2. De cómo me desprecié y sentí envidia.

900 Words
En ese momento, mientras los chicos rodeaban a Belu, yo estaba sumergida en mis pensamientos. No me había dado cuenta que aún tenía la mirada puesta en ese chico, quizás por eso, él me saludó con la mano. Le respondí con un tímido hola, y nada más. Mientras Belu seguía en su interminable charla, al chico en cuestión, al que me gustaba a mí, lo ignoraba del todo. Yo no, yo notaba que había algo en su mirada, algo diferente al resto de sus amigos, y eso me mantenía intranquila. Quince minutos después, todos ellos se marcharon. Belu siempre había sido una chica linda, y caprichosa que gustaba a todos los chicos que conocíamos y no era nada tonta, ella sabía sacarles provecho a su belleza. Cuando no se le apetecía asistir a clases, le pedía al incauto de turno, que le hiciera la tarea o que a la salida la llevara a comer algo rico. Nunca supe que alguien le dijera que no. La verdad, es que le tenía algo de envidia. —Al final de cuentas solo son hombres. Son todos unos tontos. Era lo que solía repetir, con cierta picardía, y algo maliciosa. —Eso dices ahora, pero hace rato yo no te vi para nada aburrida, eh. —Vos sabes que me gusta que me vean —dijo, luego, orgullosa, mientras se devoraba los Nuggets fríos. Por dentro, me debatía si debía preguntarle, o no, por el chico misterioso, temía que si notaba mi interés por él, terminara haciendo bromas pesadas. — ¿Quiénes eran? — Los conocí en la fiesta de 18 de Anika, en Santa Fe. Son los que tocaban en la fiesta. Esa noche soñé con él. Soñé que sus ojos soñadores se fijaban en mí de la misma manera, me abrazaba y besaba, como nadie lo había hecho antes. Al despertar sentí un gran vacío en el alma, me sentía infinitamente miserable, insignificante. Entonces lo entendí con claridad, que a comparación de Belu, yo no tenía nada. Quería tener, al menos una pizca de lo que a ella le sobraba. Quería que alguien me mirara como ese chico la veía a ella. Al día siguiente, en el transcurso de la tarde, traté de quedar con mis amigos, necesitaba salir, pero ninguno tenía tiempo. Cerraba los ojos para recordar todas esas sensaciones sublimes que había conocido en mis sueños. Veía con nitidez la figura del chico y volvía a sentirlo, ¿por qué carajo no duraba para siempre? Abrí los ojos, las sensaciones se esfumaron, en su lugar el resentimiento y la envidia hacia Belu tomó su lugar. Necesitaba que ese chico, —del que no sabía ni su nombre—, que era tierno, y una romántico, me quiera como a ella. Porque, para mí, Belu no merecía su amor, ni el de nadie, eso me frustraba, la detestaba. Belu siempre había sido una chica linda, y caprichosa que gustaba a todos los chicos que conocíamos y no era nada tonta, ella sabía sacarles provecho a su belleza. Cuando no se le apetecía asistir a clases, le pedía al incauto de turno, que le hiciera la tarea o que a la salida la llevara a comer algo rico. Nunca supe que alguien le dijera que no. La verdad, es que siempre le tuve algo de envidia, pero en ese momento, esa envidia se profundizaba, se volvía corrosiva, como un veneno y me intoxicaba sin darme cuenta. Es ese momento odiaba el mundo, por ser un lugar donde se quiere al que maltrata y menosprecia a los buenos de corazón. Un jueves por la tarde, quedamos en mi casa para hacer el trabajo de química. — Paso por tu casa, no quiero hacerlo sola… Pero yo estaba tan perdida en la materia como ella. — Dale, te espero. Llegó tres horas tarde, cuando estaba a punto de terminar sola el trabajo de cincuenta hojas. Y que seguramente esperaba que compartiera con ella. Al ver la cantidad de hojas que debía copiar abrió, los ojos al máximo. Indignada. — ¿No se cansan de llenarnos de trabajos? Es un fastidio. —Solo tienes que copiar. — ¿Me prestas la notebook? Salí al vuelo... —Claro, ya sabes la pass. Creí que iba a ayudarme, pero en cambio se puso a chatear con sus amigos por el resto de la tarde. — ¿Qué hago, Jessy? Quedé con Lore… y no tendré tiempo para buscar información, ¿me pasas el tuyo? —Vale… solo no olvides devolverlo mañana, ¿sí? A la mañana siguiente, cuando me alistaba para ir a la escuela, mamá me dio la noticia. — El señor Martínez llamó esta mañana, quería hablar con vos… pero como duermes profundo, le dije que dejara el recado… Era el papá de Belu. Seguro y le había descubierto lo de la tarjeta, y ahora quería explicaciones. Soy inocente, yo no hice nada. ¿Es su hija, no? Que la controle él. Me dije a mí misma. Pero en ese momento no sospechaba nada, y con toda tranquilidad me estiré los brazos y bostecé. Noté una grave preocupación en la cara de mi mamá, y supe que pasaba algo malo. — ¿Pasa algo malo? — Escucha, hija, Belu ha sufrido un accidente. — ¿Se pondrá bien? ¿Puedes llevarme a verla? —No, hija… ella ha fallecido.
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