Al caer la noche abandonaron esa lejana ubicación, listos para retornar a sus hogares. Él con su manada, ella a ese espacio que aún le resultaba ajeno e impersonal. —¿Aly no estará preocupada? — cuestionó el cobrizo antes de salir. —No, ella sabe que puedo desaparecer así y que sólo me comunicaré cuando sea seguro — Bruno la contempló unos instantes. —¿Cómo sabe cuánto esperar? Digo, antes de considerar salir a buscarte. —Un mes — respondió casi al instante —. Si en un mes no me comunico es porque algo terriblemente malo sucedió— explicó demasiado seria, demasiado tensa—. Por suerte jamás pasó — agregó relajando su expresión y plantando aquella bella sonrisa. —Un mes — susurró como recordatorio. No sabía si alguna vez lo usaría, pero debía guardar aquella información en su mente —. El

