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1181 Words
-CLARA- – De lado. –¿Qué?- parpadeé. Él me miró mientras estaba despeinado. --¿Quieres hacer esto o no? –bufé acomodándome de la forma que él me indicó–Así, eso me gusta. El flash de la cámara me dejó ciega por un par de segundos. Esa faceta de Kiral como mi fotógrafo personal surgió de las diferencias que mantuvo con los dos fotógrafos anteriores escogidos por mi equipo de trabajo. Ambos eran geniales, buenas personas y con un gusto exquisito… Por los hombres. Eso no hizo que el machista de mi hombre se sintiera cómodo y por ello ahora cumplía su labor. No pude evitar reírme y él me imitó. Tomó una nueva fotografía tomándome por sorpresa. –Esa le gustará a la revista– Afirmó Asia emocionada. Tenía un par de meses de visita y aunque evitara decírmelo sentía que algo estaba mal con ella, sin embargo no había mencionado demasiado a Anthony y la conocía, estar lejos de él debía ser por un motivo muy fuerte. Lucía más delgada y apagada, eso sin contar que no paraba de sonreír. –¿Lo crees? –pregunté emocionada. –¿Y cómo no? –replicó Kiral revisando la cámara– Con un fotógrafo como el que te gastas. Blanqueé los ojos, no me molestaría en llevarle la contraria. Salí de el fondo de las fotografías. –Muy bien, ahora me iré a revisar algunos archivos en mi oficina mientras tú solucionas lo de los problemas de nómina de la fábrica de cemento– Kiral se acercó a mi buscando mis labios para besarlos. –¿Cuándo deben volver? –preguntó Asia acompañándome en dirección a el auto. El chófer esperaba fuera. –Aún no lo decidimos– expliqué– aunque supongo que será en cuanto terminemos los pendientes en la ciudad. Kiral no puede descuidar demasiado los asuntos de la casa– hice una mueca con los labios al pensarlo– El lugar se caería sin él– “O sus revoltosos primos, hermanos y primas lo acabarían” pensé recordando las peleas triunfales que se orquestaban en ausencia de mi hombre. Si Madira aún estuviera ahí mi palabra no tendría valor pero sin su presencia era quien seguía al mando luego de Kiral y eso me daba un poco de tranquilidad al menos, el ser respetada. –¿Qué hay de ti?¿Cuándo volverás? –Oh, pues… Estoy haciéndome unos estudios médicos– rascó su cabeza– Ya sabes, cosas de rutina. Y mi doctor de cabecera vive aquí– sonrió mientras se encogía de hombros. Fruncí levemente el ceño. –¿Estás segura de que todo está bien, Asia? –insistí sintiendo que algo no encajaba. –¿Qué me dices de… Anthony? –nombrarlo hacía que mi mente retrocediera a la última y única vez que estuvimos juntos. –Está bien, trabajando mucho–sonrió y eso me impacientaba. ¡¿Por qué sonreía tanto?! Las siguientes palabras que salieron de mi boca era por simple preocupación por ella misma. Sabía que si algo pasaba con Asia y ella no me lo decía, Anthony no es exactamente de el tipo de personas que se guarda las cosas. –¿Podrías darme su número telefónico? –sonreí un poco– Me gustaría hablarle para… Saludarlo. –¡Pero claro, linda! –dijo con tranquilidad sacando su celular. Cinco segundos después el mío sonó anunciando una notificación–Listo– volvió a depositarlo en su bolso- Tony y yo estamos genial, ansío volver a casa y estar con él–afirmó– Debe extrañarme demasiado– miré hacia la carretera. Tenía la respuesta picando en mi lengua y no resistía a soltarla. –Extrañarte no debe ser tan complicado teniendo a Priscilla en casa– ella bufó. –No empieces, ¿Bien? – pidió y me reservé el resto de mi opinión. El pensar en verme compartiendo a Kiral con otra mujer era para mí más un motivo de colapso que el prever que las cortinas y la alfombra no combina, cosa que no ocurre con Asia y es una gran bandera roja meciéndose ante mí sin necesidad de viento. –Tony me ama y todos lo sabemos, lo que haga con el resto no me importa y nunca me ha importado–la miré, sonaba convencida pero algo me decía que no era así. La conocía, y me dolía el ver que ella misma no lo hacía. –Sería bueno que le propusieras agregar a un machote a la ecuación– sugerí a modo de broma. Cuando la vi reír supe que funcionó. –Mañana tienes la junta con los Belami y debemos armar el evento de el sábado así que la organizadora te esperará para almorzar– escuché la nota de voz de mi asistente y di un suspiro cansado. –Está bien, suena excelente– le sonreí a Asia –¿Qué te parece si hacemos algo esta noche? Ella frunció el ceño luciendo algo sorprendida de mi oferta. –¿Algo como qué? –preguntó y mi sonrisa se hizo más amplia. –Tú sólo déjalo en mis manos– pedí y sonrió– Esta noche pasaré por ti al hotel– avisé señalándola con el dedo índice mientras me bajaba de el auto para subir al apartamento- Prohibido usar pantalón- le avisé y vi sus mejillas teñirse de rojo antes de cerrar la puerta y adentrarme a la recepción casi sintiendo imperceptibles a Romeo y Eron, mis guardaespaldas personales. El teléfono volvió a sonar y me quité los tacones junto a la puerta. –Voy llegando, mi amor– dije tomando la llamada de Kiral. –Es una suerte porque yo estoy cumpliendo con lo que ordenaste–sonreí contra el aparato. –Quién diría que eres tan bueno haciendo caso a otros–lo oí gruñir y eso me hizo reír– ¿Te parece si te espero para la cena? –pregunté. –Me parece que mejor me esperes en la cama, Clara– me reí– Hoy quiero contarte una historia especial. –¿Ah sí? ¿Jugaremos a algo en particular esta noche? –pregunté acostándome de panza sobre la cama atenta a su respuesta. –Oh no, será el mismo juego de siempre– aseguró– Los mismos personajes, las mismas reglas y… ¿Sabes qué es lo mejor de eso? – –¿Que el tablero es lo único que cambia? –sugerí haciéndolo reír. –No. –aseguró– Que nunca me cansa. Jamás deja de ser divertido y emocionante, nunca deja de latir con fuerza mi corazón ni te saco de mi mente por un instante. Respiré hondo recostando la cabeza en la cama. –Ahora harás que el esperarte sea tortuoso, Kiral–me quejé y disfruté de oírlo reír. –Bien, sácale provecho– dijo travieso– En dos horas llego. –Está bien– dije antes de colgar. Mordí mi labio inferior antes de ponerme de pie y suspirar. –Hora de trabajar– me dije a mí misma.
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