–Vera, Vera. –Escucho mi nombre más de una vez mientras me encuentro en un sueño profundo. –Vera, despierta Vera. –Pero encuentro las fuerzas para abrir mis ojos cansados. Lo primero que veo es a la ama de llaves, quién me ve preocupada. –Vera, tienes que levantarte y comer un poco.
Yo solo niego con la cabeza, mientras que con fuerzas logro hablar.
–Tengo que ir a casa, mis padres me esperan. –Dije tercamente, pero Eva, quién es una mujer de edad avanzada, me da las malas noticias. –Querida niña, al parecer el amo a hablado con tu padre. –Ella se refería a que Sebastián había hablado con mi padre. –Al parecer ha conseguido convencer a tu padre de que tu lugar en la vida es al lado del amo.
Maldije una y otra vez como una campesina, mientras golpeaba mis puños contra la cama. Sentía una enorme impotencia. En ese momento ya no estaba usando mi ropa cara color negra, la ropa de una mujer de luto que había decidido terminar su matrimonio, sino que ahora lucía un hermoso camisón de tela de seda blanca, que Sebastián me había comprado en nuestra luna de miel en Paris. En este momento debería de estar en mi casa, descansando y siendo apoyada por mis padres, pero en vez de eso me encuentro en la enorme y lujosa habitación que compartía a veces con Sebastián. Solo la compartíamos cuando no estaba de viaje, lo cual era poco usual, ya que siempre se encontraba ocupado. Con odio en mis venas y con mucha fuerza de voluntad, me levanté de la cama y sin ponerme ningún calzado, corrí por toda la mansión de pisos de mármol blanco, hasta llegar a su estudio, en donde ninguna alma podía entrar. Pero me arriesgué porque yo no era cualquier persona, era su esposa, así que interrumpí en la habitación para encontrarme con una vista realmente hermosa.
Estaba ahí mi esposo tomando vino, mientras usaba un pijama de la misma tela que el mío, al parecer se me había olvidado que era un pijama de pareja. No podía negar que Sebastián lucia como un ángel recién caído del cielo, su piel a lechada lo hacía ver puro y fino, mientras que la contextura de su cuerpo lo hacía ver como un semental.
–Mi querida y hermosa Vera, es bueno verte despierta. –Dice con su lengua cortes, mientras camina hacía mí. –Fue una pena verte desplomarte de pronto, pero ahora que estas en casa conmigo, sé que te encuentras mejor.
Pero yo no era lo suficientemente idiota para creer que me había desmayado sin más, sino que él me había drogado.
–¿Qué es lo que me hiciste hijo de perra? –Proteste mientras trataba de mantenerme de pie. –Fuiste capaz de drogarme como a tus enemigos.
–Vera, solo tuve que hacer lo que tenía que hacer. –Le da un último sorbo a su vino, para dejarlo encima de su escritorio. –Querías el divorcio y me parece la mayor locura del mundo. Estamos casados ante la iglesia, y sí… –Se detiene. –Fuimos casados por nuestros padres, para la mejora de mi empresa familiar y la tuya, pero como el presidente de mi empresa, prometí servirla con honor y tu estabas dentro de ese contrato. No puedo dejarte ir tan fácil.
–¿Sabes que lo que estás haciendo va contra la ley? Esto es un secuestro.
Él solo de empezó a reír con sensualidad.
–¿Crees que alguien detendrá lo que estoy haciendo? He donado tanto dinero a la policía de Londres y de Inglaterra en general, que pareciera que yo los mantengo. Ellos nunca irán tras de mí.
–Yo ya no te quiero más. –Escupí molesta y algo desesperada. –¡Te odio! –Grite con fuerza. –¡Te detesto con todo mi ser! ¡Eres la persona más detestable de este mundo! –Está perdiendo la cabeza, ya que pensé que yo era dueña de mi propio futuro, pero Sebastián me estaba cortando las alas.
–¡Me importa un carajo que me odies! –Me alza la voz que de pronto escucho como las ventanas crujen. –¡Tus no iras a otro lado, sino es conmigo! Y si tengo que mantenerte secuestrada lo haré, no me dejaras cariño.
En ese momento comprendí que Sebastián era un monstro. Sali corriendo del lugar detestándolo, intentando miles de formas de salir de la casa. Pero todas las ventanas y puertas estaban cerradas con un sistema de vigilancia controlado por los guardias de la mansión. Sabía que, aunque llorara ante las cámaras y suplicara, nadie me dejaría salir de esta casa hermosa. Así que volví a mi habitación matrimonial, en donde me encerré. No quería verlo más, incluso aunque esta fuera nuestra casa.
Aún recuerdo lo emocionada que estaba cuando vi esta casa por primera vez. Yo era joven y tenía las mejillas cual melocotón. Mi suegra me enseño este lugar y por un momento, pensé en tener hijo y verlos jugar por el hermoso jardín de la mansión, pero todos mis sueños se quebraron la primera semana en que empecé a vivir con Sebastián. El hombre dejo de llegar a casa, mientras que las veces que lo veía se la pasaba trabajando y bebiendo como un loco, definitivamente no era la vida que mi madre me había descrito.
Mis padres lo estaban perdiendo todo, casi era el final de la empresa de textiles de mi padre, hasta que Sebastián apareció en nuestras vidas, con una propuesta de matrimonio, que ninguno de los dos pudimos rechazar. El trato era unirnos y ser una sola empresa, lo cual lanzo a Sebastián al estrellato, ya que gano tanto dinero, que pudo hacerse el CEO de su propia empresa, creciendo a niveles grandísimos. Su empresa de publicidad se hizo la más grande de Inglaterra, y con ello vino más negocios, como el hacer una Universidad de artes en Londres para gente de dinero.
Mi madre prometió que Sebastián me dejaría acudir a la escuela y que podría seguir mi gran sueño de ser una bailarina, pero todo mi mundo se cayó cuando me di cuenta, que, al estar casada con un hombre poderoso como él, yo no tenía tiempo para estudiar, sino que me la pasaba en eventos sociales, siendo solo una muñeca monopolizada por mi esposo. Entonces entendí que no podía volver a tomar mis zapatillas y bailar.
Esa noche llore mucho hasta que me quede dormida, pero de pronto siento un peso en mi cuerpo, así que abro mis ojos dándome cuenta que todo está oscuro. Miró el reloj y son las tres de la mañana, era bastante tarde. De inmediato me doy cuenta que Sebastián se ha recostado al lado mío, mientras acaricia mi cara con ternura. Yo lo miró aún con un poco de sueño, ya que la droga sigue en mi sistema. No lo podía negar, pero a pesar de que mi esposo fuera el peor del mundo, verlo contemplarme de esa manera me hizo sentir una mujer feliz. Pero también tenía que ser sincera, estaba drogada aún.
–Nunca te dejaré ir de mi lado. –Me susurra con un fuerte olor a vino caro. –Eres mía y solo mía serás.
Y de pronto, mis ojos se cerraron tranquilamente como si estuviera sido dormida por los polvos mágicos de una hada.