07 de Julio de 1815, Londres. Una pérdida total de su tiempo. Así era como describía su viaje a la casa solariega de la hija del Conde Hughes en Somerset. De tan sólo recordar ese día se le llenaba el corazón de ira. Después de tantos días de viaje al fin había llegado a la mansión de los Wrightwood, estaba cansado, con un humor de los mil demonios y se había mojado en un aguacero que cayó el día anterior a su llegada al maldito pueblo, no encontró ninguna posada medianamente decente en la que pudiera pasar la noche y cambiar sus ropas, así que continuó su camino con el entrecejo fruncido y tiritando de frío, sentía como se le congelaban los huesos y las manos alrededor de las riendas de su caballo se entumecían, pero tenía la convicción de que todo ese infierno valdría la pena, era lo

