2. EL INFIERNO DE DANIELLE.

2276 Words
—Frederick, esto es enfermo. —No lo és, deja de quejarte. —Es una chica inocente, ni siquiera sabías su nombre hasta esta mañana que me llamaste a joderme la vida. —No se que tan inocente sea, estamos hablando de mucho dinero y... —Y es una venganza absurda en contra de tu madre, la pobre no tiene la culpa de nada y la vas aponer a pagar penitencias. —¿Penitencias? —Tu madre la va a castigar, la va a hacer sufrir, sabes que ella no tiene reparos en dañar a nadie que se interponga en su camino. —Para eso la hemos blindado lo suficiente, si mi madre la ataca, se queda sin nada. —¿Crees que ella lo hace solo por el dinero? Idiota. —Se que no, pero poco o nada me interesa lo que ella quiera. Esto se trata de mi. —La va a destruir. —La voy a proteger. —No te mientas, te encanta dañar todo lo que tocas. Sam era el mejor amigo de Frederick y tenían años de conocerse era su abogado personal y le ayudaba en todo lo que era legal y no tan legal, para que la vida de aquel joven de 31 años funcionara a la perfección, tenía mucho dinero sobre sus hombros. Y tenía que resguardarlo y hacerlo crecer. —¿Y si ella no acepta? ¿has considerado eso? —No le dejaré opción de decirme que no. —Todo esto está mal en muchos sentidos. Y lo sabes, para por Dios. —Sam, no voy a parar, mi madre quiere jugar sucio, yo jugaré más sucio que ella. —Estas metiendo a alguien que no tiene nada que ver con todo eso, en medio. Es una guerra de nunca acabar. —Es hora de llamarla, no pienso darle más vueltas a este asunto. Los demás abogados que ese día acompañaban a Sam, estaban lejos ahora, frederick había decidido quedarse solo con su amigo de siempre. —Frederick, debes hacerme un último favor. —¿Qué? —No la enamores, no la hagas sufrir y sobre todo, nunca le mientas. Estoy seguro de que esa chica no tiene la mínima intención de pasarla mal. Y esto, será una guerra, algo así como los nacis peleando con un pais desarmado de tercer mundo, ella no tiene posibilidades de salir ganando aquí. Esas palabras habían tomado fuerza en el joven de 31 años que tenía mucho dinero en sus hombros, dinero que debía conservar y multiplicar, decía responder de manera correcta a lo que pesaba su apellido dentro del mundo de los banqueros. —Lily llámala, es hora. —Claro, pero antes me gustaría hablar con usted, a solas si no es problema —dijo eso ultimo mirando a Sam, que se puso de pie. —No lo es, si me prometes que trataras de convencerlo. —Es mi más firme intención. —Ustedes dos son imposibles —refunfuño Frederick, ya cansado de aquella situación. —Mi niño, no lo haga. Usted y yo sabemos que su madre es... —Mala, Lily. Di las cosas como son, mi madre es mala. —Por eso, ella es una niña ingenua, es feliz aquí, está tranquila, sus padres murieron hace poco más de un año y tiene una hermana que desapareció de su vida, está sola, no le haga esto. —Me estas dando información que conozco de primera mano, sé de dónde viene y se también que lo de la casa de sus padres no fue un accidente. Ya mande a investigar eso, no me digas que no estoy pensando en ella. No pienso dañarla, solo pienso... —Usarla a su beneficio. —Lily jamás se había tomado el atrevimiento de ser tan directa con Frederick. —No lo pongas en esos términos, porque yo pienso ayudarle, tendrá dinero con el que salir a divertirse, conocerá gente nueva, ropa costosa y fina. Además de viajes y lujos que nunca hubiera soñado con tener. —¿No se ha preguntado que si ella no ha soñado con eso, es porque tal vez ella nunca lo ha querido? Eso sí que lo puso a pensar, había cruzado palabras con la chica una sola vez y ella era la mujer más sencilla que había conocido jamás. Pero el no se detenía cuando empezaba algo, no se detenía hasta que no saliera con éxito de aquello. —No Lily, no pienso parar. No pienso en detenerme con respecto a esto, te prometo que la respetare, te prometo que haré que cada cosa para ella sea más fácil y que se adapte a los cambios, pero no voy a detener. Sam ingreso, había estado escuchando y se sentía frustrado de no poder detener aquella mala idea. —Entonces promete que no la haras sufrir, promete que no harás que se enamore de ti, promete que la mantendrás tan a salvo como sea posible de tu madre. Frederick trago saliva, estaba frente a las únicas personas en el mundo que lo hacían entrar en razón y casi estaban logrando que se arrepintiera de sus malas decisiones. Afirmó con su cabeza, mirándolos a los dos a los ojos. —Lo prometo. —Voy a llamarla. La señora Lily se fue, frederick tenía nervios y el nunca estaba nervioso, pero sabía que verla allí con esos grandes e inocentes ojos para decirle que sería el, un completo extraño el que tomaría las decisiones por ella de ahora en adelante no era fácil. Escuchó dos golpes en la puerta y Sam se colocó de pie. —Siga. Danielle vio a los dos hombres allí de pie y estaba casi llorando, no sabía porque lloraba pero estaba a punto de llorar. —POr favor no me despida, mire si yo salgo a ver el amanecer en sus jardines es porque es una vista hermosa y le prometo que nunca más volveré a bailar, pero no me despida —en realidad le estaba hablando a Sam, porque creía que el era el dueño de la casa y su jefe. —Yo creo que estas confundida —verla así tan ingenua y vulnerable hizo que Sma sintiera rabia en contra de Frederick. —Dígale —dijo danielle mirando a Frederick—. Por favor dígale que usted vio que yo no hago nada malo allí afuera, se que como nuevo m*****o del escuadrón de seguridad parecía que yo estaba haciendo algo malo, pero dígale lo que hice —entonces ya un par de lágrimas asomaban por esos lindos ojos. —Por Dios, Frederick —le reclamó Sam. —Vete Sam, debo hablar con ella. La autoridad del hombre que había visto esa mañana la dejo contrariada, no sabía quien era quien allí. Ver salir a Sam tan molesto y tirar la puerta con fuerza, la hizo sobresaltarse en donde estaba de pie. —Soy Frederick Walton, su jefe. Ella no daba crédito a lo que estaba escuchando, le había dicho muchas cosas nada apropiadas esa mañana y estaba segura de que la haría pagar, entonces por puro instinto la chica corrió hacía la espalda su mano lastimada, que aún tenía las marcas de los dedos de Fredrick pintadas sobre su piel. —Déjame ver. —Esta bien, lamento lo que dije esta mañana y lamento haber bailado de esa forma, no era mi intención molestarlo y tomarme atrevimientos, pero no sabía que usted era...bueno que usted era mi jefe. —El brazo, déjame ver. Frederick se acercó lentamente a la chica que intentaba dar pasos hacía atrás para alejarse de él. Cuando se vio alcanzada agacho su mirada y dejó que el hombre la tomara por el brazo, entonces el recorrió con mucha delicadeza cada una de las huellas de sus dedos, era como si intentara curar aquello solo con tocarla, pero sabía que era imposible. —Lo lamento, prometo que no volverá a pasar. —Tranquilo, fue un incidente. —No, no lo fue. La verdad es que venía muy molesto y me desquite contigo, porque sabía exactamente en dónde estarías. —¿Qué? —Anoche tuve una cena "familiar". Mi madre hizo un gran anuncio con respecto a una mujer que estaba allí presente, es hermosa, rubia, alta, tiene unas curvas de infarto, elegante, de familia adinerada, bien vestida y con todo para ser mi esposa. Sin embargo mi madre omitió un importante detalle. Que yo no me pienso casar con nadie que ella diga, entonces al hacer mi anuncio allí delante de tanta gente ella me intento poner contra la espada y la pared. Si yo no aceptaba a esa mujer como esposa, ella me quitaria legalmente lo que es mío por derecho, pues tengo menos de una semana para casarme, algo que nadie me había dicho que estaba en el testamento de mi padre. Si llegaba a los 32 sin esposa, la fortuna pasaría a ser manejada por ella. —¿Por que no deja que su madre escoja una buena esposa para usted? —Porque si mi madre la eligió es porque es buena para ella, no para mi. Es porque será fácil de manipular y no me interesa tener una persona viviendo conmigo y durmiendo conmigo sabiendo que mañana me traicionara. —¿Y un hombre con tanto poder como usted, no tiene amigas, novias, pretendientes? —Frederick sonrió sarcástico. —No, solo tengo a mis abogados, contadores, asistentes y nada más. No me interesa tener nada más, mi padre me dejó una cosa clara en la vida antes de morir. Él hubiese preferido vivir solo, antes de estar rodeado de un montón de hienas, como mi madre por ejemplo. —Lamento eso, pero no todas las familias son así. —¿Puedo confiar en usted Danielle? —Si señor —la chica no dudo. —Siéntese —ella obedeció. —Ya le conté una mínima parte de mi historia, ahora es donde entra usted a ayudarme a mi. —¿Yo? Pero señor solo limpio aquí. —Si, pero eso no importa. Escúcheme atentamente —Frederick le extendió el sobre—, en ese sobre reposan unos documento, 5 en realidad. Cada documento es diferente y todos son perfectamente legales, uno es de confidencialidad, es decir que nada de lo que diga, oiga o vea podrá salir de su boca, no podrá contárselo a nadie nunca por el resto de su vida. El segundo es un acuerdo en el que por cada mes que trabaje para mi recibira una suma de dinero que está allí descrita. El tercero es un documento que dice que en caso de que me pase algo a mi, será usted y únicamente usted la dueña de todo lo que me rodea. El cuarto es un acuerdo de convivencia, las reglas de cómo vivirá de ahora en adelante dentro de esta casa y lo que debe hacer, lo que debe usar y cómo debe presentarse ante el mundo. El quinto es un contrato de matrimonio, usted y yo nos casaremos, será mi esposa hasta que yo lo decida y luego de eso, será libre y millonaria. Daniella estaba con la boca abierta, esperando el momento en que aquel jefe suyo le dijera que todo aquello era una broma por lo de la mañana. Pero no pasó, la mirada seria de Frederick le decía que no estaba de bromas con ella. —No puedo, lo siento pero yo no puedo firmar, es una locura. No me quiero casar por dinero, yo quiero casarme porque ame a esa persona, además yo nunca... —Voy a dejar dos cosas claras antes de que continues Danielle. La primera es que no te estoy preguntando si lo quieres firmar o no, te estoy diciendo que lo vas a firmar y la segunda es que se que no lo haces por dinero, digamos que lo haces para ayudar a tu jefe. —Es que no se como es posible que me pida algo tan turbio como esto —la ingenuidad parecía haber abandonado a la chica. —Por que necesito que me ayudes. —¿Y si no firmo? —Tienes que firmar. —¿Pero y si no lo hago? —¡VAS A FIRMAR! —el grito fue demasiado para Danielle que se levantó y se arrinconó contra una pared. Verla tan asustada y con las marcas de sus dedos, lo hizo retroceder y pensar bien las cosas, estaba siendo un salvaje y un bruto con la chica que nada tenía que ver en su eterna lucha contra su madre. —Lo siento, tienes razón, puedes irte a trabajar. —¿No me va a despedir? —¿Por qué lo haría? Porque tu eres capaz de disfrutar de esta casa, más que yo. Porque no te vas a prestar para esto que te propongo. No Danielle, no tengo razones para despedirte. Solo vete a trabajar. La chica se quedó de pie allí contemplando a aquel hombre que ahora miraba por la ventana, se acercó a la mesa de centro y saco los papeles, leyo uno por uno, estaba en completo silencio y casi se sentía sola en medio de esa habitación. —Señor Frederick —Se giró para mirarla, pues creyó que estaba solo hacía mucho rato. —Danielle. —No me pregunte por que, no tengo idea, pero ya firme. Espero poder ser la ayuda que tanto dice necesitar. Se marchó a trabajar, le faltaba muy poco para terminar el día e irse a dormir a su habitación, pero lo que ella pensó que sería calma se convirtió en un remolino de decisiones, de las cuales ella no tenía derecho a opinar nada.
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