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700 Words
Despierto con un fuerte golpe en el rostro, estoy desorientado y aturdido, trato de incorporarme pero me cuesta mucho, estoy débil y cansado, la noche fue dura, demasiado dura y larga para un niño que aun no llega a los diez años. Debo levantarme rápido, se que debo hacerlo pero mi cuerpo se reusa a moverse, saco mi cuerpo de forma torpe de la cama cuando veo a Cristina, la esposa de mi padre volver a entrar a la habitacion, si ese lugar oscuro y sucio se puede llamar asi. _ ¡Apurense! - grita desde la puerta, creo que ella no es consciente del odio y la repugnancia que siento al verla - Tienen que ir a la escuela, no quiero verlos en todo el día. Mi hermana le teme aun más que yo, la tomo de la mano cuando veo que comienza a temblar. Nos cambiamos rápido y arreglamos la cama, quiero bañarme, necesito dejar de sentirme sucio, todo el tiempo me siento asqueroso, mi piel esta podrida, yo estoy podrido por dentro. Llevo a mi hermana a la mesa con la esperanza de que nuestra comida sea algo que no me provoquen nauseas, pero como todos los dias desde que esta mujer esta en nuestras vidas ahi remolacha. Quiero salir de la cocina en cuanto veo el plato con remolacha cruda sobre la mesa, pero la maldita mujer ve mis intenciones y me toma del cuello obligandome a sentarme en la silla. Quiero llorar pero eso solo empeoraria las cosas, yo apenas soy un niño, uno débil y que nadie soporta, eso es lo que ella me dice todo el tiempo. Mi padre trabaja, trabaja mucho, quisiera que estuviese aca conmigo, quiero que me defienda y que saque a esa mujer de la casa. Mis entrañas se revuelven cuando tengo el plato de remolachas en frente, su olor invade mis fosas nasales haciendo que la garganta se me contraiga, ella aun me sostiene del cuello y me pone la cara sobre el plato, no quiero comer esto, odio comer esto. Me obligo a tragar las remolachas para que no vuelva a pegarme, mi cuerpo es testigo de su maldad, marcas de todos los colores, mordidas y rasguños, ella no es tonta, no se ven debajo de la ropa. Es dificil tragar esas malditas remolachas cuando ellos estan comiendo milanesas con puré, el contraste entre su comida y la nuestra hace que quiero gritar y tirar mi plato al piso, pero he aprendido a la mala que eso solo haría que mi castigo sea aun peor, además de que no quiero que su ira también sea dirigida hacia mi hermana. Ann se encuentra a mi lado comiendo despacio las remolachas, tiene la boca y la lengua morada, seguramente la mia este igual. Ella me mira resignada, yo no me doy por vencido, solo estoy esperando el momento oportuno para dejar esta casa y nunca más volver. Ella esta supervisando cada uno de mis movimientos, sabe que en un descuido podría esconder comida en mis bolsillos o correr hasta el patio y tirar todo a la casa del vecino. Termino de comer y ya es la hora de ir a la escuela, me duele el cuello por la presión que ella ejercia sobre mi para que comiera. Antes de salir por la puerta Cristina me detiene y me dice. _ Espero no tener problemas contigo-sabía que se referia a no contar nada sobre las torturas que sufría a manos de ellas- Si le cuentas a alguien te mato a ti y a tu hermana. Nunca dejaria que le huciera daño a Ann, aunque eso me costara sufrir lo que sufría día y noche. Mis abuelos estaban ignorantes de lo que viviamos con mi hermana en casa, siempre creyeron que era un chico rebelde e inquieto, pero jamás imaginarian lo que realmente me pasaba. Mi tio Diego era la figura paterna que necesitaba, con él podía ser el niño que deseaba ser, jugabamos , nos consentía a mi y a mi hermana, pero esos momentos eran cada vez más escasos, ya que no me dejaban compartir con mi familia por temor a que contara lo que sucedía de puertas adentro.
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