Capítulo 2 Completo

2000 Words
Rememoré la entrevista una y otra vez en mi mente sin poder encontrar qué exactamente me había llevado a tal situación, el contrato era bastante bueno y prometía mucho dinero y no tantas horas laborales, pero los requisitos del trabajo realmente me iban a superar. Sin embargo, nadie cuestionó por qué yo me encontraba allí, a nadie le importaba si era buena o no para el trabajo, porque la persona a cargo ya había dado el visto bueno. ¿De quién hablaba? Pues de mi futuro jefe, porque lo tuve que buscar en internet para confirmar mis sospechas, quién más podría ser ese hombre sino él, por eso nadie le dijo nada. Y aunque mi cabeza estaba llena de dudas, y me sentí insegura; pero fingí no estarlo para no avergonzarme a mí misma, firmé el contrato porque los números que mostraban como mi futuro pago fueron más que tentadores para arriesgarme a lo que fuera. Por supuesto que leí todo el contrato, tampoco iba a actuar como ignorante codiciosa sin saber en que me metía. —Le recomendamos venir temprano el día de mañana, así podrá empezar su entrenamiento. Seguí las instrucciones que me dieron, así que ese día fui a dormir temprano y llegué a la empresa justo cuando abrían sus puertas. Utilicé la tarjeta de entrada que me habían dado al firmar el contrato y fui directo al último piso, como llegué primero no compartí el elevador con nadie. Entonces, al llegar a la cima y ver todo el lujo casi me desmayo, me sentí en un mundo totalmente diferente. —Aquí estás —dijo el hombre del día anterior con una expresión seria y aburrida —, ¿qué te tomó tanto tiempo para llegar? —preguntó y dio un vistazo a su reloj. —Llegué temprano —le dije, tanto que no vi a nadie en todo mi camino en el edificio. hasta había bastante silencio. —No para mí —dijo al instante —, sígueme —añadió, y empezó a caminar hacia lo que asumí era su oficina, así que finalmente salí de la gran caja de metal y lo seguí —. Ya tengo algunas tareas para ti. Me sentí un poco molesta por su actitud; pero no dije nada porque después de todo era obvio que el trabajo no iba a ser tan fácil. También me recordé a mi misma que el pago era bastante bueno, aunque mi mente autocompletó la frase con: como para ser verdad. Tenía una extraña desconfianza en mi mente que me estaba molestando cada vez más, como cuando fuimos a la casa del lago de unos amigos de mi madre el verano pasado, y en la noche apareció un fantasma para nada amigable que intentó ahogarme. Pero, esto no era igual, porque era un trabajo normal y muy solicitado, estaba vacante porque la anterior secretaria… ¿Qué había pasado con la anterior secretaria? —Este va a ser su escritorio dentro de mi oficina, mientras aprende lo básico. Rachel estará en el escritorio externo recibiendo algunas llamadas y dando ingreso a invitados, socios comerciales y demás. Cuando ella llegue le aconsejo que intercambien números de teléfono, es bueno que tengan contacto y se coordinen, además en un futuro va a tomar su puesto… —explicó mi jefe. —¿Ella es la actual secretaria? —pregunté con curiosidad y él me miró dubitativo. —No, solamente está ayudando con el cargo hasta que usted esté lista —me informó —; pero, ella no puede entrar a mi oficina, ¿entiende? Lo miré confundida. —Hay muchos documentos confidenciales en la oficina que solamente comparto con mi secretaria —explicó —. Cuando Rachel termine de ayudarnos, regresará a su departamento y no quiero que posea conocimiento confidencial del que su jefe pueda aprovecharse. Me sorprendió que se tomara tan en serio el tema de la confidencialidad, incluso entre sus propios trabajadores. Luego recordé que su puesto era fundamental en la compañía, y era obvio que no podía confiar en nadie, las películas me habían enseñado que el espionaje existía incluso en el mundo comercial. —En fin, estos libros contienen los nombres de personas importantes con quienes trabajo, te los debes aprender todos —dijo, y mis ojos se abrieron de par en par —hoy mismo. —¿Hoy mismo? —pregunté sorprendida. —Sí, se acerca un evento muy importante y será vital que los reconozcas a todos, y te asegures que yo no olvidé ni un solo nombre —comentó mientras revisaba su teléfono —, eso será todo por hoy, simplemente ve familiarizándote con el lugar. Se fue al otro lado de la oficina, donde se encontraba su gran escritorio y allí estuvo frente a su computadora por horas, hasta que salió para la hora del almuerzo y por ende yo también me atrevía a salir de la oficina. Cuando atravesé las puertas me encontré con la nombrada Rachel, y ella me miró como si me hubiera estado esperando. Nos presentamos de forma profesional y ciertamente, intercambiamos números al instante. Entonces, me invitó a almorzar con ella en la cafetería de la empresa, al menos la que quedaba cerca de nuestro piso, y prometió presentarme a algunas amigas. —Ella es Greta del equipo de ventas, Miriam de recursos humanos, y Gaby de soporte técnico, chicas, ella es Mara, la nueva secretaria —nos presentó y todas me miraron con pena. —¿Qué me perdí? —pregunté de inmediato, mientras tomaba asiento para comer. —Mejor comamos primero antes de repartir los chismes, no es bueno perder el apetito cuando aún te queda una larga jornada de trabajo —dijo Rachel, y todas nos pusimos a comer, aunque vi que las chicas se miraban de reojo, teniendo una conversación silenciosa entre ella que me ponía bastante nerviosa. —Entonces, ¿empezaste hoy? —preguntó Gaby de forma casual y asentí —. ¿Eres de la ciudad o vienes de afuera? —Vivo a las afueras —le dije —, pero me mudé para poder quedar más cerca del trabajo —expliqué. —Una buena idea —comentó Miriam. —¿Y qué te pusieron a hacer hoy? —preguntó Greta. —No, no es bueno hablar de trabajo, ya sabes que el jefe es algo paranoico —recordó Gaby y todas la miraron de acuerdo. —Pero, seguro ni dura tanto —comentó Miriam, la chica de recursos humanos, eso ya era una gran alarma a todo volumen en mi cabeza. —Shh, no aún —insistió Rachel con su boca un poco llena. Me comí mi sanduche de atún con queso rápidamente, y dejé la banana de lado, el apetito realmente se me empezaba a ir. —¿Por qué no voy a durar? —pregunté de inmediato. Rachel se quejó mientras se llenaba la boca para terminar pronto, a ella no le importaba lo del apetito, simplemente quería participar en la conversación con la calma de ya haberse llenado el estómago. —Nadie dura en ese puesto, y todas aquí hemos hecho de suplentes… Cada una, una semana y no más —explicó Rachel con la boca medio llena, cubriéndosela superficialmente con la mano, para que no viéramos la comida a medio masticar. —¿Por qué? —pregunté —, ¿Tan malo es el jefe? —No lo sé, dicen que el puesto está maldito —comentó Gaby —, pasan cosas muy raras… —No es el puesto, es el jefe —añadió Miriam —, por eso no deja que nadie se le acerque por mucho tiempo. —Por eso no nos deja tener contacto con él —dijo Rachel pensativa —, ni siquiera recibe muchas visitas en la oficina, casi siempre realiza videollamadas o asiste por videoconferencia a las reuniones, y todos los empleados tiene prohibido cruzarse con él si lo ven en los pasillos. Todas la miramos llenas de sorpresa. —Se lo están inventando —les dije con mi boca medio abierta de sorpresa. —No, eso es cierto, hubo un tiempo en que asistía a las reuniones; pero ya no lo hace —aclaró Gaby —, incluso prohibió el uso de cámaras en su oficina o alrededor. —Que buena suerte tengo —comenté molesta. —Deberías renunciar —dijo Greta un poco asustada —, no sabes lo que podría pasarte, nadie sobrevive después de una semana, incluso después del primer día las cosas se vuelven extrañas. —¿Extrañas cómo? —pregunté asombrada. —La primera secretaría que conocí se lanzó por una ventana, siempre decía que algo la perseguía —contó Greta un poco pálida —, estaba en el último piso, y las cámaras simplemente la mostraban corriendo sin razón y enloquecida, no hay explicación racional al respecto. Aunque dijeron que sufría por estrés laboral, a causa de su anterior trabajo… —La mujer que yo conocí no era muy sociable, pero parecía muy tranquila, y luego intentó matar al jefe en su propia casa, la ama de llaves tuvo que ayudar y en consecuencia ella murió al caer sobre una mesa bastante artística —, Gaby intentó explicar que la mesa poseía muchas puntas bajo el cristal. —También hubo una chica que se volvió loca, gritaba de la nada, creo que está internada porque se volvió violeta y se hacía daño a sí misma también —agregó Miriam. —Y la chica antes de ti, la verdad es que desapareció, un día no vino al trabajo y luego se supo que tampoco había vuelto a su casa, sus padres la reportaron como desaparecida. Hasta ahora solamente han encontrado su auto abandonado, no hay rastro de ella por ninguna parte. —Vaya —comenté y tomé un poco de agua para calmar mis nervios. —Hay muchas más mujeres en la lista, como también hombres, incluso los familiares han tenido muertes extrañas. —Entonces, Caleb Dumas es el último vivo de su familia —comenté y todas me miraron como si debiera callar, no té que a nadie le gustaba decir el nombre del jefe. —Sí —dijo Gaby rápidamente. —Bueno, gracias por los consejos —les dije y me levanté de mi asiento, finalmente comprendía porque decir que podía sobrevivir a lo que fuera me había dado el puesto. —¿No vas a renunciar? —preguntó Rachel. —No es tan fácil —dije, recordando algunas partes del contrato que en su momento desestimé, ahora me arrepentía de ello —. Deseenme suerte —les dije a modo de despedida y regresé a la oficina que aún se encontraba vacía. Allí me quede mirando a un espacio vacío, y entonces volví a salir del lugar rumbo al que pensé sería el corredor del cual me había hablado, lo miré por un largo rato y entonces me reí de mi suerte, si se trataba de una maldición, entonces era momento de aceptar que lo sobrenatural me perseguía. —¿Qué es tan gracioso? —preguntó Caleb Dumas detrás de mí, y salté asustada porque no lo había escuchado acercarse. —Es simplemente gracioso —le dije y me miró confundido. —¿Qué cosa? —preguntó, mirando el corredor con cierta sospecha. —Me diste a aprender mil nombres para un día, y apenas me sé cinco, voy a necesitar más tiempo —dije lo primero que se me vino a la mente —, por cierto, ya intercambié número con Rachel. —Bien hecho —dijo, aún sospechando que algo pasaba. —¿Cree en los fantasmas, señor Dumas? —le pregunté entonces. —¿Y usted? —preguntó de vuelta, y no me atreví a decir nada, simplemente di media vuelta y volví al escritorio para seguir estudiando, mientras él me miraba con preocupación y no estaba segura sobre la razón, pensé que había demasiadas cosas por las que debía preocuparse, y yo también debía hacerlo.
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