CAPÍTULO 8

2848 Words
Tenía una habitación muy pequeña, completamente blanca y con solo una ventana, que se encontraba en la parte superior, inalcanzable para mí. La cama estaba situada en el centro del lugar y también era blanca. Decoré la habitación con algunas pocas cosas que trajo mi madre; sin embargo, continuaba vacía, no había vida, al menos la cama es cómoda, necesitaba reconfortarme un poco. Me dejé caer entre las sábanas blancas, sintiendo la suavidad con mis manos, esto es real, cerré los ojos y respire lentamente, me tranquilizaba. Por fin podía sentir un poco de calma y dejarme ir, porque me iban a ayudar, todo lo malo acabaría, me recuperaría, volvería a clases y todo sería como antes. —Nada será como antes —susurró Susan. Abrí mis ojos para encontrar el vacío, ella no estaba allí. ¿Por qué lo estaría? Murió. Pero, yo seguía aquí, tenía que superarlo y seguir adelante. Por eso ingresé en tal lugar, alguna irrazonable parte de mí creyó que era lo mejor. No podía aceptar que solamente intentaba convencerme a mí misma sobre una mentira. Tonta de mí. —Elaine —llamó la señora Prada. Me levanté inmediatamente. —Es hora de la cena, ven conmigo —la seguí sin protestar.  Nos dirigimos a una espaciosa cafetería, las mesas eran plateadas, por lo menos tenían un color más. Conté doce personas aproximadamente en diferentes lugares, luego vi a los trabajadores, no sé cómo llamarlos realmente, ellos servían la comida o nos vigilaban, después de todo estaba incluida en todo esto. Me sirvieron en una bandeja, la comida se veía perfecta, no podía quejarme, aunque tenía cierto extraño sabor. —Eres nueva —dijo una chica de mi edad, tenía muchas trenzas y no dejaba de mirarme con sus ojos color miel, eran más claros que su piel, iluminaban todo su rostro y hablaban por sí solos, llenos de curiosidad y ferocidad. —Sip —di una respuesta corta. —Bueno, yo llevo aquí cinco meses, la próxima semana cumpliré seis meses, ¿sabes cuan indignante es eso? Estoy perfectamente bien, pero no me dejan ir, ¿sabes por qué? —trataba de mantener la voz baja. —No, no lo sé —seguramente porque estaba loca. —Porque cuando entras, no significa que realmente vas a salir —se acercó más a mí y me miró fijamente a los ojos, no parecía referirse solamente al lugar, sino a algo completamente diferente. Se acomodó por completo en la mesa que escogí y me hizo compañía, pero la conversación no avanzó mucho, la comida le parecía más atractiva. Cinco minutos después, sentí otra bandeja caer en la mesa, frente a mí. —Hola Luz —una chica rubia con cabello andrajoso se nos unió. —Clara —dijo a modo de saludo, por cierto la chica a mi lado se llamaba Clara. —Conoce la chica nueva, la nueva víctima —sonrió un poco. —Hola —levanté un poco mi mano, sintiéndome tímida. Llevé mi mirada a la puerta y pude ver la oscura mirada de la Señora Prada en total desaprobación. ¿Qué hice mal? No es como si me hubiese sentado con ellas, yo estuve en esa mesa primero, ellas se unieron después, no las invité. Para la Señora Prada esa fue una señal, estoy segura y fui lo suficientemente ingenua como para no verlo, para no entenderlo y olvidarlo. —Un consejo, no creas todo lo que dicen; pero, ellos pueden creer lo que tú quieras que crean —dijo Clara antes de marcharse con una sonrisa traviesa. El primer día no fue tan malo, conocí algunas pocas personas y lugares que se volverían muy familiares para mí. El segundo día fue la sesión de grupo, donde todos hablaban de su horribles experiencias o lo que se le ocurriera al Señor Roberto, ya que era mi primera vez no me exigieron hablar, querían que ganara un poco mas de confianza antes de abrirles mi corazón. Al tercer día tuve mi primera visita. —Colorido lugar el que tienen aquí —bufó Jane. —No es que me desagrade tu compañía pero… —me interrumpió. —Lo sé. Tú mamá está algo rara, no sé qué le sucede, le pregunte sobre venir, pero me ignoró por completo —frunció el ceño —. ¿Todo está bien aquí? —pregunta importante. —Son muy amables conmigo —decía la verdad. —¿Y eso en qué ayuda? —bufó de nuevo. —¿Acaso tienen que ser malos conmigo o qué es lo que esperas de esta situación? —estaba acostumbrada a sus pequeños arrebatos, así que no me molestaban. —No sé, ¿has visto fantasmas? —como siempre, hizo un cambio de tema al verse en problemas, aunque no había empezado a molestarme aun. —No —pero, en las noches si daba un poco de miedo. —Esperaba que fuera un poco como en las películas —se quejó. —Solo son películas —y eso esperaba. —Bueno, al caso, te traje algo para llenar tus aburridas tardes —fruncí el ceño al saber lo que se avecinaba. Rápidamente buscó entre su bolso, se escuchaba como si escarbara entre basura. ¿Qué tanto llevaba ahí? Sus manos se perdían poco a poco, llegando hasta el fondo, sus ojos se iluminaron y con una sonrisa satisfecha sacó un libro. Justo lo que pensaba, ahí iba de nuevo, tratando de hacerme leer uno de sus tantos libros. —¿No es uno de esos libros tontos o sí? —refiriéndome más exactamente a sus típicos libros de amor juvenil con personajes paranormales. —No te preocupes por eso, hice una buena elección, confía en mí —ni siquiera me miró a los ojos, lo que generó más desconfianza. —Tal vez lo lea —extendí mi mano y Jane no dudó en entregármelo antes de que cambiara de opinión. Poseía demasiado tiempo libre, por lo que sería bueno tener algo en lo que enfocarse un poco y hacer trabajar mis neuronas. —Espera, también traje esto —me extendió un cuaderno de dibujo. ¿Y esperaba que leyera el libro? —Gracias —lo decía en serio. —Para qué son las amigas —me guiñó un ojo y no pude evitar burlarme de ella. —Sigue practicando —bufé. Jane se marchó poco después, me encontré a mi misma observando el libro, ¿lo leería? Era poco probable, además la historia no era de mi gusto. Lo guardé en uno de los cajones de mi mesita de noche, más exactamente en el segundo, mientras que en el primero deje el cuaderno de dibujo, con la promesa de empezar algo nuevo más tarde. Di media vuelta, preparada para la sesión de grupo, fue cuando di tres pasos que escuche el ruido de algo deslizándose detrás de mí, pude haberlo ignorado pero no lo hice. Me giré lentamente y encontré el segundo cajón abierto, lo cerré de nuevo y retrocedí un poco sin apartar la mirada, llegue hasta la puerta y nada pasó. Tal vez nada pasó. Pero, sí pasó. —¿Lista para la sesión de hoy? —me sobresalté al escuchar la voz de Clara —. ¿Estás bien? —puso su mano en mi hombro. —Sí, no es nada —no es nada. —¿Entonces qué estás esperando? —me tomó del brazo, alejándome de la habitación. La mayoría ya se encontraba en la sala cuando llegamos, ni siquiera nos miraron al entrar. Bueno, Luz lo hizo, tenía esa expresión peligrosa, con los ojos entornados, tratando de atravesarte. —Ya llegaron —dijo antes de volver la mirada al centro. Clara abrió su boca para decir algo, cerrándola luego y quedándose en completo silencio. Se sentó entre Luz y yo, con la mirada perdida. Por supuesto, en ese momento no me di cuenta de lo que estaba mal, era la única que veía al Señor Roberto entrar como si nada, todos le temían. ¿Por qué? No se me ocurrió preguntarlo o siquiera formular la pregunta. —Buenas tardes, jóvenes. Sus espaldas se enderezaron y una advertencia empezó a nacer en mi mente. —Hoy hablaremos de nuestros miedos —se sentó a espaldas de la ventana, lo que hacía difícil mirar a su dirección a causa de la luz del sol. —¿Evan? —Se dirigió al chico frente a mí —. ¿Por qué no empiezas tú? —su tono de voz era extraño, casi amenazante. —Yo…yo —su manzana de Adán no dejaba de moverse. —No hay nada que temer Evan, estamos en confianza —aseguró. —Es cierto —su sonrisa nerviosa solo indicaba que sus palabras no ayudaban —, yo le temo a la oscuridad —continuaba sonriendo. —¿Por qué le temes a la oscuridad, Evan? —preguntó el señor Roberto. —Porque hay cosas allí —respondió sin vacilación. —Oh, Evan —su voz mostraba compasión —, no hay nada ahí, es solo tu imaginación —sus palabras no llegaban a él. —¡No, no es así! —se levantó de golpe —. Usted sabe que no es así, lo sé —sus manos temblaban. —Siéntate Evan —ordenó con el ceño fruncido. —Usted es uno de ellos —su rostro palideció. Evan regresó a su asiento lentamente sin perder de vista al hombre que veía como un traidor o como su enemigo; pero, no dijo mucho más, excepto una simple disculpa. —Lo siento —agachó su cabeza. —Lo superaremos juntos Evan, paso a paso —su rostro se relajó de nuevo. Hubo un pequeño movimiento de cabezas a mi alrededor, se miraban unos a otros, preguntándose, ¿quién será el siguiente? —Luz, ¿Qué hay de ti? —se giró hacia ella. —De mi… Tiene razón, me encantaría complacerlo con mis miedos, será un honor para mí darle a conocer mis puntos débiles —levantó su rostro para mostrar una sonrisa llena de ira —, yo también tengo miedo a la oscuridad; pero, eso todos lo saben, ¿no me han escuchado gritar en las noches? Sin embargo me gustaría especificar… —dio una pequeña mirada a cada uno de los presentes —, no es realmente la oscuridad, es la noche, porque es cuando más indefenso te encuentras y… —levantó su dedo índice para señalarnos a todos —, es su oportunidad de trabajar en nosotros, de hacernos creer lo que ellos quieren —su dedo se detuvo en el único adulto de la sala —. ¡Pero yo tengo el poder! —Su tono de voz se levantó —. ¡¿Creen que podrán destruirme?! —empezó a gritar —, me temo que están muy equivocados, ¿saben por qué? —bajó su mano lentamente —, porque podemos ver a través de ustedes —explicó despreocupadamente, sin dejar de sonreír. —¿Ha terminado? —preguntó con amabilidad. —Tal vez, puede que tal vez… —su sonrisa se desvaneció. El señor Roberto escribió algunas cosas en su carpeta y continúo con otro, no tuve tiempo de pensar en Luz y sus palabras llenas de enojo, Luz está loca, ese pensamiento se mantenía firme. —Elaine – alguien llamó. —¿Si? —el sol comenzaba a desaparecer, permitiéndome ver sus oscuros ojos. —¿A qué le temes? —¿a qué le temo? A los autos, pero tendría que explicarlo. Le temo a la oscuridad, no lo hacía, pero… Le temo a él. —No lo sé. ¿Por qué no lo dices? Dilo. ¡Dilo! No. ¿Por qué? Porque él no existe. —Quizás las arañas, ya sabe, casi todos le tienen miedo a las arañas —mentirosa. —¿Arañas? —dijo con incredulidad. —Arañas —me aferré a ello. Mi corazón estaba preparado para correr, él sabía que mentía, eso me asustaba, lo vi formular su siguiente pregunta, estaba a punto de hacerla. —Se acabó el tiempo —Luz se levantó y se dirigió a la puerta —, fue un privilegio estar aquí con todos ustedes, pero el reloj no miente, por eso él me agrada —se fue y yo no dude en seguir su ejemplo.      Quería correr, por supuesto, me abstuve de hacerlo a sabiendas de lo que podría llegar a pensar todo el mundo sobre mí. Aun así mis piernas tomaron velocidad y para mi sorpresa no encontré a Luz en mi camino, lo que era más que extraño, teniendo en cuenta mis pasos rápidos y que salí justo después de ella, llegando a un pasillo solitario que me llevaría a mi habitación, sino fuera porque alguien me arrastró lejos de allí, hacia uno de las habitaciones que pasaba. A diferencia de la mía, aquel pequeño espacio tenía más vida, como una marca especial de su dueño o habitante, más exactamente de Evan, quien aún sujetaba mi brazo con demasiada fuerza, posiblemente mañana aparecería un moretón. —Lo siento —arrancó su mano de mi —, yo no estoy loco y sé que tú tampoco lo estás… —algo me decía que este era su intento fallido de iniciar una  conversación. Tampoco pensaba iniciarla yo, no después de haber sido arrastrada en contra de mi voluntad a un lugar tan… —¿Estás obsesionado con el cielo o algo así? —¡acabas de iniciar la conversación! Me reprendí. —No lo sé, se podría decir que si —era obvio, basándome en las miles de fotos en sus paredes, amaneceres, atardeceres u horas intermedias, incluso tenía lo que parecía ser una colección de libros sobre el cielo – sabias que viene del latín caelum – me concentré de nuevo en el. —Eh, no —apenas y sabía latín, es decir, no sabía nada. —Bueno, es la zona gaseosa más densa de la atmósfera de un planeta —asentí sin razón —, apuesto a que no sabías que el color del cielo es resultado de la interacción de la luz solar con la atmósfera y… —iba cada vez más rápido. —Detente ahí —levanté mi mano como una señal —, realmente no te estoy siguiendo. ¿Me trajiste a tu… Aquí, para hablar del cielo? —hubo cierto grado de irritación en mi voz. —No, tu preguntaste —¿Qué yo qué? —Creo que de ser así lo recordaría —definitivamente el chico estaba loco. —Tienes razón, me fui por las ramas —se acercó de forma amenazante —, es solo que me agradas —estaba segura que era la primera vez que me dirigía la palabra —, y no lo entiendo, ¿Qué haces aquí? —su mirada era inquisitiva —. Escuché que fue por voluntad propia —bueno, eso no era asunto suyo. —Lo fue, había enloquecido, necesitaba ayuda —sentí que debía defenderme. —¿Loca? —empezó a reír histéricamente —, ya te lo dije, no estás loca; pero, creíste que lo estabas, ¿conoces la razón? —me arrinconó contra la pared —. Ellos necesitaban que tú lo creyeras y así fue, solo hubo un error, un pequeño problema que ni siquiera es de tu propio conocimiento. Tu mente se resiste —. Un momento, ¿de qué estábamos hablando? —Has perdido la razón —lo empujé lejos de mi. —Hay cosas que no le has dicho a los demás, lo sé, siempre estás mintiendo, no solo a ellos, sino también a ti misma —trató de no elevar su voz. —¿De qué estás hablando? —Furia oscureció sus facciones, sus ojos miel se nublaron… —. ¿Quiénes son “ellos”? ¿Tus amigos imaginarios? —se sintió ofendido al instante —. ¿Escuchas voces? ¿Qué te dijeron? ¿Que me molestaras? —sabía que el tono de mi voz se elevaba, eso no me detenía de todos modos. Excepto su voz filosa, que podría haber cortado hasta el aire. Lo sé, es imposible. —Silencio —me estremecí, aunque su voz fue de cierto modo suave —, si tanto te molesto entonces te dejaré ir, no perderé mi tiempo escuchando tus tonterías, mi único deseo era advertirte —se cruzó de brazos. —¿Advertirme? —Me atreví a decir —. ¿Sobre qué? —no está de más preguntar. —Están tratando de buscar una debilidad, quieren retenerte aquí, ¿no lo ves? —tomó un pequeño respiro —, ellos te están observando y vendrán por ti, cuando menos te lo imagines —se alejó unos pasos, creando la apertura perfecta para mi escape. Evan había perdido su cordura. Pero… ¿Acaso no estábamos todos locos? Por eso vinimos aquí, para mejorar, mejorar. De repente no estaba tan segura de ello.
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