CAPÍTULO TRES (1/2)

3199 Words
¿Cuándo será el día en que descanse plenamente? Sin ataduras, sin "nuevas noticias". Por lo menos pensé que la única tarea que tendría que hacer era lidiar con la distancia entre Samara y yo, pero el destino me da otra patada en el culo haciéndome saber que otro problema se avecina, uno que, para variar, posee un nombre: Auron. Maldito seas. Si esa bala no hubiera cumplido su objetivo y en ese caso, como tú supuestamente afirmas, yo con gusto te hubiera hecho los honores. Ese hombre con peluca de payaso no deja de ir a mi compañía. Mi búsqueda para él se ha vuelto una gran hazaña, el desayuno de sus mañanas. Y no, no me atemoriza para nada, es más, me da tanta gracia que pierda su tiempo. Hace poco hice una llamada al oficial Steven y, como acordamos, nos encontramos en un sitio apartado de la civilización, según él, para no atraer la atención, puesto que tuvo inconvenientes con su tarjeta de crédito, y le ofrecí dicho dinero que se determinó ese día a cambio de mi "libertad". Dichosa sea mi vida, el mísero oficial se habrá sentido tan agradecido con el enorme efectivo ¡Yo que sé! que hace tres días me avisó sobre la resurrección de Auron, mi ex empleado, sin que yo se lo pidiera. Esa misma tarde lo cité para hablar del caso y le propuse a ser mi propio agente, mi seguidor, quien exclusivamente estuviera a cargo de avisarme sobre cualquier movimiento del payaso ese; sin términos largos: Que trabajara para mí. Pensé que me costaría mucho proponérselo porque no es fácil haber trabajado para el bien y ahora con el "villano", sin embargo, él es consciente de los videos de mi oficina que le enseñé, respecto hacia qué ángulo atravesó la bala en los cristales. Suficientes pruebas para demostrar mi inocencia. Aceptó sin declarar una oración, adicionando la cantidad de verdes con que llené el bolsillo. Aunque, encerrando lo anterior en un muro de contención, le platiqué que yo no era el único en aprietos. —Trataré de hacer todo lo que esté a mi alcance —concluyó Steven. —No Thompson, no es suficiente con tratar, necesito que lo hagas, que estés seguro que saldrá bien. Aparte, hay algo que no te dije —su cuerpo se puso rígido—. Samara también está en peligro. En las cartas de acusación que he estado recibiendo de la empresa a mi correo, se ha resaltado la parte en que varios agentes policiales irán a rastrear su localización para traerla y se haga un nuevo juicio en mi contra. Tal vez usen la fuerza y por nada en el mundo nos gustaría eso, ¿cierto? —asintió con la mirada perdida—. Ella no tendrá ni sabrá qué decir, la conozco lo suficiente como para saber que entrará en un lío personal y emocional, recordando todo acerca de su secuestro, y su posible reacción corporal sería una suposición a los cargos y la sentencia estaría definida. Hasta podrían acusarla de ser cómplice al no declarar con la verdad, ya que ella estaba a mi lado en aquel entonces cuando ocurrió el disparo. —¿Y por qué no llevar los vídeos? Eso sería lo principal para demostrar que eres inocente del cargo que se te acusa. —Porque Auron tiene otro as bajo la manga. Él llegó a visualizar el contenido del sss que en aquel entonces Samara, muy atónita, estuvo leyendo en su computadora. Lo leyó todo, desde la amenaza hacia nosotros hasta con lo del rapto, y planea usarlo como arma mortal, como cadena perpetua hacia mí. Obvio con la decisión de Samara se llegó a otra conclusión , sin embargo, si hay otra persona que quiera señalar el hecho, sumando el ser testigo, ni con la millonada que podría ofrecer ganaría esta vez —Steven resopló, con amargura y pena—. En conclusión, Samara debe estar protegida de ese hombre y de cualquier otro, y ya sé a quién enviar si te lo estás preguntando. En fin, los problemas que le debe estar ocasionando su madre son otra carga que estará llevando en su espalda. Otro castigo sería demasiado...Somos conscientes que ni tú ni yo lo queremos. Claro que no quiero decir que ahora esté festejando. Sigo desesperado por ella y la distancia cada día me hunde. —Ok, te enviaré todo referente a Auron, te haré saber hasta lo mínimo, solo si tú me prometes que me mantendrás al tanto de Samara. La última vez que la vi me entristeció que a su madre, práctica y rápidamente, le haya nacido el odio en milésimas de segundos y se haya desquitado con ella vociferándole lo peor que una hija podría oír de su propia madre. No me imagino cómo estará. Asiento, comprendiendo y compartiendo su lástima. Si tan solo hubiera estado allí. Antes que se retire, lo detengo con un llamado. —Una cosa más que quiero pedirte —desde la puerta de salida se gira—, es que hagas todo lo que puedas para que esto no salga en las noticias. Luego de que el oficial me dejó a solas en esta grande y vacía casa, me fui al pequeño bar y extraje licor y vodka. Quería olvidar este pésimo día. Esa noche no recuerdo dónde y cómo carajos caí rendido, ni hasta qué punto me topé en evocar todo lo que pasó entre ella y yo como para encontrar varias botellas vacías regadas por el suelo. Pero si llegué aquí, a mi habitación y con un dolor de cuerpo infernal, solo me queda aceptar que mi príncipe azul llegó al rescate y me lanzó unos pasos antes de llegar a mi cama. Imbécil. Me doy una ducha tremenda y al rato salgo como nuevo, o bueno, eso es lo que quiero, ya que los dolores en la cabeza no dejan de pisotearme...Bueno, por lo menos ya no huelo mal. Desaparezco las infinitas gotas de agua que recorren por mi piel y me dispongo a ir a la sala. En la mitad de la escalera me tomo unos segundos para armarme de valor y volver a pisar el siguiente peldaño, ya que cada vez que lo hago una intensa punzada se activa en mi frágil cerebro como alarma de intrusos de la NASA. —Vaya, vaya...El bello durmiente despertó —con esfuerzo lo observo y el muy gracioso no deja de burlarse, su rostro alegre y sinvergüenza brillan en su esplendor—. Compré el desayuno y me pasé por una farmacia para traerte una pastilla para tu jaqueca. Espero te agrade, tu despensa se halla muy vacía para ser de un hombre con dinero. —Deja los sarcasmos, si esta mierda no acaba me veré obligado a tomar la mala decisión de mi padre —respondo, sin dejar de arrugar el ceño a causa de la molestia en mi cabeza. Adam entiende muy bien la referencia y la sonrisa se le esfuma. —Ya deja de decir estupideces y trae tu culo aquí —gira los ojos y bebe de su taza, arrastrando la silla. Además de trabajar para mí, no deja de ser mi amigo. Las esquinas de mis labios se estiran al atraer viejos recuerdos de él y yo. Vaya forma en que nos conocimos en ese burdel. Ninguno de los dos tuvo un buen día en ese entonces. Él se había retirado del ejército porque no era lo que quería. Se quedó sin empleo, y para añadir su desgracia, su esposa le terminó pidiendo el divorcio porque quería estar con un hombre que. en pocas palabras, la mantuviera, y no fuera cualquier profesional, sino uno destacado, poderoso, digno de apreciar, de admirar de manera no solo física y con mucho, mucho dinero. Eso fue lo que yo entendí esa noche a todo su amargo palabreo. Qué mujer tan tonta. En mi caso, el motivo de mi presencia en ese sitio fue que caí en una total depresión, había soñado con Angela y esa noche no me permití volver a dormir, todo para no volver a verla en mis sueños. Detestaba recordarla en esa camilla con esa enfermedad que cada día la consumía. Hasta que lo logró. No venció la enfermedad, pero si ganó en liberar su alma de este inmundo planeta. Adam sabe de mi vida, incluso más que Rubén, y yo de la suya. Cierto ¿Qué será de él? ¿Seguirá enfadado conmigo? Alcanzo la silla del comedor y la coloco atrás de mí para sentarme e ingerir mi pastilla. —¿Qué te costaba echarme sobre mi cama? —le pregunto, enfadado. Adam deja la taza sobre la mesa. —Cuando estaba en la base militar y cometíamos alguna imprudencia hacia alguien o hacia nosotros mismos, se nos castigaba de diversas maneras, pero dos eran principales: nos obligaban a comer por un mes los desperdicios del resto que sí almorzaban y cenaban como querían, entre huesos y comida que yacían podridas de varios días en la olla después de un buen calentado, era asqueroso, insípido y sin sabor, y de beber degustábamos de una horrible agua sucia; lo segundo, dormíamos en el suelo —elevo los hombros sin importancia y hago un gesto con la mano, burlesco. Eso no es tan grave, yo también dormía en el suelo hasta antes de mudarme y vivía en un cuarto sobre un colchón con los resortes muy desgastados y algunos que sobresalían de la tela—. Para tu información el suelo era rocoso, lo que incluye algunas partes puntiagudas, rasposas y hondas, y eso era afuera de la base o dentro el bosque, bajo el frío, y en algunas noches la lluvia era muy intensa, los árboles no eran muy protectores que digamos. Agradece que amaneciste en el suelo al lado de tu cama y bajo un majestuoso techo. Yo no tengo la culpa que recién te despiertes. Quiero partirle la cara bonita, pero me contengo y sigo consumiendo mi desayuno. Con todo lo que él tuvo que pasar, lo mío solo son quejas infantiles y ridículas. Al terminar de lavar los servicios lo llamo para dejarle el encargo que desde ayer ya tenía planeado, seré lo más breve posible. Me siento en el sillón en forma de "L" y, como siempre, mi compañero se dispone a hablar al lado de la ventana ¿Necesita inspiración o cree que mirando el horizonte de cualquier parte encontrará una respuesta filosófica?  —Esto me ayuda a pensar, no es necesario que te lo repita —enseño las manos a modo de rendición. Él vuelve a perderse en la visible calle. —Muy bien, hoy mismo empacarás tus cosas, irás a Alemania —me cruzo de brazos a la espera de su respuesta. Con Adam jamás he tenido discusiones, siempre está dispuesto y decidido, sin queja alguna. —Está bien —¡si va a aceptar así y sin pensarlo, no hallo la enorme gracia de ir hacia la insignificante ventana! —aunque, tengo todo el derecho del mundo de saber el por qué. Me acuerdo que entre la charla con el oficial, Adam no estuvo presente, por lo que me veo obligado a darle la explicación que merece. Después de haber sido muy detallista con lo hablado, paso por paso, veo que lo está analizando.  —Entonces cuento contigo —afirma con la cabeza en alto y sacudiéndola de manera positiva. —Antes que nada, ¿tienes alguna idea de qué voy a hacer en un país que no conozco y cómo voy a ubicar a Samara? —completa en forma de pregunta la pieza final que faltaba y necesitaba oír. El ex militar empieza a pasearse por los alrededores de la sala. —Te estabas demorando, querido amigo. Sé quién tiene la respuesta a esa pregunta, pero solo espero que esté dispuesta a darla. —Wao. Por lo visto las chicas difíciles te persiguen —hace una mueca. Yo me aguanto de no reírme. Obvio que su respuesta tuvo doble sentido. —Me refiero a corporalmente, aunque desde un principio tampoco le caía —sus ojos detectan los míos registrando alguna señal de vida. Y es que me perdí por unos segundos ¿Cómo le diré a esa mujer que necesito la dirección de la casa de su mejor amiga? ¿Y si me empieza a hacer varias preguntas y las respuestas solo podrían llevarla a un segundo coma crítico? —¿Hablas de Liz? —indaga Adam, en un murmuro— ¿Jonathan? Salgo de mi perplejidad con varios parpadeos. —S-Sí, lo siento —respiro hondo—. Debemos ir a verla, ella sabe todo acerca de Sam —inmediatamente me entra esa sensación de protección descomunal. De pronto, en medio del aspecto rígido de Adam, como si le atravesara una fría corriente, deja de caminar y se remueve intentando controlarse, pero sus dedos no están a su favor y sus manos comienzan a abrirse y cerrarse en puño. Está nervioso— ¿Te hago recordar que eres casi diez años mayor que ella? Al parecer se da cuenta de mis claras sospechas y sus facciones lo delatan. Me muestra un intento de sonrisa pacífica, sin embargo, como digo es un intento, parece más el de un adolescente a quien le presentan a esa mujer del cual estuvo ilusionado, enamorado por mucho tiempo y su grupito de amigos lo avergüenzan. —Eso ya lo sé, es solo que...Esa noche cuando escuché su nombre y su estado crítico sentí unas enormes ganas de saber cómo estaba y...de estar ahí. El interés en ella apareció, surgió desinteresadamente. Ni yo entiendo por qué, solo nació y ya —contesta, tratando de hallar una explicación a eso que revolotea en su pecho. Lo entiendo perfectamente, solo que del modo no distorsionado. Lo ojeo de manera socarrona. Ahora soy yo el que se divierte. Me siento más aliviado, el dolor en mi cabeza ya no ronda. Buena pastilla—. Ya parale, entonces yo protejo a Samara y tú deberás darme un cambio. —Eso ya no se discute, te daré una paga muy diferente a la que te corresponde normalmente. —No, no quiero que me asciendas, lo que quiero es conocer a esa tal Liz; quién es ella y qué es lo que tiene para hacerme sentir aquello que me juré evitar desde que esa mujer convenida me dejó —¡Oh, oh! No, ya cayó el vaquero. Tenemos un soldado caído. Repito, soldado caído. O por lo menos no ahora. —¿Y cómo quieres que haga eso? Tampoco soy mago, amigo. Además, acuérdate de Patrick, ellos se conocen de mucho y puede ser que entre esos dos ya haya habido algo. Ese tipo tampoco está nada mal —me pongo de pie, algo consternado respecto a su pedido. —No me importa. Y no serás mago, pero para actuar como lo quieres eres más que un maestro. Cuando planeas algo nunca fallas y no te rindes hasta conseguirlo, así que ya sabrás cómo hacer mi pequeño favor —lo miro perplejo— ¿Qué mas quieres? Así recuperarás el dinero que Steven te quitó, son muchos millones ahora que lo pie... Siento mi rostro como si se partiese en varias partes, olvidé esa relevante parte económica. Me conviene porque ha sido lo que en muchos meses he estado acumulado para mis proyectos en adelante. En fin, dije que por ella daría y doy hasta la vida, el dinero no era nada en ese entonces y no lo es ahora. —¡Ya, ya, ya, lo haré, lo haré! No sé cómo, pero lo haré —aludo rendido y con las facciones muy endurecidas. Él empieza a reír, teniendo en sus manos lo que quiere. No me opongo, ya que sé lo que se siente... Como hombres continuando su vida de prestigio, decidimos descansar un poco. Al medio día nos ocupamos de lo que venimos a hacer. Pedimos un taxi y le indico el sitio que deseamos ir. —¿Por qué tenemos que viajar en un auto donde huele a viejo y a cigarro cuando tienes el dinero necesario como para pedir un Uber y viajar más cómodos? Me voy a asfixiar —critica Adam en voz baja cerca de mi oído y arrugando la nariz de vez en cuando. Será todo un hombre, pedido físicamente, hecho y derecho en fuerza e inteligencia, pero a veces suele ser irritante, es como estar con un niño. Casi nadie lo conoce en los momentos donde no está en horas de trabajo. —Cállate —sentencio. No pensé que el ambiente de este auto sería el de un conductor adicto al cigarro y a la música de rancho. Para la otra tomaré en cuenta el consejo de mi amigo. Frente al hospital nos armamos de mucha energía y entramos hasta llegar a la recepción. Preguntamos por Liz. —¿Son fa-familia o cercanos de la pa...ciente? —la enfermera nos interroga muy expectante y nerviosa. No tiene la culpa de estar frente a alguien que secuestró a una indefensa muchacha, y de tener a un hombre que, con una simple mirada, la podría enterrar bajo tierra. Hablo de Adam.  —Sí, señorita, no tenemos nada más que añadir, ¿podemos pasar? —contesta fría y seriamente, lo que le produce a la joven una intensa pausa corporal. y después teclee rápidamente para autorizarnos el ingreso al pabellón correspondiente. —Piso cinco, jóvenes... Se le trasladó de sala porque hace cuatro días pudo reaccionar y ahora está en reposo y observación, sean delicados con... —preferimos no seguir escuchando y fuimos directo al ascensor. Estamos sumamente agotados como para subir escaleras, bueno, hablo de mí. Sé que al ex militar le daría igual ir a pie o no. En el pasillo podemos ver doctores yendo de un lado a otro, se respira la cargazón del lugar, ese que siempre he detestado; dos paramédicos pasaron al lado nuestro apresuradamente y ahora están adelante llevando a una paciente derramando sangre cerca de la costilla y con hematomas en el rostro. —Vaya trabajo que tendrán en quitar la sangre de las sábanas. De soslayo, chequeo a Adam observándome. —Eso fue muy cruel e innecesario decirlo ¿Qué querías? ¿Qué le cortaran la parte baja del pecho y salga aire? —ruedo los ojos. —Solo es una broma y ya. Qué genio contigo. —Y uno muy de mal gusto, ¿hubieras dicho lo mismo si esa persona fuera tu madre? —eso es un golpe muy, muy bajo para mí. Mis dedos se aprisionan en un fuerte puño. Está bien, mejor guardo silencio—. Lo lamento, pero debes saber que en esta vida hay que colocar las bromas donde y cuando se debe —ay, ya parece mi...pues...nadie. Doble auch. Maldito soldado gruñón. Y en un parpadear nos estacionamos frente a la sala donde Liz se encuentra. —Espera aquí, te avisaré cuando sea tu turno de hablar —sin esperar a que diga cualquier cosa, entro con sigilo y muy despacio cierro la puerta para no despertarla. 
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD