reencontrarse en otra vida. En su lecho de muerte, el artesano juró a su doncella que en su próxima vida bajaría una estrella para que así pudieran encontrarse. Pero, a pesar de sus reencarnaciones, la promesa seguía sin cumplirse. Entonces se le ocurrió una idea: crearía una ciudad entera llena de luces, una ciudad que asemejara las estrellas que nunca pudo alcanzar. Así fue como nació la Ciudad de las Luces. Cada farol, cada destello, se convirtió en un homenaje a aquel amor eterno. A través de las décadas, la ciudad brilló con la luz de la promesa incumplida, y aquellos que paseaban entre sus calles podían sentir la tristeza y la esperanza que yacían en cada rincón.
—Es una triste historia—murmuró Jayden—, al final nunca pudieron encontrarse.
—Sí lo hicieron—se detuvo frente a un enorme mural llena de firmas y nombres—, a través de la Ciudad de las Luces. Bajo el resplandor de las luces que imitan las estrellas, encontraron la eternidad que siempre buscaron. — Jayden observó con atención el mural y quedó maravillado; el nombre de Eleonor y Roderick estaba grabado en el centro del mural y, a pesar de que había tantas firmas alrededor, las de ellos eran las más evidentes. —Se dice que, si dos enamorados graban sus nombres en este mural, su amor durará para siempre como la de Roderick y Eleonor. —Los ojos de Jayden brillaron observando el espacio vacío que parecía anhelar la inscripción de su nombre junto al de Kailer.
A pesar de saber que Kailer lo amaba sinceramente y que ahora puede reconocer sus propios sentimientos por el hombre, Jayden no podía evitar sentirse como si no mereciera plasmar su nombre junto al de su compañero. Jayden luchaba contra sus propios demonios internos, esos que le susurraban que no era lo bastante bueno, que no merecía el amor que Kailer le ofrecía.
¿Realmente merecía dejar su nombre junto a la de Kailer? ¿Era suficiente lo que ofrecía en comparación con lo que recibía? El peso de la duda se reflejaba en su mirada, mientras sopesaba la idea de inmortalizar su unión en aquel muro. Entre sus emociones encontradas, Jayden anhelaba profundamente ser merecedor del amor que Kailer le brindaba. Pero, en ese momento, el muro se convertía en un espejo de sus propias inseguridades, haciendo que la tarea de escribir su nombre junto al de Kailer pareciera una tarea difícil. Mientras su corazón se debatía entre el deseo de unirse a su compañero y la creencia arraigada de no ser suficiente, Jayden permanecía en un estado de vulnerabilidad, incapaz de dar pie a la certeza de su propio valor.
—Jayden—llamó Kailer, disipando todos sus pensamientos—, mira—señaló un pequeño espacio en el mural—. Hoy serás presentado como mi Luna, y así como nuestros nombres serán mencionados uno al lado del otro de ahora en adelante, quiero también inmortalizarlo en este mural—expresó sus deseos—, solo debes colocar tu nombre junto al mío. —El corazón de Jayden se aceleró.
—¿Puedo? —Jayden preguntó a su compañero con voz ligeramente temblorosa. Sus ojos manifestaban el anhelo de su corazón y es que no solo era una solicitud, sino también una necesidad profunda unida con la esperanza. La pregunta no solo buscaba permiso, sino también validación, como si la respuesta fuera fundamental para su bienestar emocional.
—Si así lo deseas.
Lo deseaba. Lo deseaba más que nada en ese momento, pero sus miedos no lo habían dejado, sin embargo, allí estaba Kailer, alentándolo a grabar su nombre junto al de él, ¿qué más podía pedir? Jayden extendió sus garras con determinación y trazó con precisión su nombre en el muro. La sensación metálica bajo sus dedos le recordó su propia fortaleza, una que había emergido de las sombras de su doloroso pasado. Al terminar, se detuvo unos instantes, observando con orgullo las letras que ahora permanecían inmortalizadas en el mural. Ante sus ojos, dos nombres destacaban entre los demás, resplandeciendo como faros en la penumbra, con una armonía que reflejaba no solo la unión de sus nombres, sino también la conexión de sus almas.
Entonces, en esos minutos de contemplación, Jayden experimentó un torbellino de emociones y sin darse cuenta, sus ojos se llenaron de lágrimas. El dolor y la culpa, los cuales habían sido su sombra constante, se disolvieron lentamente. Ahora entendía que no todo lo que había ocurrido había sido su responsabilidad y que merecía la oportunidad de construir un mañana diferente. Sabe que sus pesadillas nunca se irán y que el infierno que vivió es algo que jamás podrá cambiar, pero ahora puede comprender que no es un prisionero de sus errores del pasado. Para Jayden, sin saberlo, este acto había simbolizado un nuevo comienzo, un renacimiento marcado por el deseo de avanzar; cada trazo en el muro era un recordatorio de que el pasado no tenía el poder de definir su futuro.
—Gracias—murmuró, tomando la mano de Kailer.
El Alfa le dedicó una mirada llena de cariño y con ternura empezó a secar las lágrimas de su rostro, para finalmente robarle un tierno beso y Jayden, entregándose por completo, se fundió en él.
—Eres la persona más valiente que he conocido. Admiro tu fuerza y resiliencia. Has enfrentado desafíos difíciles, pero aun sigues de pies, no te dejaste vencer, y eso te hace extraordinario—. Jayden bajó la mirada, sintiéndose abrumado por las palabras de Kailer. El Alfa levantó su mentón suavemente y continuó—: Te amo, Jayden. No solo por tu valentía, sino por ser la persona increíble que eres. Siempre estaré aquí para apoyarte. No tengas miedo de utilizarme; yo seré tu mayor arma.
Jayden, con una mirada profunda, se sumergió en los ojos de Kailer, y en ese momento cargado de calidez, comprendió que no estaba solo que pase lo que pase, Kailer siempre estaría allí para él, el hombre representaba un ancla emocional, una constante reconfortante, una fuerza que trascendía el dolor y le mostraba que la vida también podía ser hermosa.
—Kailer, yo… yo… —A Jayden le urgía expresar sus sentimientos a Kailer, confesarle que también lo amaba profundamente. Ansiaba que Kailer supiera que algo dentro de él había cambiado, que por fin lo reconocía como su compañero, pero, a pesar de sus intentos, las palabras se resistieron a salir de su boca. Finalmente, Jayden, en un impulso lleno de determinación, decidió dejar que sus acciones hablasen por él y, con valentía, cerró la brecha entre ambos tomando la iniciativa de sellar su amor con un beso.
—Está bien, Jayden, puedo esperar por ti —volvió a besarlo—. Por ahora puedo conformarme con esto. —Jayden se fundió en sus brazos.
«Es cierto, ahora puedo vivir un día a la vez». Reflexionó Jayden, sintiéndose listo para enfrentar lo que fuera necesario. Decidió dejar atrás todos sus miedos, comprendiendo que el amor no era sinónimo de sufrimiento y que la oferta de amor por parte de Kailer era una fuerza transformadora capaz de sanar. Ahora sabía que Kailer estaba dispuesto a acompañarlo y que no estaba dispuesto a soltarlo.
Después de recorrer un poco más Az, retomaron su camino hacia la manada.
—¿Cómo te sientes? —preguntó Kailer, manteniendo la mirada en la carretera, pero sin soltar la mano de Jayden.
—Es extraño, pero bien. —Kailer apretó suavemente la mano de Jayden.
—¿En qué piensas?
—Hoy me di cuenta de que, a pesar de todo, hay personas de mi pasado a las que me gustaría volver a ver —exhaló—. Una de las preguntas de la lista que me dio la psicóloga decía si había algún recuerdo específico de alguien a quien haya lastimado en el pasado y al que nunca tuve la oportunidad de pedir disculpas, y la verdad es que sí —. Por estar tan ciego, había lastimado a la única persona que lo había apoyado y nunca se perdonaría por ello.
—¿Zayan? —Jayden se sorprendió, no pensó que Kailer se acordara.
—Hmm. Ni siquiera me despedí—se lamentó.
—Cuando las cosas logren calmarse, lo buscaré por ti.
—Gracias. —Jayden, desde hace mucho tiempo, ha comprendido que el alfa nunca pronuncia palabras vacías; que cuando promete algo, lo cumple. Por lo tanto, en lo más profundo de su corazón, aún alberga la esperanza de reunirse nuevamente con Zayan. No está seguro de si el hombre querrá verlo, pero al menos desea tener la oportunidad de pedirle perdón.
Cuando llegaron a la manada, se encontraron con un caos. Según Kailer, el plenilunio estaba cerca y estaban haciendo los preparativos. Esto desencadenando recuerdos desagradables en Jayden. A pesar de la ansiedad, Kailer lo tranquilizó y le propuso tapar esos malos recuerdos con buenos momentos. Sin embargo, la sorpresa llegó cuando se dio cuenta de que eso significaba ser presentado oficialmente como compañero del alfa. La idea lo mantuvo nervioso durante semanas, no solo por la revelación de su relación con Kailer, sino por el temor a la reacción de los demás miembros de la manada.
Las palabras de Sehan, pronunciadas meses atrás, resonaban en su mente a diario. El hombre tenía razón al señalar que, si no lograba ganarse la confianza de la manada, el principal perjudicado sería Kailer. Por eso, Jayden se esforzó por integrarse. Inicialmente, admitía que la manada no le importaba ni la consideraba suya. No obstante, a medida que su corazón cambiaba por Kailer, también lo hacían sus sentimientos hacia la manada. Después de la conversación con Sehan, Jayden se esforzó por hacer las cosas bien: intentó integrarse, participar con los miembros, hacer amigos o al menos ser conocido.
Con sus habilidades para observar a las personas, Jayden aprendió mucho sobre la dinámica interna de la manada durante ese tiempo, guiado en parte por Luell. Cuando los demás mostraron interés en descubrir quién había preparado la comida la última vez, Luell aprovechó para presentar a Jayden. A pesar de la ayuda, sentía que no era suficiente. Aunque no era un completo desconocido, sabía que no podía confiarse. Jayden no había hecho nada extraordinario para ganarse el cariño de la manada y temía que no lo aceptaran fácilmente como la Luna del alfa. Reconocía que quizás debería haber sido más amable desde el principio.
Pero eso ya no importa; está a pocos minutos de ser presentado oficialmente en la manada, y su ansiedad está acabando con él.
—¿Estás listo? —Jayden alzó la mirada topándose con los ojos de Kailer y asintió.
—Lo estoy. —El alfa sonrió y se acercó a él.
—Todo estará bien; recuerda que siempre estaré contigo, no temas. —Jayden asintió y, tomando las manos de su compañero, salió del lugar.
La luz plateada de la luna llena iluminaba el claro en el corazón del bosque, donde la manada se reunía para celebrar el día del plenilunio. Era una ceremonia sagrada, llena de tradiciones y rituales que conectaban a los lobos con su diosa, la luna. Los lobos comenzaron a llegar al claro, sus pelajes grises y blancos brillaban bajo la luz de la luna. El aire estaba cargado de anticipación y emoción. Los lobos jóvenes jugaban y correteaban, mientras los más ancianos intercambiaban miradas sabias.
En el centro del claro, un altar de piedra estaba decorado con símbolos lunares y flores silvestres. La manada se congregó alrededor, formando un círculo con los líderes en el centro. El alfa, un lobo majestuoso con un pelaje negruzco que resplandecía bajo la luna, se erguía con dignidad. La ceremonia comenzó con un canto melódico de la loba más anciana de la manada, una guardiana de las tradiciones. Sus aullidos llenaron el aire, invocando la presencia de la diosa de la luna. Los lobos se unieron al coro, creando una armonía que resonaba en todo el bosque.
A medida que la música de los aullidos se desvanecía, el alfa tomó la palabra, expresando su gratitud a la diosa por la luz que les guiaba y la conexión que compartían con ella. Poco tiempo después, las voces cesaron y la ceremonia de adoración a su diosa terminó. Kailer, rápidamente tomó su forma humana y se dirigió a todos.
—Hoy es un día de gran importancia. En esta noche sagrada del plenilunio, quiero presentarles a alguien muy especial—posa sus ojos en Jayden como indicando que es de él de quien habla—. Jayden, mi compañero, mi reflejo de Luna. Él es la extensión de mi ser, el lazo que fortalece nuestra manada. En este día, en presencia de la diosa de la luna, les pido que lo acepten como uno de los suyos.
Los ojos curiosos buscan a Jayden con la mirada y en el momento en que Kailer le tiende una mano, Jayden la tomaba para colocarse junto al alfa. Un nudo de nervios apretó su pecho. Sus ojos reflejaban una mezcla de emoción y ansiedad mientras murmuraba con humildad:
—Honrado de estar aquí, con todos usted—con voz tartamudeaste, repitió las palabras que le había instruido Luell.
—La diosa ha hablado a través de esta unión. Bienvenido, Jayden—honraron los lobos ancianos.
Cada mirada, cada aullido, pesaba sobre él, pero a medida que la manada respondía con aceptación y respeto, Jayden sintió cómo su miedo inicial se disipaba. La calidez de los lobos a su alrededor era reconfortante, pero sus nervios seguían latentes, recordándole la responsabilidad que ahora cargaba. A pesar de la aceptación, Jayden se mantuvo alerta, consciente de que la unión con Kailer traía consigo desafíos y expectativas.
—Jayden y yo somos uno. Lo que afecta a él, me afecta a mí. Lo que le ocurre, me ocurre a mí. Les pido que lo traten con el mismo respeto y lealtad que me brindan a mí. Cuiden de él como lo harían conmigo.
—¡Honores a nuestra Luna! —vitorearon y una loba anciana se acercó a Jayden, adornándolo con un collar de flores blancas y plateadas, símbolo de la bendición de la diosa.
—Que esta noche del plenilunio sea testigo de nuestra fuerza y nuestra unión—Kailer se transformó una vez más en lobo y aulló a la luna.
Jayden sabía que ahora venía los más difícil para él: dar a conocer a su lobo. Kailer lo miró expectante, indicándole que era momento de dejar salir a Anker y Jayden no tuvo más remedio que dejarlo ir. Con una mezcla de temor y determinación, cerró los ojos y permitió que la transformación comenzara. Su lobo emergió lentamente, una figura magnífica de pelaje blanco, pero con marcas dorado inusuales que destellaban bajo la luz de la luna. La manada, inicialmente en silencio, pronto dejó escapar susurros de asombro y desconcierto. La singularidad de su lobo había sido fuente de admiración y rechazo en el pasado, y Jayden temía la posibilidad de revivir ese dolor.
—Es sangre pura, ¿blanco? ¿Cómo es posible?
—¿Acaso es una ilusión?
—¿Debe ser un hechicero?
—¿Cómo alguien como él puede ser nuestra Luna?
Sin embargo, mientras los demás lobos observaban con detenimiento y susurraban a gusto, un cambio sutil se produjo en la atmósfera.
—¡Su lobo es hermoso!
—¡Honor a nuestra Luna!
—¡Qué majestuoso!
El miedo de Jayden comenzó a disiparse lentamente a medida que la aceptación se extendía entre los demás lobos. Entonces, siguiendo los ritos que anteriormente le habían instruido, Jayden dio una reverencia hacia el altar de piedra, otro hacia la manada y por último hacia Kailer, su compañero. La celebración continuó con danzas circulares alrededor del altar, mientras los lobos expresaban su alegría y gratitud. La luna llena iluminaba la escena, creando un ambiente mágico y sagrado. La manada se retiró luego a correr bajo la luz de la luna, uniendo sus aullidos en una sinfonía de conexión con lo divino.
Ese día, Theo también fue presentado a la manada, pero esa es otra historia.
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