Intentar ocupar su lugar. Aquello no era una opción, nunca me pasó por la cabeza pensar en que un hombre podía ocupar su lugar, el lugar de Maximilian, un lugar que ni la muerte misma podría borrar ni en cientos de años. Aelius había soltado aquello con tanto sentimiento en sus ojos que por un momento temí ver mi fuerza de voluntad rendida a nada, tenía tantos recuerdos en la cabeza que lo involucraban que por un segundo me sentí egoísta. Egoísta porque él no era un mal hombre. Egoísta porque no había hecho más que ayudarme. Egoísta porque nunca me pasaría por la cabeza considerar su oferta de buena gana. Sin embargo, a pesar de todo ese egoísmo en mí no pude ver truncado sus intentos por suplicar una oportunidad. Mis ojos grises se conectaron con esa mirada cálida y verdosa. Estaba