4. Por mi Hija lo que Sea

2817 Words
La limusina avanzó rápidamente hacia la zona externa de la ciudad, Marcos miraba por la ventana a la gente de los mercados, temiendo que su hija estuviera en alguna parte, claro el no sabía dónde estaban los mercados de esclavos así que debe pensar que los exhiben en la calle o algo así, no entendía porqué me estaba inquietando esta situación pero una parte de mi estaba preocupado por la pequeña, aunque la pregunta era ¿Qué iba a hacer con la niña? Llegamos a la mugrienta posada y Marcos entró rápidamente, lo seguí de cerca con mucho cuidado en caso de que alguien nos estuviera observando, cuando entré mi esclavo estaba hablando con la recepcionista. — ¡Por favor, yo estuve aquí hace unos días no tengo la llave pero estuve en el cuarto 12! — Lo siento, pero cuando los ladrones entran debemos esperar tres días antes de limpiar la habitación.— dijo la recepcionista con una indiferencia tal que me enojé.— Debió pensar en su hija antes de venderse como esclavo. Su rostro se puso tan pálido que pensé que se desmayaría, corrió hacia las escaleras ignorando a los demás. Corrí detrás de él; ya no para vigilarlo, su miedo y terror comenzó a afectarme y temí por la vida de la niña. Entró a una habitación con la puerta abierta y me detuve en el umbral. Casualmente las cosas que pertenecían al hotel estaban intactas, pero las maletas estaban volcadas, rotas y vacías, los libros tirados con las hojas repartidos por el suelo, un par de pantalones en el baño y al pie de la cama había un pequeño peluche azul que le faltaba la cabeza. —Anelis.... Marcos cayó al suelo al borde de las lágrimas, no había rastros de la niña más que ese pobre muñeco, ni siquiera yo sería tan cruel para hacer algo así. —¿Papá? Una vocecita infantil se escuchó en el baño, Marcos se levantó y corrió mientras yo lo seguía de cerca encontrando lo más increíble que había visto. Una niña pequeña con grandes ojos cafés y un par de moños destrozados abrazaba una cajita de música mientras salía del gabinete bajo el fregadero muy sucia y con manchas de lágrimas en la cara. — ¡Anelis! — ¡Papá! La niña soltó la caja y corrió a los brazos de su padre, ambos se abrazaron y lloraron con fuerza. —¡Papá! ¡¿Por qué tadaste tanto?!…Unos hombres malos entaron y lo romperon todo.—decía la pequeña entre hipitos.— Tomé la caja de mamá y me escondí esperando que volvieras. — Perdóname Anelis.— le susurraba Marcos acariciando tiernamente la cabeza de la niña.— Ya estás a salvo lo prometo, perdóname por dejarte sola. — No vuelvas a irte papi. No sé si fue la situación o porque esa niña estaba muerta de miedo, pero me di cuenta que no podía separarlos, Marcos podría morir de depresión y no quiero eso. No, lo mejor sería tenerla cerca. — Marcos.— le llamé.— Se hace tarde, debemos volver. Me miró preocupado incapaz de decir nada, supongo que no sabía qué haría ahora con ella. — Tu hija debe tener hambre y necesitará un buen baño, pero primero hay que llevarla con un doctor. Se sorprendió ante mis palabras pero al darse cuenta que no iba a hacerle daño a la niña me sonrió y salimos apresurados del lugar, anoté en mi teléfono el nombre de la posada para luego decirle a Akarin que lo derribe, ventajas de que fuera el Ministro de obras públicas. ____ Llegamos a un hospital infantil cerca de la Zona Central donde el pediatra revisó a la niña y, fuera de la desnutrición por falta de comida y agua por casi dos días estaba bastante bien, le inyectaron suero y le recetaron unos medicamentos que compré de inmediato para volver a la mansión, por lo que tan pronto entramos ordené que le prepararan una habitación, un baño caliente y una merienda siguiendo la receta del doctor. La pequeña no decía nada, solo abrazaba a su padre y me miraba curiosa pero no decía nada, la verdad me estaba poniendo muy nervioso ante su expresión de miedo a pesar de que aceptó que dos de mis sirvientes la llevaran a tomarse un baño. — D-disculpe Amo...quiero darle las gracias.— susurró Marcos mientras dos sirvientas preparaban la habitación más cercana a la mía y entrábamos a revisarla. — No me des tantas gracias.— bufé.—Todo esto no será gratis ¿sabes?— luego lo miré.— Tu deuda ha subido casi al doble, debo contratar una niñera, comprarle ropa, juguetes, además de las medicinas y la comida.— sonreí con arrogancia.— Se quedará a vivir aquí y su seguridad dependerá de qué tan bien te comportes.— bajó la mirada resignado.— Haz las cosas bien y vivirá mejor que cualquier príncipe, Hazme enojar y ten por seguro que esa pequeña tendrá un collar peor que el tuyo. Retrocedió aterrado, no iba a hacer eso, obviamente ¡Jamás lastimaría a un niño! pero era mi As bajo la manga, así mi pequeño nunca pensará en escapar. — ¡Papi! La pequeña salió del baño con un vestidito azul que elegí al azar, aunque le quedaba bastante bien debo decir, corrió hasta su padre y se abrazaron ya mucho más calmados. —¿Cómo te sientes Anelis? —Ya estoy mejor.—dijo sonriendo muy tiernamente.— Sabía que volverías papi, por eso te esperé. —Gracias linda.—le sonrió besando su mejilla. —Papi ese señor Walte es muy malo.— dijo molesta.— Cuando entraron los hombres malos dijo que buscaran hasta encontaran algo ahora que no estabas ¿Te hizo algo malo? Ya no tabajas con él ¿verdad? — N-No cariño, yo...—tartamudeó nervioso.—Encontré un trabajo aquí. — Señorita Anelis. Me acerqué a ellos, lo que hizo que Marco se asustara. — No se preocupe, su padre trabajara para mi ahora.—le expliqué sonriendo educadamente.— Soy el Príncipe Aras, cuarto hijo de Su Majestad el Rey Aluk. Tu padre ahora es mi secretario personal.— no sé de dónde salió semejante idea pero ni loco le iba a decir que su padre era mi amante particular.— A partir de ahora vivirán aquí, este será tu cuarto. La niña se sonrojó ante mi presencia, vale tengo que decir esto ¡Que adorable se ve! es casi tan tierna como su padre, nunca he pensado en tener hijos pero no me molestaría tener a una niña así. — M-mucho gusto Alteza.— dijo bajando de los brazos de su padre y haciendo una reverencia, seguramente ha visto muchas películas de princesas y trató de imitarlas.— Me llamo Anelis. —El placer es mío, jovencita.— dije arrodillándome para quedar a más o menos su altura.— Escucha, no tienes nada de qué preocuparte, esta es una mansión segura y nadie va lastimarte ni separarte de tu padre, ambos vivirán aquí, aún estamos acordando el horario de trabajo, pero ten por seguro que pasarán tiempo juntos. —¡Gracias Alteza!— exclamó feliz que me abrazó, no esperaba algo así y ahora soy yo el que está en pánico, por suerte se alejó antes de que viera mi expresión de miedo. — Ejem.— me aclaré la garganta.— Bueno Anelis, tu padre dijo qué tienes 5 años.— ella asintió.— ¿Sabes leer y escribir? —¡Si! Ya puedo leer una oración completa.— dijo alzando el pecho con orgullo.— Y papi me enseñó el alfabeto álabe. — ¡Vaya! Eres muy inteligente para tu edad. — Papi me llevaba al museo cuando terminaba la guadería.— dijo abrazando la pierna de su padre. — En ese caso no sería correcto que simplemente te cuide una niñera mientras tu padre trabaja, conozco a alguien que podría darte clases, así que mañana la llamaré para que venga y estoy seguro de que serás tan inteligente como tu padre. La niña sonrió tan inocentemente que a cada momento me encariño más con ella. ____ Bajamos al comedor una vez que me avisaron que el almuerzo estaba listo, dejé que se sentaran en la mesa con normalidad, algo que apreció mucho Marcos por lo que pude ver, la pequeña se esforzaba por usar los cubiertos de una forma elegante que seguramente estaba imitando, se veía tan tierna mientras hablaba con su padre y este le respondía muy alegre, supongo que es algo normal en los niños ser tan curiosos así que no me molesté en absoluto. ____ — ¡WOW! hay muchos juguetes. Mientras Anelis comía, trajeron unos veinte peluches de varios tamaños, juegos de mesa, una mesita para niños con cuatro sillas, un juego de té europeo, muñecas y el armario estaba lleno de ropa, zapatos y ropa interior para ella. —E-Es demasiado...lujo.— dijo Marcos sorprendido.— No necesitaba hacer eso. —Bueno no sabía lo que le gustaba así que ordené que trajeran un poco de todo.—le expliqué con tranquilidad antes de fijarme en Anelis quien miraba todo sorprendida.— ¿Qué te parece jovencita? — ¿Es una guadería?— preguntó inocentemente. —No, todos estos juguetes son para ti.— le dije tratando de no reír. — ¿Todos?— miró a los juguetes y se acercó temerosa ¿Acaso no le gustan? No, quería jugar con ellos pero algo se lo impedía.— Yo...Nunca tuve tantos juguetes —Anelis.— Marcos se acercó y se agachó frente a ella.— Escucha, no debes causar problemas al príncipe ¿vale?— ¿Qué está diciendo?— Estos juguetes son un regalo pero no te acostumbres, ya conoces las reglas: Para ganarlos debes ser obediente, comer tus vegetales y bajo ninguna circunstancia salir de la mansión sin permiso. Si desobedeces te los quitarán ¿entendido? ¡Ay por favor! Bueno eso evitará que se meta en problemas pero los niños necesitan divertirse. Anelis asintió y se acercó a mí haciendo una reverencia. — Gracias Alteza.— dijo.— Los cuidaré muy bien. — De nada jovencita, si no te gustan o quieres alguno en particular no dudes en decirme. —¿De verdad?—preguntó sonriendo.— Entonces ¿puedo pedir...? — ¡Anelis! Su padre la miró furioso a lo que ella bajó la cabeza haciendo puchero. — Ya tienes más juguetes de los que podrías tener ¿te parece correcto pedir más? —....Solo quería decí que podía cambiar la mitad por mi Stitch.—susurró tratando de no llorar. — ¿Stitch?— ¿Qué cosa es eso? — Es un marciano azul que sale en una película de Disney.— dijo Marcos mirando los juguetes.— Pero no creo que las tiendas acepten semejante devolución. — Lo siento.— dijo la niña con tristeza ¿Qué me pasa? ¿Por qué me siento terrible por esto? — Vamos Anelis no llores.— traté de animarla tomando una tortuga de peluche.— Mira, el Señor Tortuga quiere que sonrías y lo abraces.—la niña lo miró y sonrió divertida antes de abrazarlo.— Eso es, las niñas se ven mejor cuando sonríen.—comenzó a reír divertida.— ¿Sabes? Puedes proteger tu cuarto con estos peluches.— Tomé un elefante y lo coloqué cerca del ventanal.— Mira, él puede vigilar que nadie entre por las noches.— tomé un cocodrilo y lo coloqué junto a la puerta.— Y este morderá a todos los malos que traten de entrar.— la niña se echó a reír mientras tomaba un delfín y lo colocaba al pie de la cama.— Y este evitará que salgan monstruos bajo la cama, así el Señor Tortuga te cuidará mientras lo abrazas en las noches. ¿Te parece bien? Todos ellos son capitanes que comandan al resto de los peluches y te protegerán de cualquier peligro. Volvió a abrazarme y esta vez respondí, nunca antes había pensado en tantas tonterías juntas ¿Qué clase de hechizo tiene esta niña que me hipnotiza y me hace querer tenerla a mi lado? ____ Se quedó dormida luego de un rato, seguramente estaba tan cansada por su aventura encerrada en ese gabinete que por fin dormir estar en una cama calentita era un alivio. Será mejor que me actualice y busque sobre ese tal "Stitch" Una vez que su padre la abrigó y le dio un beso en la frente volvimos a mi cuarto. — Lo siento.—se disculpó Marcos caminando detrás de mí. — ¿Por qué? Esa niña es más valiente que muchos adultos que conozco.— expresé.— Estar encerrada bajo una tubería sucia, llena de arañas y a oscuras mientras robaban las cosas de su familia, quedarse sola esperando a su padre sin saber si algún día lo volvería a ver, francamente me sorprende que sea tan madura. — Supongo que la obligué a crecer antes de tiempo. Nos detuvimos en la puerta y entré estirando los brazos, no era exactamente el día que esperaba pero por alguna razón me siento bien. Mi día de sexo intenso se convirtió en medio día de juegos y medio día de ser "papá". Me di la vuelta y vi a Marcos en la puerta aún sin entrar — ¿Qué te pasa? — Es que...—dudó al hablar.—No sé si debo entrar sin su permiso. Sonreí al ver que el chico recordaba que era un esclavo, bien, me gusta que siga siendo mío. — Puedes pasar, cierra la puerta y desnúdate. Me senté en al borde de la cama y lo miré atentamente, cuando se quitó los pantalones se sonrojó al no tener ropa interior, cuando estuvo desnudo se arrodilló y caminó a cuatro patas hasta mi. — Bien Marcos, por respeto a tu hija haré unos cambios con respecto a las normas.— expliqué mientras lo acercaba hasta dejarlo entre mis piernas.— Frente a ella puedes decirme Señor, de lo contrario me llamaras Amo. — Si, Amo.— susurró mientras le acariciaba la cabeza. —Como ella estará en la Mansión puedes llevar ropa, pero en el comedor, mi oficina y en donde yo elija estarás desnudo, igual puedes caminar normalmente en esos sitios pero no en esta habitación. — Si, Amo. — Otra cosa, cuando tenga visita debes alejar a Anelis.— levanté su rostro y me miró dudoso.— A mi no me interesa tener relaciones sexuales con niños pero tengo conocidos que sí, y como no tiene collar no podría reclamarla como mía y podrían quererla.— una vez más el pánico reinó sobre sus ojos. Obviamente eso era mentira, nunca tendría un pedófilo como amigo y mucho menos lo invitaría a mi casa, incluso en este país la p*******a era un crimen que se pagaba con años de tortura y la pena de muerte, pero eso no era algo que Marcos debía saber. —S-Si, Amo.—susurró. —Además, cuando haya visita debes estar desnudo o usar lo que yo te diga.— dije fingiendo ignorar su miedo ¡Claro que nadie se la iba a llevar, idiota!— Eres mi esclavo s****l y quiero que todos te vean, cada marca que le haga a tu cuerpo o incluso que nos vean tener sexo. —S-Si Amo.— dijo rojo de vergüenza. — Y cómo voy a perder la oportunidad de verte desnudo en todas partes, tendrás que hacer más cosas que antes.— aclaré estirando mi pierna.— Quítame las botas. Con bastante torpeza comenzó a soltar el nudo de mi bota y la quitó, hizo lo mismo con la otra y me levanté. — Ahora quítame los pantalones, date prisa. Obedeció y bajó mis pantalones, me senté y lo quitó para después doblarlos y colocarlos sobre una silla cerca de mi cómoda. — Me alegra de que no tengas vergüenza.— me burlé un poco mientras lo jalaba a mi cama, dejé que me quitara las joyas y el resto de la ropa. —Si obedezco, no lastimara a Anelis.— expresó seriamente.— Dijo que la buscaría y lo cumplió, confío en su palabra. Por mi hija haría lo que fuera. Sonreí antes de tomarlo del cabello y besarlo con fuerza, puede que al principio fuera por placer, pero este chico me vuelve loco, sus labios carnosos, sus mejillas rojas, su mirada tímida, estaba dispuesto a todo por su hija y estoy seguro de que, quien va a disfrutar más será él cuando lo entrene correctamente, si puede excitarme con todas sus torpezas tendré que tener cuidado cuando lo convierta en una máquina s****l. — Bien, entonces comencemos tu entrenamiento, mi pequeño esclavo.— me miró confundido.— Esta noche serás mío.
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