Cuando tuvo sus prendas en su lugar, caminó en dirección mientras yo terminaba de corregir el uniforme y apretaba la lorica que acababa de aflojarse. Colocó su mano de forma violenta sobre mi pecho. —Lo menos que se espera de un Dominus, es que responda cuando se le hace una pregunta—dijo con mordacidad—. No te quedes callado y respóndeme o de lo contrario pensaré que eres capaz de lo impensable para garantizar que yo no llegué contigo al trono. Sus palabras me causaron curiosidad. —¿De qué piensas que sería capaz? Tome su mano, apartandola de mi lorica pero ella luchó para que no lo hiciera. Sus ojos transmitieron demasiado y entonces la decepción se posó en ella. —¿Serías capaz de hacer algo para que no naciera? No, claro que no, mataría y moriría para protegerlo si así se requ

